Usted está aquí: martes 19 de junio de 2007 Economist Intelligence Unit Tiempo de limpieza

MEDI0 AMBIENTE

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Tiempo de limpieza

las empresas tratan de reducir sus emisiones de dióxido de carbono, pero necesitan más incentivos

Economist Intelligence Unit

Ampliar la imagen La generación de energía menos contaminante, un negocio atractivo La generación de energía menos contaminante, un negocio atractivo Foto: Archivo

Ampliar la imagen La generación de energía menos contaminante, un negocio atractivo La generación de energía menos contaminante, un negocio atractivo Foto: Archivo

Cuando la noción del calentamiento global permeó por primera vez la conciencia pública, en la década de los 80, las empresas vieron esto con malos ojos. Reconocer que la actividad humana estaba alterando el clima implicaba aceptar cierta responsabilidad, lo que probablemente se traduciría en soltar dinero.

Así, en 1989, poco después de que fue instituido el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, organismo creado con los auspicios de la Organización de las Naciones Unidas para llegar a un consenso científico sobre el tema, los principales emisores de dióxido de carbono formaron la Coalición sobre el Clima Global (GCC, por sus siglas en inglés), que puso en duda los argumentos científicos y emprendió una campaña en contra de la reducción de gases de efecto invernadero.

La GCC tuvo que replegarse en 2002, pero el año pasado hizo un último intento por reverdecer sus argumentos, con un anuncio de televisión sorprendentemente ridículo del Instituto para la Competitividad Empresarial (CEI, por sus siglas en inglés), un organismo financiado por compañías privadas. El mensaje mostraba imágenes de árboles que respiraban dióxido de carbono y a una niña que soplaba a un diente de león (exhalando el mismo gas), y remataba con la frase: "Dióxido de carbono: ellos lo llaman contaminación; nosotros le llamamos vida".

Actualmente muy pocos empresarios serios se atreverían a decir en público que el cambio climático no está ocurriendo o que no vale la pena enfrentarlo. Inclusive Exxon Mobil, el villano favorito de los activistas que luchan contra el calentamiento global, ha retirado su financiamiento al CEI y parece haber aceptado que es necesario controlar las emisiones de dióxido de carbono.

En todos los sectores hay empresas que se jactan de ser ecológicas. Sus reportes anuales incluyen información detallada sobre las inversiones que han hecho para reducir emisiones. Desde luego, las firmas que hacen esto suelen ser aquellas que contaminan poco, como bancos y tiendas de autoservicio. Algunas petroleras también lo hacen, pero sólo se refieren a la reducción de los gases de efecto invernadero que emiten al producir gasolinas, y no a las emisiones que causa el uso de combustibles. Las empresas generadoras de energía, que emiten CO2 a gran escala, simplemente no presentan estos informes.

Sin embargo, la repentina inclinación del mundo corporativo por lo verde no es sólo palabrería hueca. Los grandes emisores están empezando a incluir en sus proyectos de inversión los costos de las emisiones de dióxido de carbono y hacen los cambios correspondientes. Como resultado, las energías solar y eólica están recibiendo un gran impulso. El precio de la electricidad obtenida de fuentes renovables está cayendo rápidamente, y se han puesto en marcha proyectos para reducir las emisiones de dióxido de carbono en la generación de energía. En el sector del transporte, las inversiones fluyen hacia el uso de biocombustibles y los autos eléctricos.

La energía se ha convertido en un negocio muy atractivo para inversionistas de capital de riesgo y universidades. La presidenta del Instituto Tecnológico de Massachusets, Susan Hockfield, lanzó una "iniciativa energética" para promover la investigación sobre fuentes alternativas de energía, nuevos sistemas de almacenamiento y reducción de emisiones de las fuentes convencionales; además, el número de estudiantes que se han inscrito en cursos relacionados con el tema se ha triplicado en los cinco años recientes. Según la información más reciente (2003), la industria estadunidense de generación de energía destinaba a investigación y desarrollo, como proporción de sus ventas, menos que las empresas dedicadas a la fabricación de alimentos para mascotas. Esto da una idea del potencial que existe para incrementar la inversión en esta área.

¿Qué está impulsando este cambio hacia energías más limpias? Primero, la presión moral. La ciencia, el huracán Katrina, la ola de calor en Europa, las advertencias de Al Gore y osos polares muriendo de hambre han creado una poderosa combinación que le da a la lucha contra el calentamiento global la fuerza de una religión avalada por celebridades. El cambio climático ha dejado de ser aburrido y marginal para convertirse en un tema central y de moda. Los empresarios, como cualquiera, quieren que los vean hacer lo correcto, y sus intereses apuntan en la misma dirección. Las compañías que aparentan estar del lado correcto tienen mayores posibilidades de contratar a jóvenes inteligentes e idealistas.

En segundo lugar está la presión económica. Cada vez más gobiernos aceptan la necesidad de fijar un precio al daño que causa el dióxido de carbono y hacer que los contaminadores paguen ese precio. En la mayoría de los casos, los temores sobre la seguridad energética van de la mano de aquellos relacionados con el cambio climático. Muchos gobiernos están dispuestos a reducir su dependencia del petróleo y el gas de Medio Oriente y Rusia. Eso significa promover la eficiencia energética y las fuentes de energía locales que, con excepción del carbón, tiendan a ser limpias, como la solar, la eólica y la generada a partir de biomasa.

Europa ya impone un precio a las emisiones de dióxido de carbono, mediante su sistema de compra-venta. Las posibilidades de que Estados Unidos adopte un esquema similar crecerán con cada huracán que pase por ese país.

En ambos lados del Atlántico existe una gran cantidad de subsidios para el desarrollo de energías limpias. En todo el mundo se están haciendo cada vez más estrictos los estándares de uso eficiente de combustible en los vehículos, un método de control directo de emisiones.

Sin embargo, la contaminación sigue creciendo. Si las concentraciones de gases de efecto invernadero se estancan, el costo de las emisiones de dióxido de carbono o los mecanismos de apoyo para las energías limpias -o ambos- tendrán que incrementarse o adoptarse en todo el mundo, o las dos cosas a la vez. Y si eso ocurre, las ganancias de las inversiones en el desarrollo de energías limpias crecerán aún más y las compañías que ya hayan invertido en ese tipo de negocios tendrán una mayor ventaja sobre aquellas que no lo han hecho.

Las presiones morales y económicas se han combinado para que los inversionistas presionen a sus ejecutivos a hacer inversiones más limpias. El proyecto de declaración de emisiones de dióxido de carbono (Carbon disclosure project) permite a las compañías reportar sus emisiones, y a los inversionistas les facilita detectar a aquellas que no lo hacen. Un grupo de inversionistas organizados en la Coalición de Economías Ambientalmente Responsables (Ceres, por su abreviatura en inglés) y en la Red de Inversionistas sobre Riesgo Climático, maneja 4 mil millones de dólares. Este grupo, en el cual destacan poderosos fondos de pensiones, entre ellos el de empleados del sector público de California y el de profesores del mismo estado, favorece las inversiones en empresas ambientalmente sustentables. Recientemente adquirió TXU, la principal compañía generadora de energía en Texas, la cual tuvo que abandonar los planes para desarrollar ocho de 11 plantas carboeléctricas porque la firma de capital privado involucrada, Texas Pacific, decidió ser congruente con el movimiento ambientalista.

Existen otros factores que favorecen la transición a lo ecológico. Para algunas grandes multinacionales, como General Electric, Alstom y Siemens, avanzar hacia las energías limpias ofrece oportunidades. Estas compañías, que venden generadores y motores para aviones y trenes, podrían beneficiarse de las nuevas normas que obligan a las empresas a aplicar procesos más limpios, ya que ello implicaría acelerar la reposición de bienes de capital.

Asimismo, cada vez más clientes se dan cuenta de que, aun cuando el cambio climático puede elevar los costos de estas compañías, también les ofrecerá nuevas oportunidades, mercados, tecnologías, negocios y la posibilidad de ganar más dinero. Esto puede resultar contraproducente. Si se endurecen los controles para reducir las emisiones de dióxido de carbono, las empresas que prosperarán serán aquellas que hayan logrado colocarse bien.

El cambio tecnológico también podría ocasionar una lucha territorial entre empresas energéticas y de transporte. Las compañías generadoras de electricidad esperan beneficiarse del entusiasmo por los autos de baterías recargables, lo que podría poner en aprietos a las empresas petroleras. Los biocombustibles también son una amenaza potencial para ellas, no sólo porque cada agricultor o silvicultor podría construir en su patio trasero una planta para elaborar etanol, sino también porque compañías como DuPont podrían demostrar que son las mejores para producir los combustibles del futuro.

Sin embargo, todas estas cosas ocurrirán sólo si se endurecen las normas sobre emisiones de dióxido de carbono.

Traducción de texto: David Zúñiga

 
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