Economía Moral
Ingreso ciudadano: hacia la sociedad deseada
El fin del ICU es el libre desarrollo de las personas
Esta semana la UNAM y la UACM se llenaron intelectualmente con la discusión del Ingreso Ciudadano Universal (ICU) con la presencia de importantes expertos de España, Brasil y Argentina. André Gorz (AG), en su discusión del ICU que he venido analizando en entregas anteriores, señala que éste corresponde mejor a la economía que se va configurando más allá del callejón sin salida en la cual se interna la evolución actual y que entraña un excedente de trabajo y de capital.
AG señala que para frenar el éxodo del capital los estados otorgan exoneraciones fiscales al capital que pauperiza las finanzas públicas, lleva a la privatización de servicios públicos y a la reducción de las prestaciones sociales, como viene ocurriendo en México. Por ello dice que la objeción de los críticos del ICU (¿de dónde van a sacar el dinero?) pone el dedo en el callejón sin salida en el cual se interna el capitalismo debido a que mientras el tiempo de trabajo haya dejado de ser la medida de la riqueza creada (ya que la fuerza productiva principal es ahora la inteligencia y el saber), sigue siendo la base de distribución de los ingresos.
Al respecto, cita a Leontieff: "Cuando la creación de riquezas no dependa más del trabajo de los hombres, éstos morirán de hambre en las puertas del Paraíso, a menos que se responda por medio de una nueva política de ingreso a la nueva situación técnica" (Miserias del presente, riqueza de lo posible, Paidós, 1997, p. 99). Se plantea así la consecuencia extrema de la contradicción entre desarrollo de las fuerzas productivas (automatización) y las relaciones sociales de producción, que suponen que el tiempo de trabajo siga siendo la base del ingreso de la mayoría.
La evolución actual, manifiesta AG, vuelve caduca la "ley del valor" y exige una economía distinta en la cual los precios ya no reflejen el costo del trabajo inmediato, cada vez más marginal, contenido en los productos, y en la cual los precios tendrán que ser precios políticos que expresarán la elección social de un modelo de consumo, de civilización y de vida.
Explica también las consecuencias últimas de un ICU suficiente, indicando que equivale a una puesta en común de las riquezas socialmente producidas. Parafrasea los Grundrisse de Marx: a medida que el trabajo inmediato de transformación es remplazado como fuerza productiva principal por el nivel general de la ciencia y su aplicación a la producción, entonces el libre desarrollo de las individualidades por la reducción al mínimo del trabajo necesario, y la producción de valores de uso en función de las necesidades, se convierten en los fines.
Aunque piensa que la reivindicación de un ICU incondicional y suficiente, que se inscribe en esta perspectiva, no es realizable de inmediato, sostiene que debe ser pensada y activada desde ahora, pues:
Tiene un valor heurístico: extrae el sentido más alto posible sobre el cual se abre la evolución presente. Inversamente, pone de relieve el sinsentido de un sistema que realiza economías de tiempo de trabajo sin precedentes, pero hace del tiempo así liberado una calamidad. Hace aparecer la apropiación individual y colectiva del tiempo que ha quedado disponible, y la aptitud de sacar partido de éste, de llenarlo de goce y de sentido, como virtud cardinal. Remite a esa otra sociedad que se diseña en la prolongación de las tendencias vigentes (p. 101).
El término último, continúa AG, al que remite el ICU es el de una sociedad donde la necesidad de trabajo no se hace sentir más como tal porque todos, desde la infancia, son solicitados por una abundancia de actividades artísticas, deportivas, tecnocientíficas, políticas, etcétera, y llevados a ellas, donde los medios de producción y de autoproducción son accesibles a todos; donde los intercambios son ante todo de conocimientos, no de mercancías, y ya no son, en consecuencia, mediados por el dinero; donde la inmaterialidad de la forma principal de trabajo de producción corresponde a la inmaterialidad de la forma de capital fijo (el saber humano aplicable a la producción) que ha dejado de ser potencia separada y autonomizada (p. 102).
En ese sentido hay que entender la observación de Marx, continúa AG, de que "el tiempo libre, el tiempo para el pleno desarrollo del individuo [...] puede considerarse desde el punto de vista del proceso de producción inmediata como producción de capital fijo, ese capital fijo being man himself".
Es decir, el tiempo libre permite a los individuos desarrollar capacidades (de invención, creación, concepción, intelección) que les confieren una productividad casi ilimitada, y ese desarrollo de su capacidad productiva, asimilable a una producción de capital fijo, no es trabajo.
Ese "tiempo liberado para su propio desarrollo" es lo que permite tomar como fin el "libre desarrollo de las individualidades", su "formación artística, científica, etcétera" (Marx). Y ese desarrollo libre de las individualidades es lo que reaparece en la producción como capacidad de crear una variedad ilimitada de riquezas con un gasto muy pequeño de tiempo y de energía. El aumento de la capacidad productiva de los individuos es la consecuencia y no el fin de su pleno desarrollo. El pleno desarrollo de las fuerzas productivas permite hacer de la producción una actividad accesoria.
La productividad gigantesca que la tecnociencia confiere al trabajo humano tiene como consecuencia que el sentido y el fin inmanente de la razón económica sea maximizar el tiempo (libre) disponible, y no ya la producción. Lleva a la eliminación del trabajo como forma dominante de actividad y la remplaza por la actividad personal. Esto es lo que hay que querer políticamente y volver tangible por medio de cambios realizables desde la actualidad, concluye AG.