Chichén Itzá fue vendida a un estadunidense en 75 dólares
En 1895, el arqueólogo estadunidense Edward H. Thompson (1856-1935) compró la plantación henequenera que incluía la zona arqueológica de Chichén Itzá por sólo 75 dólares. Reconstruyó la hacienda que había sido destruida durante la guerra de castas y, ya instalado ahí, se puso a explorar la región (aunque de forma muy somera y con poca técnica arqueológica, en opinión de Peter Schmidt, actual responsable de los estudios arqueológicos que se realizan en Chichén Itzá).
Thompson fue el primero en investigar el cenote sagrado, en el cual encontraron cientos de piezas de oro y jade, que sacó del país y ahora se encuentran en el museo Peabody, de la Universidad de Harvard.
En 1926, el gobierno mexicano expropió las tierras y demandó a Thompson, acusándolo de haberse apropiado de manera ilegal del patrimonio, pero la Suprema Corte de Justicia de la Nación falló en favor del estadunidense en 1945. Aunque el arqueólogo había fallecido en 1935, la propiedad fue devuelta a sus herederos.
En una parte del predio, el estadunidense había alojado a sus colegas del Instituto Carnegie, de Washington, quienes permanecieron en la zona por dos décadas.
Hacia el año de 1918 llegó Sylvanus Morley, un arqueólogo que se puso a restaurar la antigua ciudad maya de Chichén Itzá (reconstruyó El Castillo). Para el financiamiento de su proyecto, Morley propuso un sistema de contribuciones provenientes de suscripciones públicas, que además tenía la intención de estimular el turismo en la zona.
En los años 30, Fernando Barbachano Peón adquirió las propiedades de los herederos de Thompson y se puso a construir hoteles, entre ellos el Hacienda Chichén Resort (que cuenta con 28 habitaciones) y el Mayaland (95 habitaciones, tres suites, una de ellas presidencial).
En esta zona arqueológica yucateca también se asienta el hotel Club Med Villas (43 habitaciones).