Esperanzas
Jeffrey Sachs es catedrático de Economía y director del Instituto de la Tierra en la Universidad de Columbia, y por muchos años ha sido asesor sobre cuestiones de desarrollo socioeconómico en América Latina.
Muchos economistas latinoamericanos que de los años 40 hasta los años 70 buscaron insistentemente formas de hallar vías al desarrollo de América Latina, en general han tenido en alto aprecio los análisis y las propuestas de política de Sachs. Infortunadamente, las buenas ideas no son suficientes por ellas mismas para convertirse en hechos prácticos, y en el fondo del asunto ha estado siempre una correlación de fuerzas político económicas latinoamericanas, altamente desfavorable al desarrollo, porque los beneficiados han medrado a costa del subdesarrollo y de él han arrancado las canonjías y privilegios que los han enriquecido. Es claro que la otra cara de este lamentable tercermundismo ha sido la indigencia y la pobreza de grandes masas que no han tenido, en décadas y más décadas, acceso a la salud, a la educación, a empleos mínimamente bien remunerados.
En un artículo reciente (El País, 27/5/07) Sachs hace un contraste entre lo que ocurre hoy en el Banco Mundial (BM), con los actos corruptos de Paul Wolfowitz, y los acuerdos recientes a los que ha llegado China con el Banco Africano de Desarrollo (BAD) y con algunos países africanos que viven un momento de estabilidad política mínima como para echar a andar proyectos elementales, al tiempo que muy prometedores, de desarrollo de esas economías hasta ahora olvidadas por el mundo desarrollado.
Sachs acaba de estar presente en una reunión del BAD y tuvo ocasión de ver y oír cómo la sencilla sensatez de las autoridades chinas elevaba verticalmente la posición geopolítica del gran país asiático en Africa que, es de esperarse, abarcará a un número creciente de países africanos.
Las autoridades chinas dijeron cosas elementales: el papel decisivo de las inversiones públicas, especialmente en agricultura y en infraestructura, como vía para sentar las bases de un crecimiento que después esté dirigido por el sector privado. "En una economía rural, pobre y hambrienta, como era China en los años 70 y es hoy la mayor parte de Africa, aumentar la productividad agraria es un punto de partida fundamental. Los pequeños agricultores necesitan las ventajas que proporcionan los fertilizantes, los regadíos y las semillas de alto rendimiento, elementos que constituyeron la base del despegue económico de China", se oyó que decían los chinos a los funcionarios africanos.
"También son necesarias otras dos grandes clases de inversiones: carreteras y electricidad, sin las que no puede existir una economía moderna, porque los agricultores podrían aumentar su producción, pero no podrían llevarla a la ciudad, ni la ciudad podría enviar suministros al campo. Los representantes chinos destacaron que el gobierno ha hecho un gran esfuerzo para garantizar que la red de electricidad y transporte llegue a todos los pueblos de su país." Elemental.
Pero China no sólo da consejos; está dispuesta a ayudar a Africa de forma sustancial en los sectores de la agricultura, las carreteras, la energía, la sanidad y la educación, y las autoridades africanas saben que no están hablando con europeos y estadunidenses: lo que prometen, lo cumplen. Hace rato que China está financiando o directamente construyendo infraestructura básica por todo Africa. Y más allá, los chinos hablaron de las nuevas variedades de arroz de alto rendimiento, que están dispuestos a compartir con sus colegas africanos, así como se comprometieron a formar investigadores agrarios de alto nivel, para multiplicar la productividad agrícola en diversas regiones, especialmente del Africa subsahariana.
En contraste el BM, bajo el bárbaro influjo de Reagan y de la nefasta señora Thatcher, logró que Africa (así como otras regiones pobres) recortara o eliminara las inversiones y los servicios oficiales y abandonara a los agricultores pobres a su suerte. El resultado para Africa fue desastroso, con decenios de estancamiento de la productividad agraria. Asimismo, el BM fomentó la privatización de los sistemas nacionales de salud, el abastecimiento de agua y las redes de carreteras y electricidad, y disminuyó seriamente los fondos destinados a esos sectores decisivos: los despiadados jueguitos neoliberales.
En adelante tendremos no sólo una esgrima argumental con la estupidez neoliberal, sino que será posible poner sobre la mesa los datos duros de resultados sociales tangibles, como los que veremos en Africa surgir; habrá razones para abandonar el neoliberalismo en todo el ex tercer mundo. Nadie se va a morir, menos ahora (me refiero al futuro humano), en un mundo en el que la esperanza empieza a asomarse con la determinación de quien nada tiene por perder y tiene todo por ganar.
Las alianzas de Lula con India muestran un campo de posibilidades envidiable. El terco no de Argentina al FMI y al BM muestra que esos leones no son como los pintan. Sí se puede.