Por diferencias entre sectores progresistas, se duda que este año haya reforma
Pesar y alegría por el fracaso de la iniciativa migratoria impulsada por Bush y senadores
Nueva York, 8 de junio. La derrota sufrida el jueves por la frágil coalición de influyentes senadores republicanos y demócratas y la Casa Blanca que intentaban promover una reforma migratoria, no es sólo un triunfo de políticos conservadores antimigrantes sino de una amplia gama de fuerzas liberales y progresistas pro inmigrante que rechazaban la propuesta en este proyecto de ley.
Agrupaciones latinas, sindicatos, defensores de migrantes y grupos de migrantes evidenciaron hoy la división interna que existe sobre el asunto; unos deploraron y otros celebraron la derrota de la iniciativa.
En gran medida, el fracaso de hacer avanzar la legislación fue resultado de una combinación de fuerzas conservadoras y políticos, sindicatos, organizaciones latinas y migrantes con el interés común de detener la iniciativa, con diferentes razones.
No es necesario repetir las posturas de las fuerzas antimigrantes, las cuales sostenían que la propuesta no era nada menos que premiar a "ilegales" con una "amnistía". Más complicada fue la posición dividida entre los liberales pro inmigrante.
Por ejemplo, ayer organizaciones latinas nacionales y de defensa de migrantes como el Consejo Nacional de la Raza, el Foro Nacional sobre Migración y NALEO, entre otras, instaron a presionar a los senadores a votar en favor de la aprobación, mientras que organizaciones latinas y coaliciones de migrantes como LULAC, el William C. Velásquez Institute, la Alianza Nacional de Comunidades Latinoamericanas y Caribeñas y la Red Nacional de Derechos de Inmigrantes y Refugiados pedían lo opuesto.
Hay divisiones entre el movimiento sindical, los religiosos y las diversas organizaciones de migrantes sobre aceptar o no un proyecto con muchos defectos. Algunos critican que la iniciativa representa un grave revés al eje de la política migratoria de las últimas décadas, que privilegiaba la reunificación familiar sobre todo otro criterio, y rechazan un programa de trabajadores temporales sin residencia permanente.
Otros sostienen que lo más importante en esta coyuntura era apoyar el proyecto, a pesar de sus defectos, para avanzar hacia la primera reforma migratoria en 20 años que incluya la posibilidad de legalizar a gran parte de los 12 millones de indocumentados, y que se podría mejorar la propuesta en la Cámara de Representantes.
Pero el argumento central entre estas fuerzas es si el frágil consenso logrado en torno al proyecto era aceptable, pese a sus defectos, o si sus fallas eran de tal magnitud que era preferible rechazarlo. Algunos insistían en que es mejor no contar con proyecto de ley a aceptar uno que implicaría severas consecuencias negativas a las comunidades migrantes durante muchos años.
Hoy, las reacciones por la derrota subrayaron estas diferencias.
La central AFL-CIO alabó la derrota; su presidente John Sweeney dijo que "plagada de provisiones antifamilia y antitrabajador, la iniciativa estaba condenada desde el inicio. La propuesta abandonó la política estadunidense de larga tradición que favorecía la reunificación familiar y fracasó en proteger derechos básicos de los trabajadores".
La mejor manera de abordar el tema y defender los derechos y bienestar de todos los trabajadores, afirmó, es ofrecer un camino a la ciudadanía a todo inmigrante, y que en el futuro ingresen a este país "no como unidades desechables de producción, sino como residentes permanentes con los mismos derechos y protecciones de los trabajadores estadunidenses".
Esta posición es compartida por organizaciones latinas y de migrantes que participaron en los esfuerzos por descarrilar la propuesta, por una solución más a fondo.
Opositores liberales, como el senador pro sindicalista Byron Dorgan y algunos sindicatos y organizaciones latinas, consideran que el proyecto era más que nada un programa de trabajadores temporales favorecido por intereses empresariales y Bush, disfrazado de reforma migratoria integral.
Por su parte, el sindicato nacional de servicios SEIU, eje de la otra central obrera, Change to Win, deploró la derrota. Eliseo Medina, vicepresidente ejecutivo, acusó a los republicanos por la derrota (aunque 11 senadores demócratas, incluyendo los liberales pro sindicales Barbara Boxer, de California, y Dorgan, de Dakota del Norte, votaron en contra) de defraudar al país y no ofrecer solución al descompuesto sistema de migración. "Sí, el proyecto de ley sobre inmigración es imperfecto... Pero sí necesita solución... La necesidad de una reforma migratoria no se desvanecerá", advirtió al deplorar el resultado.
La Cámara de Comercio de Estados Unidos también "lamentó" lo que caracterizó de "revés", y dijo que aunque el proyecto no era perfecto, "contenía los marcos para un consenso sano de lograr una reforma migratoria integral", dijo Bruce Josten, vicepresidente ejecutivo de esa federación empresarial, la más grande del mundo.
La presidenta del Consejo Nacional de la Raza, Janet Murguía, expresó su "ira" ante el resultado, ya que "es absolutamente inaceptable que el Senado fracase en torno al tema de una reforma migratoria integral".
Todos estos grupos que apostaban a la aprobación de esta versión del proyecto insistieron en que continuarán trabajando para su aprobación, aunque nadie sabe si será resucitado este año. Bush dedicará su informe radial de los sábados a este tema, e instará al Congreso a retomar la iniciativa, aunque algunos dicen que su intervención ayuda poco a estas alturas, ya que carece cada vez más de capital político.
La derrota para la docena de senadores de ambos partidos y el presidente que promovían la iniciativa pone en duda una reforma migratoria este año. Hoy, los principales arquitectos de lo que era un frágil consenso, el demócrata Edward Kennedy y el republicano Arlen Specter, expresaron nuevamente su intención de resucitar este esfuerzo. Mientras tanto, no se sabe si la Cámara de Representantes iniciará su propio debate sobre un proyecto de ley similar próximamente. Pero al acercarse cada vez más el año electoral nacional de 2008, las condiciones políticas para una reforma se vuelven poco favorables.