Detienen en Moscú a Kasparov y 27 hombres más que iban a realizar manifestación

Fracasan esfuerzos de Rusia y la UE por lograr un nuevo acuerdo de cooperación

JUAN PABLO DUCH

Moscú, 18 de mayo. Rusia y la Unión Europea (UE), volcados en la búsqueda de alguna fórmula de compromiso este jueves y viernes, no pudieron superar las serias diferencias que les impiden desbloquear la negociación de un nuevo acuerdo de cooperación estratégica que sustituya el actual, cuya vigencia termina en diciembre próximo.

A nadie sorprendió el fracaso -más que anunciado- de la cumbre que celebraron en la residencia oficial de Volzhsky Utios, a orillas del río Volga, corazón de una reserva natural ubicada a unos 150 kilómetros de la ciudad de Samara.

De antemano se sabía que en esta reunión, la número 18 entre Rusia y la UE, no se iba a firmar ningún documento, ni siquiera una declaración conjunta, algo casi obligado en este tipo de citas del más alto nivel, que se realizan dos veces al año.

Y es que no habrá ninguna expectativa de éxito mientras Polonia mantenga su veto a iniciar conversaciones sobre el ambicioso acuerdo, derecho que los polacos ejercieron en respuesta a la prohibición de exportar carne a Rusia y que los demás integrantes de la Europa de los 27 acataron de manera solidaria.

De la ríspida conferencia de prensa se infiere que el anfitrión, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, y sus huéspedes en representación de la UE, la canciller alemana y presidenta de turno de la Unión, Angela Merkel; el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, y la comisaria de Relaciones Exteriores, Benita Ferrero-Waldner, fallaron en el intento por resolver el "problema polaco".

Tanto Merkel como Barroso subrayaron la seriedad del problema, ya que se trata de "exportaciones europeas que no pueden entrar a Rusia", cuando la carne polaca cumple todos los requisitos de calidad y se vende libremente en los países de la UE.

Putin rechazó que el embargo tenga carácter de represalia política como argumenta Polonia, y aseveró que la nación vecina, bajo su etiqueta, "nos quiere vender carne de mala calidad procedente de terceros países".

Tampoco se avanzó en la solución de las recientes controversias de Rusia con Lituania, por el corte de un oleoducto, y con Estonia, por el cambio de sitio del monumento al soldado soviético, que acaban de complicar la negociación del necesario acuerdo de cooperación estratégica.

Con la tensión reflejada en el rostro, Putin, Merkel y Barroso desahogaron ante los medios toda su frustración con una ríspida polémica sobre derechos humanos, a raíz de la detención "preventiva" de cientos de opositores al Kremlin, a quienes se impidió participar en una marcha de protesta en Samara, autorizada por las autoridades.

Se llegó al extremo de detener en uno de los aeropuertos de Moscú, junto con 27 seguidores, a uno de los convocantes de la marcha, Garry Kasparov, ex campeón mundial de ajedrez, bajo el pretexto de que sus "boletos parecían falsos". Dejaron de parecerlo cuando, horas después de la arbitraria retención, ya habían despegado todos los vuelos a Samara.

El permiso concedido a los organizadores establecía "un máximo de mil participantes" en la marcha, pero en la práctica se dejó que acudieran sólo varias decenas, de acuerdo con el guión elaborado en el Kremlin para ridiculizar a la oposición.

Putin tenía lista la respuesta a esa pregunta inevitable: "En lo personal nada tengo en contra de las protestas de esos grupos marginales, sobre todo cuando son tan poco numerosos, siempre que respeten la ley y no molesten a otros ciudadanos".