¿Y los derechos humanos?
El presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) debería, se supone, defender estos derechos. Pero, por el contrario, ha hecho declaraciones que los niegan. Primero fueron las que atribuían muerte por enfermedad a la de la anciana violada y asesinada en Zongolica, Veracruz. Luego, atacando la legislación que despenaliza el aborto en la capital de la República.
En este último caso, el ataque no fue sólo verbal, sino con una impugnación legal, junto con otra de la procuraduría federal, contra la legislación emitida, precisamente, por el órgano legislativo del Distrito Federal. Con esto, apunta a que sigan las muertes de mujeres que recurren al aborto ilegal. Apunta a que sigan los casos de niñas y niños no deseados, que no tienen una vida normal, que tienen una vida de marginalidad. El presidente de la CNDH atenta contra el derecho a la vida, contra el derecho a la salud, contra el derecho de las mujeres a incidir, con ayuda médica, sobre su propio cuerpo. Es casi una burla que se llame defensor de los derechos humanos a quien los agrede de palabra y en los hechos.
Esto es parte de una ofensiva general de la derecha. Se quiere dar un enfoque religioso a un problema social y de salud. Y se sigue usando el término "cruzada" como si no hubieran sido las Cruzadas de la Edad Media, de las cuales muchos derechistas parecen haber salido, un verdadero desastre para quienes en ellas se embarcaron.
No quieren mirar alrededor. En Europa occidental, este tipo de medidas se tomó desde hace décadas, incluso en países en los que la Iglesia más fuerte es la católica, como Francia.
Con estas posiciones, la derecha se ha aislado, por lo menos en este punto. Los demás legisladores votaron en favor de la despenalización. Y en el terreno de la discusión pública, el aislamiento de los reaccionarios es también evidente.
Este proceso seguirá. No sólo continuará en el terreno judicial, sino en el de la discusión pública. Ya esta derecha tan terca se aferra a lo que ya es su derrota, por ejemplo en la Asamblea Legislativa, para lanzarse sólo a una derrota aún mayor, como lo hicieron sus maestros en las Cruzadas de la Edad Media.
Estas batallas perdidas en defensa, para usar la expresión, del siglo xvi (ya despuesito de la Edad Media, para que no digan) frente a los embates del siglo xxi, contribuyen al desgaste de la derecha. Y este desgaste se suma al de los costos políticos de los que hablábamos aquí la semana pasada: las movilizaciones, paros y en general la resistencia contra las modificaciones legales al Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, y los sucesos en torno a las elecciones de Yucatán, que incluyen la pérdida de la gubernatura y otras posiciones por el Partido Acción Nacional y las divisiones entre panistas y entre priístas.
A diferencia de otros casos, en el de la despenalización del aborto sí hay un gran sector victorioso: no sólo la izquierda, sino todos los partidarios de la separación de la Iglesia y el Estado, y dentro de ellos los movimientos por la equidad de trato al sexo femenino.