La escena como verdad esencial
Sin duda, Juan José Gurrola es entre nuestros directores el que con mayor claridad utiliza la escena con el propósito experimental en el sentido más alto de la palabra, en el sentido de buscar la combinación de una serie de elementos para llegar a un resultado desconocido hasta entonces, para llegar a una nueva verdad, que es precisamente la que el artista desea comunicarnos. Pero la variedad, la dirección casi opuesta de los elementos con que realiza esa experimentación nos entrega en sí misma uno de sus sentidos. Gurrola es un director para quien la verdad primera y esencial del teatro se encuentra en la escena misma, en su realidad como ámbito natural de su necesidad de expresión, con un atractivo propio, que contiene en sí la posibilidad de develar la verdad que él busca. Por esto al director le es indiferente, en cierto sentido, el tipo de género de teatro que realice. Los textos con su contenido particular, son para él un pretexto que le de acceso a una realidad más amplia, la realidad del Teatro, con mayúscula. Esto no quiere decir que traicione las obras, sino que como director utiliza la necesidad de llegar a su verdad de esas obras para alcanzar otra más amplia que la contiene sin anular sus particularidades. Para él la puesta en escena es una auténtica transustantación por medio de la cual un elemento aborda al otro dándole una nueva existencia. Y esta particular concepción es la que determina su estilo. El teatro se convierte para él en un fin. Su búsqueda está encaminada a despertar antes que nada la relación entre este espacio abstracto con una magia propia que es la escena y el espectador. Y lo que interesa es investigar qué efectos le produce la comunicación de esta relación secreta entre la escena y el espectador al ponerla en movimiento. En ellos encuentra su área como artista, porque lo que la oportunidad de contemplar esta serie de realizaciones en conjunto nos entrega antes que nada es la indudable dimensión creadora de la tarea de Gurrola. Por esto, del conjunto de representaciones se desprende una sola voluntad: la de jugar el serio juego del arte con el Teatro para entregarnos su realidad una realidad que el director ve distinta y cree susceptible de trasladarnos a otro ambiente durante el breve tiempo de la escenificación, un ámbito con reglas propias que revela un nuevo orden.
El director está jugando, pero su mismo amor de artista le ha dado un completo conocimiento de las reglas del juego. Sabe que cada obra contiene una verdad independiente que debe ser absorbida, pero sabe también que esto sólo puede lograrse mostrando esa verdad para que alimente a la otra. Juan José Gurrola parte de su amor a la escena para irnos mostrando las obras mediante un método que descansa en el conocimiento del valor casi absoluto de la sorpresa en ella. Muy pocos directores son capaces de extraer de un texto todas las inesperadas posibilidades de concepción escénicas que él encuentra en el acto de crear esa nueva realidad.
Texto del autor cedido a La Jornada por la revista Generación, año XII, número 31, diciembre de 2000-enero de 2001