Descalzos, sucios y desnutridos alimentan el círculo de la desintegración familiar
En auge, la explotación infantil en Matamoros; mendigan por encargo
Ampliar la imagen Dora Isela y parte de su familia en su lugar de "trabajo" Foto: Juan José Hernández Reyna
Matamoros, Tamps., 23 de junio. Diariamente, al menos 50 niños, de entre cuatro y 12 años de edad, caminan en las cercanías de los cuatro puentes internacionales que comunican a Matamoros, Tamaulipas, con Brownsville, Texas, en busca de una limosna de los residentes y turistas estadunidenses que circulan de un lado a otro de la frontera.
Descalzos, sucios, con ropas raídas y signos de desnutrición, se les ve deambular por las avenidas Pedro Cárdenas y Alvaro Obregón, donde obtienen el dinero que permite a sus familiares completar para la renta, la alimentación y la luz de sus casas en la colonia Los Fresnos, próxima al cruce de mayor importancia en esta frontera.
Son niños que en vez de aulas, lápices y cuadernos, enfrentan largas jornadas de sol y hambre, vigilados por parientes que participan en esta red de explotación.
Dora Isela y sus tres hijos, cubiertos por playeras que perdieron el color, son una estampa de lo que ocurre diariamente en el puente internacional Ignacio Zaragoza. De sus manos quemadas por el sol cuelgan Daniel y Susana, de siete y cuatro años de edad, mientras que Concepción, de ocho, camina entre los automóviles, desgreñada, a la espera de una moneda.
"Yo vengo a vender chicles, ellos nomás me ayudan... porque saben cómo batallamos por el dinero: no tienen papá y el gasto lo tengo que sacar sola. A veces mis hermanas me ayudan, pero no siempre, porque ellas también están dejadas de sus maridos y toda la carga cae sobre nosotras", afirma la desdentada mujer, de 35 años.
El 13 de junio ella fue detenida por la policía municipal por el delito de corrupción de menores y turnada a la barandilla de donde salió libre al día siguiente. Marisela Moctezuma, fiscal que conoció la causa penal, argumentó "falta de pruebas" y, mediante oficio, exigió a la Secretaría de Seguridad Pública dar a conocer el paradero de los pequeños.
El jefe policiaco Leopoldo Rodríguez indicó que "siempre es la misma historia: se lleva uno a las señoras, al otro día salen libres y regresan con los niños, que están hasta entrenados para llorar cuando nos acercamos y ya hasta nos gritan que nos van a echar a (la Comisión Estadal de) Derechos Humanos".
Dora Isela, sus hermanas y amigas, viven en cuartos de vecindad que les rentan por 500 pesos. Desde la sombra de árboles y techumbres, ellas se dedican a vigilar que sus hijos "trabajen" en el puente Los Tomates.
Al darles una moneda, los residentes y turistas participan en el crecimiento de este fenómeno, que luego se ramifica en prostitución infantil o drogadicción, afirma Javier Cavazos Adame, titular de la Procuraduría de la Defensa del Menor, dependiente del Sistema Municipal de Desarrollo Integral de la Familia (DIF).
Si acaso los pequeños llegan a ser recogidos por trabajadores del DIF, las madres no se preocupan, pues al cabo de tres días le serán devueltos, explica Miroslava de la Garza, directiva de la Fundación Comunitaria de Matamoros.
Con frecuencia, el DIF, la Fiscalía Especializada en Delitos Sexuales y Violencia Intrafamiliar de la Procuraduría de Justicia del estado, además de la Policía Municipal, realizan operativos, pero debido a que tienen prohibido proceder contra menores de edad, éstos son llevados al albergue del DIF: el Meced (Menores en Circunstancias Extremadamente Difíciles).
Con un costo de 8 millones de pesos, el edificio se construyó en 2005 en la colonia Las Aguilas; pero, no cumple con el objetivo de dar cobijo a niños de la calle. "Lo que hace el Meced es retenerlos tres días, investigar dónde están sus familias, darles una plática y devolverlos, porque no es un albergue en forma, sino sólo un centro de asistencia temporal", señala De la Garza.
Después de la calle, para los pequeños sigue un camino descendente: la prostitución que ejercen en el corredor del puente Los Tomates.