Usted está aquí: domingo 3 de junio de 2007 Opinión G-8: violencia y pocas esperanzas

Editorial

G-8: violencia y pocas esperanzas

La violencia irrumpió una vez más en vísperas de una cumbre del Grupo de los Ocho (G-8, formado por las naciones más industrializadas: Alemania, Estados Unidos, Canadá, Japón, Francia, Reino Unido, Italia y Rusia). Ayer sábado, decenas de miles de personas, convocadas por diversas organizaciones civiles y partidos de izquierda de Alemania -país anfitrión-, marcharon por las calles de la ciudad de Rostock para protestar contra esta reunión, que se llevará a cabo entre el 6 y el 8 de junio en el balneario de Heiligendamm. Como en citas anteriores, ocurrieron violentos enfrentamientos entre manifestantes y la policía, situación que ya se ha vuelto costumbre en estos eventos y refleja las profundas diferencias entre las posturas del G-8 y de los altermundistas en temas como cambio climático y desarrollo.

Según versiones de prensa, las marchas en Rostock, efectuadas bajo el lema "Otro mundo es posible" con una asistencia de unas cien mil personas, transcurrieron en calma hasta que un pequeño contingente de manifestantes atacó diversos establecimientos. Lo grave es que la policía alemana aprovechó la ocasión para reprimir duramente, sin distinguir entre inconformes pacíficos y los violentos, empleando gases lacrimógenos, gas pimienta y cañones de agua. De hecho, según algunos testimonios, las fuerzas del orden rodearon por completo a los manifestantes y se llevaron a personas identificadas con anterioridad, lo que revela que fue una acción planificada de antemano. Por lo pronto, el duro operativo policiaco tuvo un saldo de 150 policías heridos y 200 detenidos; hasta el momento no hay información sobre civiles lesionados.

La agresiva actitud de los uniformados se debió, en parte, al temor de que se repitieran los graves sucesos de la cumbre del G-8 celebrada en Génova, Italia en 2001, cuando los violentos choques entre manifestantes y policías -que derivaron en el asesinato ya confesado del joven Carlo Giuliani a manos de un agente- se salieron de control, ampliando aún más la brecha entre los países más poderosos y el movimiento altermundista y anticapitalista.

Hay que señalar que una de las más importantes causas de este clima de confrontación entre el G-8 y los altermundistas es la reiterada negativa de las naciones industrializadas a escuchar los reclamos y propuestas de otros actores. Baste citar el caso del cambio climático, uno de los temas prioritarios en esta cumbre. Los gobiernos de estos países carecen de una postura unificada y varios han tomado decisiones que sabotean acuerdos internacionales en la materia. Así, Canadá y Estados Unidos -el mayor emisor de contaminantes en el mundo- se retiraron del Protocolo de Kyoto, que busca reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, bajo el pretexto de que dicho tratado perjudicaba a sus economías, a pesar de la presión mundial para que respetaran ese pacto.

Queda claro, pues, que mientras el G-8 persista en su sordera y no se abra a las opiniones y aportes del resto de la humanidad, sus cumbres seguirán siendo escenarios de confrontaciones violentas y de manifestaciones de repudio a sus decisiones unilaterales en un mundo cada vez más globalizado y urgido de consensos entre todos sus habitantes para resolver los problemas más apremiantes.

 
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