El Foro
El huésped
Ampliar la imagen Escena de la cinta del surcoreano Bong Joon-ho
LA CINTA MAS reciente del sudcoreano Bong Joon-ho maneja, en su primera parte, una metáfora perturbadora: la súbita aparición, en pleno centro de Seúl, de un huésped indeseable, un monstruo portador de un virus, cuya capacidad de infección y exterminio masivo es incalculable. La idea de un mal de este tipo, que diezma a poblaciones enteras, no es nueva. David Cronenberg la incorporó como una de sus obsesiones predilectas desde sus primeras películas en los años 70, particularmente en Shivers, con parásitos asesinos que se desplazaban por tuberías y alcantarillas; 30 años después, el director británico Danny Boyle insistiría en una visión apocalíptica, describiendo los estragos de un virus misterioso en Exterminio (28 Days later). En El huésped (The host), el autoritarismo de un militar estadunidense a cargo de un laboratorio químico, quien ordena a un subalterno coreano derramar en un río una sustancia altamente tóxica, en pocos años genera una mutación aterradora. Cuando el monstruo, producto de esa mutación, cobra sus primeras víctimas se presume que en la ciudad los síntomas de la paranoia colectiva son resultado de un virus letal, altamente contagioso.
EL DIRECTOR CONOCE bien la mitología del género fantástico y su variante en el cine de monstruos, desde el japonés Godzilla hasta el depredador marino en Tiburón (Jaws), de Steven Spielberg. Pero la filiación declarada de Joon-ho son las produccciones estadunidenses de terror de los años 50, el Jack Arnold de El monstruo de la laguna negra -reelaborado aquí a partir de otra cinta de culto más reciente-, Alien, el octavo pasajero, de Ridley Scott. El enorme anfibio que surge del río Han es una formidable creación en animatronics que toma prestados aspectos y deformidades de sus célebres predecesores. De aquellas cintas procede también, en buena parte, la acción frenética de los primeros 20 minutos. Nada nuevo entonces, excepto un buen ritmo narrativo y un guión saturado de ocurrencias humorísticas. Si en algunas películas hollywoodenses de horror, la exageración y los diálogos melodramáticos provocan un efecto de humor involuntario, en el sudcoreano el juego es, en cambio, muy deliberado. Joon-ho admite asimismo una intención de crítica social. Nick Roddick (Sight and Sound, diciembre 2006), cuando le pregunta al director qué representa el monstruo, le responde: "Algo para la familia, precisamente todo contra lo que tienen que luchar: el sistema social, el de gobierno, incluso los estadunidenses, responsables del nacimiento de esa criatura. Nadie ayuda aquí a la familia. Todo se concentra en el monstruo". Y, efectivamente, el improbable héroe de la historia, el buen Gang-du (Song Kang-ho), padre de una niña que la criatura rapta en sus primeras embestidas, sale en busca de ella, acompañado del resto de la familia, todos ellos escapando de las autoridades que se empeñan a devolverlos a la cuarentena médica. Prófugos de hospital, forajidos sociales que en el camino se topan con la negligencia policiaca y la corrupción, Gang-du y los suyos escenifican peripecias delirantes y enfrentamientos con la bestia, mientras la pequeña ensaya liberarse a su manera del asedio asesino. Las autoridades se muestran, en efecto, muy torpes y sus aliados estadunidenses, completamente insensibles, cuando no criminales. En medio de este híbrido de terror y de comedia que es El huésped, y de sus metáforas sobre la enfermedad y los miedos colectivos, se insinúa la irreverencia política que ha marcado al joven cine coreano desde inicios de los años 90. Más que una renovación o dislocación del género, lo que revela la cinta de Joon-ho es su capacidad de producir en su propio país un éxito instantáneo, que combina un gran presupuesto con una envidiable libertad artística.