El bailarín y coreógrafo Jaime Razzo creó Muxe, montaje que presenta en el CNA
Reivindican ''la parte femenina de los hombres'' mediante la danza butoh
En Tehuantepec ser homosexual no es mal visto, sino una bendición
Maravilloso, saber que en un pueblito de Oaxaca se respetan las libertades y las identidades, dice Renata Wimer
Ampliar la imagen Jaime Razzo en una escena de Muxe, obra de danza butoh que realiza temporada en el Foro de las Artes Foto: Francisco Olvera
Femenino pero fuerte. Amoroso. El será quien se encargue de cuidar a los niños y viejos, hacer la comida, cultivar la delicadeza, escuchar. En resumen, pues, el ''mejor hijo" que una madre juchiteca puede tener.
Así son los muxes, los hombres homosexuales que, en la tierra del Istmo de Tehuantepec, no sólo no están mal vistos, como sucede en casi todo el país, sino que se les considera una bendición y un punto de referencia tradicional para las familias.
A partir de este fenómeno singular, en el que la feminidad ocupa el lugar preponderante en la vida de una sociedad, el coreógrafo y bailarín Jaime Razzo creó Muxe, obra de danza butoh seleccionada en la convocatoria 2007 del Centro Nacional de las Artes (CNA).
Con la participación del propio autor y Griselda Medina en el escenario, además de la interpretación del violonchelo a cargo de Renata Wimer, el montaje presenta el camino que deben atravesar quienes se reconocen como parte de este ''tercer sexo".
Exaltación de las emociones
Un capullo en forma de falda gigantesca se abre y de ahí emerge el muxe -''mujer" en zapoteco-, con botones de flor por ojos y finos tallos de alcatraz cubriéndole el sexo. Su cuerpo andrógino, contradictorio, parece crujir al ponerse de pie.
Descubre con fascinación el largo pelo de su madre, el contacto de sus manos. Lo alborozan los múltiples falos que orbitan alrededor de él y, ataviado con el traje de tehuana, demuestra su garbo, elegancia y orgullo.
Caracterizado por su gran fuerza expresiva, en la que la angustia, la dicha o la confusión se manifiestan mediante la gestualidad de las manos y el rostro, el estilo de danza butoh surgió en Japón a mediados de los años 50 del siglo pasado.
La exaltación absoluta de las emociones, la improvisación y el contacto del bailarín con su propio inconsciente mientras lo ejecuta, dan lugar a escenas de gran plasticidad dramática, como en la que el muxe sufre la pérdida de su madre y se va hundiendo lentamente en la noche, en medio de una lluvia de pétalos blancos.
Luego de estudiar en Japón con algunos de los bailarines más relevantes de ese país, Razzo formó hace tres años la compañía 0.618, la primera dedicada a cultivar el butoh de manera formal en México mediante presentaciones y talleres.
A ella se incorporó Renata Wimer, quien interactúa con el bailarín en piezas tradicionales de música oaxaqueña, como La Zandunga, Dios nunca muere, La llorona y La martiniana, además de diversas improvisaciones, tocadas con violonchelo y marimba.
''Para mí el tema de los muxes fue todo un descubrimiento. Un pueblito en Oaxaca donde se respetan las libertades, las identidades. Me parece maravillosa esa exaltación de lo humano y el amor a la feminidad que tiene el pueblo oaxaqueño", dijo la intérprete en entrevista con La Jornada.
Una sensibilidad imprescindible
La importancia del papel de los muxes, dijo, no sólo tiene que ver con el respeto a una preferencia sexual, ''sino con la formación de las virtudes de lo femenino: la protección, la belleza, la compasión. Esta obra es la reivindicación de la parte femenina de los hombres; un lenguaje distinto, silencioso, un conocimiento que a veces no es escuchado" y que podría llevarnos a un lugar mejor.
Muxe se presenta los jueves y viernes a las 20 horas, sábados a las 19 y domingo a las 18 horas en el Foro de las Artes del CNA (Río Churubusco 79, estación General Anaya del Metro). La temporada concluirá el 27 de mayo.