Usted está aquí: martes 15 de mayo de 2007 Sociedad y Justicia Amenazas de muerte, entre los problemas que enfrentan docentes

También sufren estrés, cansancio y bajos salarios

Amenazas de muerte, entre los problemas que enfrentan docentes

KARINA AVILES

La bomba molotov con mecha de calcetín estaba detrás de una butaca. Dentro del salón, el maestro de historia y sus alumnos de la secundaria 28, en Santa María la Ribera, gritaban infructuosamente para pedir que les abrieran el aula en la que estaban encerrados. Días antes, uno de sus alumnos lo había amenazado: "maestro, lo voy a matar".

La mayoría de profesores afirma que tiene experiencias en la que se da algún tipo de situación violenta, sin dejar de reconocer que no sólo ellos son víctimas, sino que también pueden ser los agresores.

Sin embargo, aseguran, en la actualidad el maestro es objeto de burlas y falta de respeto, generadas por todo un ambiente de tensión socioeconómico y cultural, pero también por los cánones impuestos por el mundo del dinero. Con ese modelo, el profesor es un "perdedor".

Muy atrás, afirma la maestra de la secundaria 28 Olimpia González, quedó la época en que la palabra del maestro era "ley".

"Hay una pérdida de autoridad, auspiciada también por el predominio de modelos que, desde los medios de comunicación, ridiculizan al profesor y lo exhiben como un tonto", sin tomar en cuenta las condiciones reales en que labora, considera, por su parte, el director de la telesecundaria 211, Carlos Velázquez, ubicada en la zona popular de Naucalpan.

El maestro ha perdido su liderazgo y su función de agente de cambio social para convertirse en un "sobreviviente" de las políticas que han desacreditado la profesión y los mantiene atrapados entre el abandono gubernamental, los bajos salarios, la carga excesiva de horas-clase y la falta de capacitación; todo ello, en detrimento del proceso de enseñanza, advierten.

Para muchos, según lo indican, la transformación de su papel en la sociedad contemporánea está vinculada directamente a los nuevos valores promovidos por la política del gran capital, a la que no le importan y, de hecho, le estorban los actores cuya misión es promover un verdadero cambio para mejorar las condiciones de vida del pueblo.

Así, observan que desde la década de los 80 el maestro mexicano ha experimentado la merma de su papel como generador de conciencia, en aras de la subsistencia: "Ya no se tiene tiempo para preparar la clase, para mejorar, para analizar las materias e investigar porque siempre andamos tras el chivo, dando clases aquí y allá para completar", lamenta el profesor Velázquez.

Un día "común" de trabajo

"Yo vi la bomba molotov. Afortunadamente no estalló porque al chico se le olvidó en el salón y no la pudo prender. Encerró a sus compañeros y al maestro de historia en el aula", señala la profesora Olimpia González.

Cuando la mamá del estudiante llegó al plantel, cuenta, señaló que "con razón no había encontrado en su casa la pareja del calcetín". Después afirmó que en la colonia Guerrero los "grandes enseñaban a los chicos a hacer bombas molotov". Y todo fue porque el maestro "no le pasaba el curso, pero también porque había poca interacción del profesor con los estudiantes, a causa de que ya estaba grande".

Olimpia González narra otra experiencia, aunque en esta ocasión ella fue la directamente afectada. Los adolescentes de un grupo de segundo de secundaria estaban hablando con un lenguaje prosaico "y les hice ver que estaban en una institución escolar. Pero me dijeron que yo les faltaba al respeto porque no aceptaba su lenguaje y me tenía que aguantar. '¿Que sus hijos no hablan así? ¡Qué pendejos!', me respondió uno de ellos. A otro le hablé para que se tranquilizara y me contestó: '¿a mí me habla? ¡Ah, pues qué puta!', y le dijo a otro de sus compañeros: '¿a ti por qué no te dice nada?' Y éste último le dijo: 'a mí me lame los güevos'".

Ese tipo de experiencias del maestro en el medio urbano ya es pan de cada día, afirman. Aunque el docente de aula enfrenta ésta y otras realidades: "Que la niña ya está embarazada, que ya abortó. Que los niños llegan con el estómago vacío; les damos para que coman. Que el alumno llegó borracho y hasta el caldo de camarón para la cruda. Que no tiene para el pasaje, le doy para su camión. Que vende drogas, que la niña se dedica a la prostitución".

Así, dice la profesora de la secundaria 137 Norma Ilda Posadas, orientadora educativa, el maestro la hace de confesor, de enfermera, de doctor, de consejero y "hasta de mediador entre los padres que se pelean en la escuela. No es fácil nuestro papel".

Hay que tomar en cuenta también la situación adversa de muchos de estudiantes de escuelas públicas, añade. Son vendedores de discos en el Metro, ambulantes, cargadores, cerillos, obreros...

Por ello, la maestra de español María Elena Vargas Hernández considera que lo que vive el maestro es resultado de una profunda crisis social y económica: "Se vive en una sociedad corrupta, donde ven que quien delinque tiene dinero y poder. Si se les pregunta a los alumnos, muchos dicen que quieren ser narcos. El estudio ya no lo ven con una perspectiva de mejora".

Y el apoyo "institucional" para enfrentar dichas problemáticas "es nulo", destaca el profesor Carlos Velázquez. En la telesecundaria no hay sicólogo ni trabajador social ni médico. La dueña de una farmacia vecina la hace de doctora del plantel. Por eso dice que "el ingenio" del profesor es el que salva las contingencias que a diario enfrenta.

Pero cuando hay problemas, agrega por su parte la profesora Magdalena Martínez Sandoval, "el maestro es el que sale perdiendo, porque nos levantan actas, nos sancionan o nos ponen a disponibilidad".

¡Viva el 15 de mayo!

"Tengo siete grupos. Atiendo uno tras otro. Van desde 35 hasta 42 alumnos. Si divido mi tiempo de clase de 50 minutos entre 40, me queda un minuto para atender a cada uno... A raíz de un préstamo hipotecario, tenía que completar con otro trabajo. A la quincena me quedan 2 mil 990 pesos", expresa la maestra Olimpia González.

A su vez, la directora de la secundaria 88 para trabajadores, Luz María López Mulia, considera: "no podemos concebir un gremio en su totalidad cuando su problemática es tremenda: el cansancio permanente, el estrés, el desgaste emocional y el bajo salario que no permite una verdadera capacitación. ¿Cómo le vas a exigir a un maestro que compre libros u otros materiales cuando te dice: 'maestra, apenas tengo para el pesero'".

La profesora Magdalena Martínez, quien muestra su talón de cheque por 2 mil 323.72 quincenales, cuestiona la capacitación que la Secretaría de Educación Pública les ofrece: "Con uno o dos días, qué formación se pretende?"

Por ello, la profesora María Elena Vargas considera que entre los problemas más sentidos en el magisterio, además de condiciones reales para mejorar su desarrollo docente, está el de la inseguridad laboral, porque la mayoría son interinos que no tienen derecho a subir en el escalafón ni a pedir una comisión para hacer otros estudios, por ejemplo, en posgrado. De manera que la simulación de la enseñanza se refleja en el desempeño profesional y en que la educación que ofrecen a sus alumnos no sea la óptima.

Aún así, dice la directora Luz María López Mulia, hay profesores que festejarán en este 15 de mayo su compromiso con la sociedad y la educación pública.

 
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