Usted está aquí: jueves 31 de mayo de 2007 Economía México SA

México SA

Carlos Fernández-Vega

Rapiña bancaria

Morosidad enciende focos rojos en créditos

Espeluznante recuerdo del crack de 1995

Doce años después la historia parece repetirse

Sistemáticamente por ellos negada la posibilidad -a todas luces real- de una nueva sacudida financiera por el desenfrenado otorgamiento de tarjetas de crédito, parece que la realidad comienza a ubicar a la banca que opera en el país, la cual, dadas las señales de alarma encendidas de tiempo atrás, decidió "quitar un poco el pie del acelerador" en su desmedida política de crédito al consumo, vía dinero de plástico.

Mes tras mes, desde hace muchos, crece la morosidad en tarjetas de crédito, pero la respuesta de la banca para contener tal incremento ha sido la desproporcionada impresión de dinero de plástico a lo largo y ancho de la República sin medir consecuencias, porque es uno de sus más jugosos negocios.

A qué grado habrá llegado la cosa que, tardíamente, se da por enterada y decide "quitar el pie del acelerador del crédito al consumo", porque en plena desaceleración económica y con perspectivas no muy gratas la morosidad, de tono carmesí, agarra velocidad, de la mano de la ambición e imprudencia bancarias.

Después de por lo menos tres años de sostenido crecimiento a tasas cercanas a 50 por ciento anual, como lo subraya La Jornada (Roberto González Amador) en su edición del miércoles, "el crédito de la banca privada al consumo entró en una fase de desaceleración. La pausa ocurre en momentos en que el disparo en la morosidad entre los usuarios de tarjetas de crédito ha prendido señales de alerta entre autoridades, y cuando la economía en general entró en una pausa de dinamismo. La cartera vencida en tarjeta de crédito, para todo el sistema bancario, se situó en marzo pasado en 14 mil 138.7 millones de pesos, 111.29 por ciento más que en el mismo mes del año previo, según la información del banco central".

Las tarjetas de crédito (las modernas tiendas de raya) significan uno de los más suculentos negocios para los bancos, pero para millones de usuarios representan un irreal cuan costoso "complemento" de sus menguadas quincenas, de tal suerte que su utilización, más temprano que tarde, los asfixia financieramente y los pone a disposición de la rapiña bancaria.

Nadie quiere recordar el espeluznante crack bancario de 1995 (aunque 12 años después las secuelas están más que presentes en la realidad económica del país), ni las razones -a todas luces evitables- que llevaron al país a esa zona pantanosa, pero es tal la ambición de los barones del dinero que no cae mal recordar (para evitar nuevos "sustos") qué pasaba en aquellos dorados tiempos de la reprivatización salinista de las instituciones de crédito, a unos pocos meses de hundirse el barco.

Al cierre del primer semestre de 1994, la cartera vencida de las 18 instituciones de la banca comercial reprivatizada, más el banco Obrero (todas con presencia en el mercado antes del otorgamiento de nuevas concesiones) significaba ya el 96.2 por ciento de su capital contable, situación que contrasta negativamente con la proporción registrada entre ambos indicadores en diciembre de 1991 (antes de su venta al capital privado), cuando fue de 35.52 por ciento.

Año tras año el margen de maniobra de dichas instituciones se fue reduciendo, pues en 1992 (primer años de la reprivatización) la cartera vencida significó el 64.37 por ciento del capital contable; en 1993 se incrementó a 82.66 por ciento y, como se menciona, en el primer semestre de 1994 al 96.2 por ciento.

En los tres primeros años de reprivatización, el capital contable de esas 19 instituciones bancarias creció 96.26 por ciento, mientras que la cartera vencida lo hizo en 431.52 por ciento. De hecho, ni siquiera aplicando íntegramente las utilidades acumuladas en el periodo (casi 23 mil millones de nuevos pesos, equivalentes al 61 por ciento del precio que se pagó por los bancos) podría paliarse el lastre que significaba la cartera vencida en el margen de maniobra de la banca comercial.

Las cifras anteriores, de la Comisión Nacional Bancaria, corresponden a los totales del sistema bancario comercial (sin considerar nuevas concesiones), pero en el desglose hay instituciones que presentaban signos de verdadera asfixia, Banco de Oriente (posteriormente engullido por el BBVA) la primera de ellas, pues su cartera vencida resultaba 185.23 por ciento superior a su capital contable.

El Banco Obrero (la cartera personal de Fidel Velázquez, la Güera Rodríguez Alcaine y demás "líderes" sindicales) reportó una cartera vencida 150 por ciento superior a su capital contable; la de Serfin (hoy Santander), el 143 por ciento; la de Multibanco Comermex (ahora Scotia Bank) 134 por ciento; Bancreser 101 por ciento; Unión y Cremi (engullidas por el BBVA) 121 y 137 por ciento, respectivamente, y así por el estilo. Banamex y Bancomer (hoy de Citigroup y al BBVA, en cada caso) "sólo" reportaban una cartera vencida equivalente al 83.23 y 87.5 por ciento de sus respectivos capitales contables.

Desde entonces, la Secretaría de Hacienda aseguraba que "se fijarán mecanismos para que los bancos tengan mejor control de sus riesgos". Ya sabemos qué sucedió, pero el riesgo es que 12 años después la historia se repita.

Las rebanadas del pastel

De la lectoría y la "reforma" a la Ley del ISSSTE: "efectivamente, así como lo expresan los que (desde Zacatecas) te enviaron el análisis, en todas las dependencias de salud es lo mismo. Soy ingeniero biomédico y tengo 15 años de experiencia en cirugía de mínima invasión, y conozco todos esos puntos a los que se refieren. La corrupción, el mal trato a los médicos, las licitaciones fraudulentas, etcétera, son el pan de cada día. Este Calderón cree que por decreto las cosas se solucionan, pero en realidad no hace nada para el mejoramiento de los servicios de salud, es un demagogo" (Alvaro Albarrán González, [email protected])... Ayer, al inquilino de Los Pinos le dio por contar chistes: "en México manda el Estado, la fuerza del Estado representada en el gobierno, y no en otros poderes de facto". Y hoy, otro chascarrillo: el Plan Nacional de Desarrollo.

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