La COCEI
Ampliar la imagen Rufino Tamayo Foto: Archivo
Ampliar la imagen Francisco Toledo Foto: Ezequiel Leyva
En 1981, por primera vez, la Coalición Obrero Campesino Estudiantil del Istmo de Tehuantepec (COCEI) ga-nó sorpresivamente las elecciones municipales de Juchitán, Oaxaca. Nunca había sucedido que en algún municipio ganara otro partido que el PRI, y la COCEI -una liga de jóvenes que estudiaban ciencias políticas en la UNAM (entre ellos Manuel López Mateos) y tenía relación con estudiantes y campesinos de Juchitán- logró ese triunfo que asombró al resto del país. La COCEI demostró que era capaz de movilizar a más de 10 mil personas y de quitar, si así lo decidía, al entonces gobernador del estado, como antes los juchitecos derrotaron a los franceses en Tehuantepec, en 1866. De por sí, Oaxaca ha sido considerado un estado heroico. Con razón dijo Alvaro Obregón: "No hay un panteón en la República donde no esté un juchiteco muerto por la causa de la Revolución Mexicana". Juchitán dio a la Revolución 10 generales, mil hombres y muchas soldaderas que cargaban el máuser a su hombre. Por algo Oaxaca es cuna de Benito Juárez y de los hermanos Flores Magón, de Rufino Tamayo y de Francisco Toledo.
El hecho de que triunfara la izquierda por primera vez desde la Revolución Mexicana atemorizó a muchos. Habría que leer a dos grandes observadores: Howard B. Campbell y Jeffrey Rubin, de la Universidad de Harvard. Aún recuerdo el júbilo en el palacio municipal, en el mercado, en el zócalo y en las enaguas floreadas de las mujeres cuando la COCEI ganó las elecciones. Celebraban su victoria a gritos y abrazos, y brindaban a brazo levantado con su "coronita" que centelleaba como una mariposa amarilla. Los aretes de pescaditos de oro, las argollas, las cadenas de muchas monedas, los cabellos trenzados con flores y cintas de colores eran una gloria. Allá fuimos a acompañarlos Rosario Ibarra de Piedra, Fernando Benítez y muchos otros simpatizantes de Francisco Toledo, Leopoldo de Gyves, Víctor de la Cruz, Héctor Sánchez y su hermano (asesinado en 2003, a los 49 años, Carlos Sánchez López), Macario Matus (que se vino a México a trabajar como periodista en El Día) y otros luchadores como los Pineda, los López Nelio, los López Lena, los López Chiñas, los López Miro, los López Rosado, los Rasgado, los Matus, los Petrikowsky, los Castillejos y tantos apellidos más del istmo. A la sombra de los tamarindos, el municipio de Juchitán se convirtió en uno de los primeros en ser gobernados por un partido de izquierda desde la Revolución Mexicana, pero a pesar del júbilo, dentro de Palacio Nacional era difícil olvidar las veces en que la policía entró y capturó a los militantes para encarcelarlos, allanar sus casas y saquearlas, torturarlos y asesinarlos.
En los años 70 ser simpatizante activos de la COCEI era una prueba de fuego.
Bajo la COCEI, el municipio de Juchitán se volvió centro de uno de los movimientos culturales indígenas más activos de América Latina. Nadie defiende sus valores como Oaxaca, nadie su idioma, nadie su tesoro artístico. Y aquí cabría mencionar de nuevo a Francisco Toledo. La defensa de la propia cultura impulsó como en ningún otro estado los propios valores, el zapoteco, las costumbres, y como en Oaxaca hay muchos grupos étnicos, suaves, chontales, zoques y mixes, éstos se volvieron de una riqueza formidable.
Todos sabemos que si hay un estado indígena en México ése es Oaxaca y si hay un estado politizado, también es Oaxaca. Los campesinos e indígenas oaxaqueños siempre han luchado en contra de las intervenciones del Estado, y la COCEI fue uno de los resultados de esa lucha. La organización que crearon era muy aguerrida. No se dejaba ni se vendía.
Apoyada por campesinos sin tierra y pequeños propietarios, la COCEI abrazó la causa de los pobres por la propiedad comunal de la tierra. Exigió la democracia municipal, la formación de sindicatos y el trabajo comunal. Se centró en el crédito agrícola y, desde luego, en la disputa por la tierra. La COCEI hizo plantones, huelgas de hambre y movilizaciones masivas para recuperar el territorio comunal y organizó invasiones. Su fuerza principal radicó en su agrarismo. Enarboló y defendió la causa de los artesanos, la de los pescadores. Protegió a las antiguas tradiciones y culturas. Además de su riqueza prehispánica, probablemente sea Oaxaca el estado que más instancias culturales tiene entre museos, como el IAGO y el MACO, jardines botánicos, institutos, bibliotecas, hemerotecas, cines culturales como El Pochote (asistí al estreno de Los muxes). En Oaxaca se exponen continuamente fotografías de Manuel Alvarez Bravo, así como de Graciela Iturbide, Rafael Donís y quien sabe cuántos más. En esa época, Toledo hizo la serie de grabados Libertad para Víctor Yodo. Verónica Volkov, Miriam Moscona, Víctor Terán y Víctor de la Cruz publicaron con frecuencia en Guchachi' Reza (Iguana rajada) y se vieron traducidos al zapoteco, bueno Víctor de la Cruz no, porque es zapoteco. Oaxaca tiene la biblioteca especializada en arte y arquitectura más importante del país, su colección de gráfica va de Durero a José Guadalupe Posada y Leopoldo Méndez, además de Rembrandt; la única biblioteca braille; una fonoteca, y una fábrica de papel hecho a mano con fibras naturales, etcétera. Este inusual florecimiento hizo que surgieran muchos escritores en lengua indígena y muchos imitadores de la pintura de Toledo. También a imitación de la COCEI, otros municipios que querían sacar al PRI del poder tomaron su alcaldía, pero fueron brutalmente reprimidos.
Uno de los proyectos importantes de la COCEI fue la fundación de una radiodifusora que sirviera de caja de resonancia a su movimiento. Tener comunicación más allá de la plaza y sus alrededores era su objetivo, pero el primer problema surgió pronto: "¿Se va hablar en español o se va a hablar en zapoteco?", "¿o se va hablar en zapoñol?" Ya lo dije, pero es que me parece bien significativo. Oaxaca es uno de los estados que mejor defiende su patrimonio cultural, en parte, gracias a Toledo. Un ingeniero de Guerrero vino a hacer la instalación de la antena y enseñó a los oyentes cómo encontrar la señal. Marta Acevedo, enviada de Radio Educación, se dedicó a la programación y discutió y planeó las transmisiones, y hasta los niños tuvieron su propio programa. Irma Pineda, poetisa, era una niña de ocho o nueve años, nieta del desaparecido César Pineda. Por allí también andaban los herederos de Víctor Yodo. En varias ocasiones, miembros de la COCEI fueron más que maltratados. A Francisco Toledo y Víctor de la Cruz los persiguieron y los golpearon. Conservó una imagen de ellos corriendo por un campo de maíz con la policía detrás de ellos, pero no sé si es producto de mi imaginación. Los empresarios de las dos radios comerciales priístas encimaron su señal sobre la de la COCEI e hicieron todo para eliminarla, pero a pesar del acoso los juchitecos movían el dial para encontrar la estación de la COCEI en determinado kilohertz. De seis de la mañana a ocho el programa era para campesinos que planteaban demandas con coraje e inteligencia. Además de los consabidos programas de música, se hicieron programas para mujeres comerciantes y amas de casa. Radio Educación envió con Marta Acevedo series como Hasta no verte Jesús mío, dicho por la actriz María Teresa Rivas. Cuento esto porque en uno de mis viajes a Juchitan acompañé a Marta Acevedo a tapizar la cabina con cajas de huevo para aislar el sonido. Sólo había dinero para comprar lo indispensable y las pedí regaladas de casa en casa. "¿Ah, vienes aquí a dónde se baten los huevos?", se burlaban de mí porque en Juchitán tienen fijación en los huevos. Total, todo gira en torno a huevos.