La era de la discrepancia
''Los mecanismos de difusión tienen siempre un componente azaroso", dice Olivier Debroise en una de las entradas del libro-catálogo que documenta esta muestra. ¡Ya lo creo! En una de las presentaciones de rigor se lee que la Universidad Nacional Autónoma de México aceptó este proyecto, ''para poner remedio a la falta de investigación y documentación sobre el arte de la última parte del siglo XX en México".
El comentario es inexacto: existe investigación y documentación no sólo hasta 1997, sino también sobre lo que va del siglo XXI. Eso no es razón que impida calibrar una exposición que ningún interesado en el campo artístico debería perderse, como la hay también para congratular el libro-catálogo publicado a tiempo, pues salvaguarda momentos que, de no encontrarse consignados, se perderían para las nuevas generaciones.
Discrepo en lo siguiente: los curadores principales se abstuvieron de consultar a algunos protagonistas de otras historias, debido a que si bien es cierto que tanto el libro como la muestra ofrecen una documentada visión de señaladas secuencias, se percibe tendencia a pasar por alto acontecimientos ineludibles, como lo fue el paso del museo Tamayo de la iniciativa privada a la red del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) -una historia tupida de discrepancias- o bien la institución del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.
Es obvio que no puede mostrarse ni ejemplificarse todo, pero quizá la línea adoptada pudo ser más flexible. Para quienes hemos vivido como testigos (y protagonistas en cierto modo) de esas décadas, el resultado obtenido, interesante como es, resulta ''de camada", quiero decir, demasiado grupal, lo que lo vuelve parcial pese al cuidado vertido en el manejo del aparato crítico.
Hay hechos que -de auscultarse- pudieron siquiera mencionarse, aunque tengan carácter anecdótico. Doy un ejemplo: en el correcto ensayo de Pilar García de Germenos sobre el Salón Independiente hay mención de la participación de algunos de sus integrantes en el trabajo colectivo para la Feria Mundial de Osaka, bajo convocatoria de Fernando Gamboa. En efecto, los pintores trabajaron en una bodega de la colonia El Vergel, donde pintaron grandes telas que se exhiben ahora en privilegiado espacio del Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez, en Zacatecas. Pero los más de 350 metros cuadrados de superficie pictórica fueron y vinieron de Osaka en sus respectivos containers: nunca se exhibieron allí. Los museógrafos Guadarrama conocen santo y seña del asunto que está, además, consignado en el libro sobre el mencionado museo zacatecano.
Es cierto lo que afirma Alejandro Navarrete Cortés en un párrafo contundente: ''No hay imagen inocente, ni discurso que la construya que tampoco (más bien que también) lo sea", porque la posición del observador no es pasiva, ''siempre hay injerencia". Y tanto las posibilidades de aceptación, como las de resistencia, obedecen a articulaciones de poder. En los llamados neomexicanismos (término bastante cuestionable que creo fue utilizado por primera vez por mí) hubo obvia visibilidad de las condiciones de género, pero fueron plurales, ya se tratara del escultor Riestra (no representado en la exposición), que de Germán Venegas o de Carla Rippey y Patricia Soriano. Es de hacer notar que no todos fueron profetas del nopal ni siguieron la tónica marcada por Jesús Helguera en sus trabajos para Cigarrera La Moderna, tal y como sí lo hizo Javier de la Garza, que se encuentra bien representado. Este artista practicó antes la pintura abstracta con no desdeñables resultados.
Los neomexicanismos se hicieron moda en tónica posmoderna, bajo esa ''posmodernidad que ignoraba su nombre" (excelente frase wildeiana) que empezó a hacerse consciente probablemente a partir de la exposición Origen y visión: nueva pintura alemana, comisariada por Cristos Joachimides y contactada para el Museo de Arte Moderno por Helen Escobedo, quien para la plaza mexicana fungió como directora huésped, puesto que muy poco antes había dejado la titularidad de ese museo en manos de Oscar Urrutia.
El mismo año Marta Palau, desde el Instituto Michoacano de Cultura, ofreció el tercer Salón de Textil en Miniatura, exhibido inicialmente en la Casa de la Cultura de Morelia y luego en el museo Carrillo Gil, reuniendo artistas escandinavos y mexicanos. Entre estos últimos estaban Manuel Felguérez, Vicente Rojo, Felipe Ehrenberg, Lourdes Grobet, Arnaldo Coen, Oliverio Hinojosa...
El fenómeno de la X Bienal de París, claro que tiene que ver con ''los grupos" (vigentes conforme avanzaban los años setenta) y tuvo baluarte en la misma Helen. Ella puso en el candelero la X Bienal, junto con Ehrenberg, de Proceso pentágono. Pero hay que reconocer que fue Juan José Bremer, entonces director del INBA, quien apoyó el asunto. Manuel Marín, quien estuvo en los grupos e hizo un recuento pormenorizado de los mismos, afirma que llegaron a existir cerca de 40. Mi intención es hacer ver que hay muchas historias paralelas a las Discrepancias y que sería conveniente que se armasen otras ofreciendo visiones alternas.