Debate sobre la eutanasia, una nueva oportunidad
Aunque con menos intensidad, la Iglesia católica se prepara en México a discutir el tema de la eutanasia. La desavenencia sobre el aborto aún está pendiente de resolverse y aguarda la resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, mientras tanto parece abrirse un nuevo frente: la eutanasia. Efectivamente, legisladores del Partido de la Revolución Democrática presentaron el proyecto de ley de voluntad anticipada; también existen diferentes propuestas de otros partidos para practicar la eutanasia a enfermos terminales que manifiesten el deseo de someterse a esta práctica, por escrito, ante un notario público y dos testigos. El cardenal Rivera ya fijó su postura, más moderada y balanceada, señalando que si bien la Iglesia no puede permitir la eutanasia, entendiendo ésta como un suicidio asistido, y siguiendo el ejemplo en la agonía de Juan Pablo II, estableció que: "Todo cristiano puede hacerlo, la Iglesia se coloca precisamente entre esos dos términos. La Iglesia está en contra del encarnizamiento terapéutico o distanasia -dijo-, pero también está lejos de lo que muchas veces se entiende por eutanasia o suicidio u homicidio asistido... Por eso la Iglesia no quiere ninguno de los extremos, no quiere que la gente siga sufriendo ni quiere que se aplique la muerte huyendo del dolor" (La Jornada, 25/06/07). El cardenal se sitúa en la ortotanasia, es decir, la muerte natural de un paciente terminal y la defensa del derecho a morir dignamente, sin el empleo de medios desproporcionados ni extraordinarios para el mantenimiento de la vida (distanasia), y al mismo tiempo, el rechazo a la muerte asistida (eutanasia), entendida, siguiendo a Juan Pablo II, como una "falsa piedad". Es de celebrar el tono más mesurado del cardenal, parece que aprendió de los tropiezos experimentados en torno al fragoroso episodio sobre la despenalización del aborto; aunque en su semanario Desde la Fe, el editor Hugo Valdemar sigue enfrascado en el encono, expresando que la iniciativa es light pero al mismo tiempo "una trampa" que pretendería colocar posteriormente una iniciativa "absolutamente inmoral y criminal". Es claro que existen sectores católicos preocupados por la sucesión de leyes y reformas legislativas que en la capital atentan contra su concepción social; la Ley de Convivencia, la despenalización del aborto y ahora la eutanasia. Conclusión: el PRD atenta contra la vida y la concepción católica de los valores. En diferentes ocasiones, han amenazado en tomar revancha durante los próximos procesos electorales; sin embargo, la medida se antoja difícil de ejecutarse, al menos abiertamente, además de que violaría normas tanto del reglamento como de la ley de asociaciones religiosas y culto público. En el inciso I del artículo 29, establece "... realizar proselitismo o propaganda de cualquier tipo a favor o en contra de candidato, partido o asociación política alguna".
Después del bochornoso nivel del debate en torno de la despenalización del aborto, en abril pasado, donde la Iglesia amenazó con excomuniones, ahora la discusión sobre la eutanasia abre una oportunidad de profundizar desde diferentes disciplinas la disyuntiva de los derechos de los enfermos terminales. Las posiciones son diferentes y contrastantes pero hay un piso común, la eutanasia pasiva, sobre el cual los diferentes actores pueden entenderse y profundizar. El tema no es menor: según los demógrafos, tendrá en un futuro cercano una mayor relevancia, ya que la población mexicana porcentualmente tiende a envejecer. Debemos reconocer que México es un país verdaderamente plural en formas de vida, en las miradas sobre lo ético y la moral, en creencias religiosas. Esta pluralidad, que tiene manifestaciones en la política, la cultura y lo religioso, debe sostenerse de un adecuado marco de convivencia entre los diferentes grupos e instituciones religiosas que componen el mosaico plural de creencias y convicciones en nuestro país. Debemos admitir que actualmente experimentamos un cambio significativo de mentalidades, y por ello necesitamos fortalecer el Estado laico, para que nuestro país sea capaz de convertir esta pluralidad en riqueza social y no en fragmentación ni en estériles enfrentamientos. La laicidad es la fórmula ideal para la convivencia plural de un México que dejó de ser monolítico en lo político y en lo religioso. La laicidad es la salida que la modernidad ha encontrado, y que el Estado mexicano retomó como principio, para impedir que las divisiones de creencias religiosas fracturaran de forma irremediable a la comunidad política. No se trata de revivir el viejo laicismo del siglo XIX y principios del XX, particularmente belicoso y autoritario, como señala Luis Salazar: "ese laicismo no fue una exigencia surgida de una sociedad plural en la que coexistieran y entraran en conflicto diversas confesiones religiosas, sino una arma utilizada por las elites políticas para derrotar a la Iglesia" (Del Estado laico al Estado laxo).
El debate necesario sobre la eutanasia debe darse en el marco de las libertades democráticas, donde la laicidad garantiza la tolerancia, la libertad de credos, los derechos de la persona y la igualdad de todos ante la ley en el contexto de una sociedad abierta. Si bien la Iglesia católica goza de la confianza de los ciudadanos, según diferentes encuestas, la jerarquía católica, y en especial el cardenal Rivera, no pueden hablar por "todos" los católicos, porque este país ha cambiado. En la reunión de Aparecida, en Brasil, la jerarquía opta por afirmar sus valores y convicciones frente a las sociedades modernas latinoamericanas, pero sin el triunfalismo absoluto que ventilaba en los medios. Puede ser una nueva actitud que lleve a un diálogo más franco. Parafraseando a Gilberto Rincón Gallardo, la laicidad debe ser, en una sociedad abierta y pluralista, la ética que ha de regir la vida pública y la convivencia entre la pluralidad de la nación. Esperemos que los actores políticos y religiosos no pierdan esta oportunidad.