José Tomás, a la cabeza
Como toda Barcelona, la Monumental plaza de toros nos dice de su carácter, su espíritu, su arquitectura y su poesía. Este coso fue el elegido por el torero madrileño José Tomás, en su regreso a los toros después de cinco años de ausencia. El retorno del torero de Galapagar registró gran expectación en España y todo el orbe taurino. La Monumental vibraba llena en su totalidad, lo que no sucedía desde hace veinte años. Antes de hacer el paseíllo, el torero triunfaba sobre los detractores del toreo en esa ciudad que, fue transmitida por radio Andalucía, así como pasajes de la corrida por TVE, durante toda la tarde.
José Tomás triunfó arrolladoramente sobre todo ante sí mismo. Continuó escribiendo una historia que se detiene en su camino ante el paisaje mágico del toreo para deleitarse pausadamente en él. No pareció pasar el tiempo al elevar el espíritu el madrileño torero y distinguirse del resto de la torería, gracias al misterio y la poesía de su quehacer en el ruedo. Había que verlo en la pantalla televisiva, en el cite al toro, de frente, adelantando la muleta, embarcándolo muy despacioso, enroscándoselo alrededor del cuerpo y rematando debajo de la pala del pitón, bajo la cadera, en series de pases naturales en que aparecía el milagro del encantamiento del toreo de siempre: parar, templar y mandar.
Todo esto con toros de Núñez del Cuvillo, bravos algunos más todos con su guasa y recargando en el peto. Toros a los que Tomás los envolvió en su sangre torera, su raza, que le permitió irradiar al tendido esa definida corporalidad que no se aprende, simplemente se transmite, incluida una cogida que a punto estuvo de llevarlo a la enfermería.
En un año en que los toreros vienen a por todas, José Tomás llegó e hizo sentir quién es quién, en la misma tarde en que Cayetano, el nieto de Ordóñez, le dio la réplica y salió a hombros junto al mito viviente. Que no es poca cosa.