El País de Uribe
El viernes 14 de junio, en Cartagena de Indias, el presidente de Colombia, Alvaro Uribe, concedió una entrevista a varios informadores españoles. Ayer El País (18/06/07) dio a conocer su versión del encuentro, firmada por Miguel Angel Noceda. El texto debiera ser tomado en las escuelas de periodismo como ejemplo de un trabajo parcial, distorsionado y sometido al poder. Por ejemplo, luego de que el mandatario sudamericano presume como un "gesto humanitario" la excarcelación unilateral de Rodrigo Granda, representante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y secuestrado por agentes de Uribe en Caracas en 2004, el entrevistador le echa una mano al mandatario en problemas y escribe, sin entrecomillar, que Granda "ha aceptado no volver a secuestrar ni asesinar, sino trabajar como gestor de paz". ¿Quién dijo eso? Desde luego, no lo dijo el delegado rebelde, cuyo abogado ha sido siempre enfático en aclarar que Granda fue sacado de la prisión contra su voluntad y que no tiene la menor intención de fungir como "gestor de paz" ante el gobierno de Uribe. Ahí tienen, por cortesía de un prestigioso rotativo del Primer Mundo, un ejemplo flagrante de distorsión informativa y de sumisión a los discursos oficiales. Es que, al margen de las antipatías o simpatías que los gobernantes y los guerrilleros colombianos puedan generar en los informadores, simple y llanamente no está bien distorsionar la verdad, que es ésta: a Uribe le gustaría mucho que Granda admitiera los delitos de los que se le acusa y se comprometiese a no perpetrar acciones semejantes en el futuro.
De todos modos, de poco le sirve a Uribe la protección mediática que el periodista español le vende o le regala, porque la excarcelación, así referida, coloca al gobierno colombiano ante un grave dilema: si en realidad existen elementos para considerar a Granda secuestrador y asesino, entonces el Palacio de Nariño cometió una gravísima irresponsabilidad al sacarlo a la calle sin que mediara un proceso de rehabilitación; y si, por el contrario, los cargos son ficticios, resulta obligado concluir que el ex recluso era un preso político, que su detención irregular y su encarcelamiento fueron acciones delictivas y violatorias de los derechos humanos y que, en consecuencia, el gobierno colombiano tendría que disculparse y sancionar los abusos sufridos por Granda.
En la nota se emplea cuatro veces la palabra optimismo u optimista, pero no hay una sola mención a derechos humanos, garantías fundamentales o libertades, salvo cuando el exultante entrevistado afirma que "una democracia como ésta, vibrante, con todas las libertades, no puede cuajar en un territorio asestado por el terrorismo". El resto es un rosario de cifras que hablan de un renacimiento económico y social milagroso.
Hay fallecimientos que duelen mucho después de ocurridos, y uno de ellos es el del sentido común. Desde su berenjenal del escándalos políticos, Uribe pide limosna al mundo desarrollado para que lo ayude en su "lucha contra la droga" pero no habla en una sola ocasión de clínicas de rehabilitación, programas educativos o campañas de prevención de adicciones. El entrevistador, por su parte, no se toma la molestia de recordarle estos temas al entrevistado y lo deja fluir en su entusiasmo bobalicón cuando Uribe apunta que el incremento del turismo es una prueba de que Colombia está saliendo de la narcoeconomía. Vaya simulación: el país sudamericano podrá recibir decenas de millones de turistas cada semana, pero el problema económico central del narcotráfico está compuesto por otra clase de millones: los de dólares que el negocio inyecta año con año al sistema financiero mundial, ya se trate directamente de las utilidades de los cárteles o de flujos indirectos: las ganancias de los fabricantes y comercializadores de armas o las cuentas bancarias secretas o discretas de los gobernantes, parlamentarios y funcionarios sobornados para que se hagan de la vista gorda. El presidente Uribe y el reportero Noceda tampoco tienen por qué darse por enterados de estos problemas. Lo importante es comunicar optimismo. Hay que ser positivos.
El País sigue siendo, en muchos sentidos, un gran periódico, pero ante América Latina ha decidido desempeñarse como oficina de prensa de gobernantes de derecha como Vicente Fox, Alvaro Uribe y Felipe Calderón. Aquí está la prueba: