Eje Central
Un secuestro
¿Sigues llorando? No fue para tanto: sólo unas cortaditas. Nada en comparación con los raspones que te dabas cuando te caías de nuestro árbol en San Alvaro. No estoy exagerando. Era nuestro: ningún cabroncito del barrio podía subirse al árbol a menos que le diéramos chance.
Tobías salta de la mesa en que se hallaba sentado, saca de su chaleco de miliciano un pañuelo y se aproxima a Marisa. Ella retrocede hasta tocar la pared con la espalda. El gesto de rechazo disgusta a Tobías:
-Te lo estoy ofreciendo en buena onda -arroja el pañuelo-. Puedes alcanzarlo. Anda, haz un pequeño esfuerzo y tómalo. Debes limpiarte: no te ves bien con la cara batida de lágrimas y mocos. Cuando éramos niños una vez me comí tus mocos verdes. Escurrían gruesos, densos y se me antojaron. ¿Qué quieres? Cosas de chamacos. ¿Por qué escondes la cabeza entre las rodillas? Ya lo sé: te dio vergüenza lo que dije.
-Eres tú quien no quiere oírme. Si lo hicieras, no me tendrías aquí -Marisa observa con horror la cinta canela que ata sus muñecas y sus tobillos-. No puedo creer lo que me está sucediendo.
-Pues más te vale que lo creas. Todo es real. Si piensas que estás soñando, pellízcate. Lo haces muy bien. Tuviste una buena entrenadora: la madre Eduviges -Tobías se frota el brazo-. Me parece que aún tengo los moretones que me dejaste sólo porque no me supe el Credo.
-La madre Eduviges me ordenaba que les diera un pellizco a quienes no se supiesen las oraciones.
-¡Qué obediente! -Tobías se vuelve y mira hacia la calle por la ventana al- ta y muy estrecha, apenas un respiradero-. Eso también es cosa de familia. Traemos en la sangre los genes de la obediencia. Mi amigo Benny me ordenó que te invitara a salir y lo hice.
-¿Fue idea suya?
-Fifty-fifty. Digamos que a él se le ocurrió lo del secuestro y yo diseñé la logística. Qué palabrita, ¿no? Suena bien. La usan los profesionales. ¿No los has oído en la tele cuando los atrapan? Salen panzones, mal vestidos, todos madreados; se nota que se están cagando de miedo, pero ni así olvidan la palabrita "logística".
-¿Por qué lo hiciste?
-Bien que lo sabes ¡no te hagas! Por dinero y no porque te odie ni nada por el estilo -Tobías escucha los gemidos de Marisa-. No te estoy lastimando. ¿Por qué lloras?
-Tengo miedo. Todo es tan horrible. No sé dónde estoy, no comprendo -Marisa cierra los ojos y agita la cabeza-. Somos primos hermanos, por nuestras venas corre la misma sangre, pero no te importó.
Tobías se hinca ante su prisionera y con suavidad la toma por el mentón:
-Nada de eso cambiará, no te preocupes. Seguiremos siendo primos y por nuestras venas correrá siempre la sangre de los Márquez Tapia -alcanza el cutter que está en el suelo y, ante el horror de Marisa, se hiere el índice izquierdo-. ¿Ves mi sangre? ¿La ves?
-¡La veo, la veo!
-Es tan roja como la tuya, ¿o no? -se lleva el dedo a la boca y le da un lengüetazo-. Sabe dulce. Pruébala. Dame gusto, después de todo yo probé tus mocos.
Marisa se resiste a abrir los labios, pero él la sujeta por la mandíbula y la obliga a chupar la sangre. La joven se estremece y escupe.
-¡Me das asco, eres un monstruo! Esto no te lo voy a perdonar nunca.
-"Yo sé que nunca /besaré tu boca..." Tu mamá canta esa canción siempre que se empeda en las fiestecitas familiares -Tobías se acaricia el cuello-. Aunque no me lo creas, de toda esta bronca una de las cosas que más me duele es que ya no podré asistir a las pachangas en tu casa.
-Ojalá que mi padre te refunda en la cárcel.
-Mejor que me suelte el milloncejo -Tobías se levanta y se despereza-. Tengo sueño. Llevamos siete horas encerrados en este pinche cuarto tan feo y ya me aburrí. Si al menos hubiera una tele o de perdida un radio...
-¡Desalmado! No sé cómo puedes preocuparte por cosas tan estúpidas cuando me está sucediendo algo tan espantoso -siente la mirada gélida de Tobías y modifica su tono-. Te lo suplico, déjame ir. No lo hagas por mí, sino por mi padre. Está enfermo y no tiene el dinero que le pides.
-Puede conseguirlo. Y más vale que lo haga rápido. Cuando Benny se impacienta le entra la loquera y se le ocurren unas cosas que hasta a mí me asustan -regresa al lado de Marisa y se inclina para mirarla de cerca-. No te preocupes por tu hombro, no te quedará cicatriz. Benny sólo te hizo unos cuantos rasguñitos. Lo conozco y estoy seguro de que no actuó con mala intención. Nada más quería que tu papi oyera los grititos de su nena de oro.
-Está enfermo del corazón. Pudo morirse del susto.
-A todos nos sucederá lo mismo tarde o temprano, pero antes debemos cumplir con nuestras obligaciones. La de mi tío Anselmo es reunir el milloncejo antes de que a Benny se le ocurra arrancarte un dedito por aquí, otro por allá. Tienes 10, así que hay mucha tela de donde cortar.
Marisa cierra los puños y tensa el cuerpo tembloroso:
-No permitas que me haga eso. Por lo que más quieras, que no me vaya a cortar los dedos.
-¿Por qué te importan tanto? ¿Piensas ser pianista para compensar a mi tía Josefina? Ella me contó que el bueno de tu papacito le prohibió que se dedicara a la artisteada -sus ojos brillan de malicia y lanza un puñetazo-. ¡Chin! ¿Cómo no lo había pensado? Si tu jefe se muere mi tía quedará libre para cumplir sus sueños de tocar en público. Me lo contó una vez que se le subieron las copas. Aquí entre nos, ¿mi tía es alcohólica? Primita, habla sin miedo. No se lo diré a nadie; ya sabes, "la ropa sucia se lava en casa".
-Cuando mi padre se entere de que has estado detrás de todo esto...
-No dirá ni pío, entre otras cosas porque no va a saberlo, y jamás va a imaginarse que yo, dizque su sobrino consentido...
-Se lo diré, le haré ver la clase de maldito que eres.
-¿Quién te entiende? Primero me sales con que estás preocupadísima porque a tu papá puede darle un infarto y luego parece que no te importa matarlo.
Tobías se coloca detrás de la mesa:
-Si sabe que el hijo de su única hermana, fíjate bien, fue capaz de secuestrarte, sentirá una gran decepción y su corazoncito... ¡paf! ¡Estallará! ¿Entendiste, o quieres que te lo diga más claro?
-Si supieras cuánto, cuánto te aborrezco.
-¿Sólo porque hablo con la verdad? -Tobías suspira-. Me decepcionas. Aunque no me creas, voy a decirte otra cosa que es cierta: si no quiero que me denuncies con tu jefe es porque lo aprecio y sentiría mucho verlo estallar.
-Sí, lo aprecias tanto que mira lo que nos estás haciendo.
-No me quedó otro remedio. ¿Sabes cuánto tiempo llevo buscando trabajo? Dos años. ¿Y qué he encontrado? ¡Nada! De otro modo tal vez no hubiera conocido a Benny. Pero la cosa está hecha y ¡ni remedio! Qué tipo, ¿eh? Más listo que una zorra y sin corazón. Nunca se morirá de un infarto -celebra su broma con una sonrisa-. Lo admiro: el cabrón me envolvió y no supe ni a qué horas.
-Como todos los criminales, ahora le echarás la culpa a él.
-No, para nada, sólo reconozco que fui un pendejo hablándole de la familia, contándole de la ferretería de tu papá, de las fiestecitas en tu casa, de ti. Me hizo creer que le fascinaba oírme porque él nunca tuvo familia. Jamás se me ocurrió que sólo reunía información para tu secuestro.
-Y cuando lo supiste, ¿por qué no lo denunciaste?
-Ambición, miedo... Trata de entender: cuando quise zafarme ya no pude.
-¡Vámonos, Tobías! Te juro que no le diré nada a mi padre.
-¿Irnos? Imposible. Benny lo sabe todo de mí. Si lo traiciono, manda a su pandilla a que me busque y me acaban.
-Te lo ruego: ¡vámonos! Podemos denunciar a Benny ante la policía, explicarle cómo sucedió todo. Lo comprenderán, estoy segura.
-Necesito el dinero -Tobías va a sentarse al lado de Marisa; junta los pies y las manos como si él también las tuviera atadas con cinta canela-. Cuando Benny me propuso el plan codiciaba los 500 mil pesos para darme la buena vida que nunca he tenido ni tendré; ahora nada más los quiero para irme adonde nadie sepa nada de mi familia y Benny no pueda encontrarme. Eso va a ser lo más cañón.
-Ni creas que me conmueves. No siento lástima por ti, sólo desprecio y horror.
-No estoy para sermones -Tobías mira de reojo a su prima-. Sé que me odias y que nunca quieres oír la verdad, pero de todas formas voy a decírtela: cuando esté lejos extrañaré las fiestecitas en tu casa... Pero "yo sé que nunca", como dice la canción.