Padecieron puñetazos, insultos y amenazas de muerte
Ante la CNDH, mujeres violadas en Michoacán relatan agresión
Ampliar la imagen Una de las jóvenes que fueron agredidas sexualmente por militares habla con su madre en el Consejo Tutelar para Menores Foto: La Jornada Michoacán
Nunca les vieron el rostro. Los militares llegaron a bordo de tres o cuatro camionetas y por la fuerza se metieron a la casa de la señora Carmela. A las mujeres las golpearon con los puños, les cubrieron la cara, les amarraron las manos y les jalaron el cabello. No saben por qué o cómo, pero luego de que estuvieron en un cuartel del Ejército en Michoacán, han tenido un flujo con "olor feo".
Es el testimonio de las cuatro menores de edad, quienes trabajaban en el restaurante La Estrellita, en el municipio de Nocupétaro, y que fueron víctimas de violación y abuso sexual por parte de integrantes del Ejército Mexicano, que supuestamente investigaban los vínculos de la que era su patrona, Carmela, con Los Zetas, en esa localidad.
Las jóvenes estaban juntas en la casa de Carmela, quien había salido a la tienda con una de ellas, cuando llegaron los militares vestidos de negro y camuflados. Eran alrededor de las ocho de la mañana del pasado 2 de mayo.
De inmediato les preguntaron si Carmela tenía mucho dinero, sobre su relación con Los Zetas y la muerte de cinco miembros del Ejército. Ninguna de las jóvenes sabía de qué les hablaban. Sólo una de ellas reconoció a un individuo que le mostraron en una fotografía. Sin embargo, a las cuatro las amarraron, golpearon y se las llevaron para subirlas a un helicóptero.
Las agresiones no cesaron, y estando en el aire las amenazaron con lanzarlas al mar, que serían comida de los tiburones. Uno de los testimonios recabados por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y ahora en poder de instancias federales y estatales, para que inicien las investigaciones, señala que en el trayecto del viaje los militares decían: "al cabo que les gusta que las anden agarrando', les alzaban las faldas, les daban nalgadas, les metieron la mano dentro de los calzones, se los jalaron; también les dijeron que si no querían un cigarrito y una cervecita, 'pinches drogadictas putas', y se burlaban".
Al llegar al cuartel, al que todas identificaron por los dormitorios, a dos de las mujeres les pusieron "algo en la nuca", sintieron caliente y se quedaron dormidas. A otra de ellas le pusieron la mano en la nariz y de inmediato se durmió. Una más sólo pudo decir que en el cuartel "la acostaron en una cama".
En los testimonio también quedó asentado que cuando despertaron las condujeron a una habitación donde "estaban un hombre y una mujer, quienes dijeron que eran doctores". La mujer les pidió a cada una de ellas, por separado, que se quitaran la ropa. A dos de las adolescentes simplemente las miró y no dijo nada más.
A otra de ellas, le señaló que estaba sangrando. Esta chica, de 17 años de edad, refirió además que "le ardía la vagina y le dolía la rajada de su cesárea, y las ingles".
Ella misma había dicho que tenía sed durante el viaje en el helicóptero y obtuvo por respuesta "tienes sed, a ver dame unos mamucos para que se te quite".
Las tres mujeres señalaron que luego de que despertaron sentían dolor en las manos, las cuales estaban hinchadas y moradas, y no sentían sus dedos pulgares.
Otra de las jóvenes, también de 17 años, denunció que luego de que la sacaron del cuartel, la subieron a una camioneta donde un par de soldados también la agredieron sexualmente, "le tocaron las piernas, senos y vagina, y le decía que con ella se iban a quitar las ganas". A ella misma le tocó "una calentadita" dentro de las instalaciones del Ejército, donde le preguntaban por su presunta relación con Los Zetas.
La pusieron contra la pared, con los brazos levantados, alrededor de una hora, aunque tampoco pudo ver a sus interlocutores. Una mujer era la que hacía las preguntas y repartía las cachetadas cuando se enojaba porque la adolescente no le decía lo que quería.
A ella también le tocó estar dentro de una camioneta, probablemente toda una madrugada, durante la cual la ventanas y puertas estuvieron abiertas.
De acuerdo con las versiones de las jóvenes, fueron varias las horas, tal vez los días que las mantuvieron retenidas hasta que las llevaron a las instalaciones de la Agencia Federal de Investigación. Antes de llegar las desamarraron y les quitaron las vendas de la cara. Todas declararon ante el Ministerio Público sobre las agresiones de que fueron víctimas y expresaron su temor por las amenazas que recibieron, pues si denunciaban, les dijeron, sus familias pagarían las consecuencias.