Macroeconomía de las contradicciones
James Galbraith narra en un artículo sobresaliente cómo en 1926 John Maynard Keynes viajó a Berlín y conoció a Einstein. La hipótesis de Galbraith es que en esa ciudad el gran economista inglés tuvo la idea de estar destinado a desempeñar un papel en la teoría económica tan revolucionario como el del genio alemán en la física.
La teoría económica anterior a Keynes también trataba de cuestiones como la inflación o el empleo, pero la visión dominante descansaba en dos pilares equivocados. El primero era que el mercado siempre tiende al equilibrio. El corolario aquí es sencillo: el Estado no debe intervenir en los mercados para no introducir distorsiones y obstáculos en la marcha natural hacia el equilibrio.
El segundo gran principio era que los fenómenos monetarios no tienen repercusiones sobre las variables reales de una economía. El sustento de esto era la idea según la cual un aumento en la oferta monetaria conduciría a un incremento proporcional en los precios. El corolario aquí era que el producto y el empleo estarían determinados de manera independiente por los mercados de bienes y de trabajo, y no por la evolución de las variables monetarias.
Keynes vendría a cambiar todo eso afirmando que el empleo y el nivel de actividad se ven afectados por la tasa de interés y por la oferta monetaria. Las variables nominales (monetarias) tienen un efecto decisivo sobre las variables reales (producto y empleo). La idea revolucionaria era que la demanda efectiva no tiene por qué coincidir con el pleno empleo y, por eso, el capitalismo puede arrastrar la infamia del desempleo involuntario durante mucho tiempo.
Efectivamente es probable que Keynes haya creído que estaba jugando un papel en el pensamiento económico análogo al de Einstein en la física. Para Keynes, los economistas clásicos se asemejan a geómetras que siguen los axiomas de Euclides en un mundo no-euclideano y no pueden entender por qué dos líneas paralelas pueden llegar a cruzarse. Según Keynes, en lugar de regañar a las líneas por no comportarse de acuerdo a sus premisas, lo que deberían hacer es desarrollar una geometría no-euclideana (es decir, una nueva teoría económica "más general").
Las autoridades económicas de México son como esos geómetras anacrónicos. Siguen creyendo que las fuerzas económicas conducen los precios hacia posiciones de equilibrio. Dicho sea de paso, ignoran todo sobre el desarrollo contemporáneo de la teoría de equilibrio general. Y en lugar de regañar a las fuerzas del mercado por no portarse bien, se dedican a reprender a quienes, según ellos, quieren obstaculizar su buen funcionamiento. La culminación del enredo teórico que traen en la cabeza se sintetiza en la idea banal de que en México no puede haber una política macroeconómica contracíclica.
Hoy más que nunca urge un cambio de rumbo en materia macroeconómica. Las contradicciones en las que se encuentra sumergida la economía mexicana son ominosas y presagian otro colapso en el futuro no muy lejano. Este año la tasa de crecimiento del PIB se estima en un raquítico 3.7 por ciento, pero ese comportamiento mediocre será acompañado de un fuerte desequilibrio en las cuentas externas: el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos se multiplicará por 10, pasando de 2.5 a casi 20 mil millones de dólares entre 2006 y 2007.
Para las autoridades mexicanas todo eso importa poco y seguirán usando la retórica sobre la estabilidad macroeconómica, poniendo todo el énfasis en el control de la inflación. El desequilibrio externo va a empeorar porque la política cambiaria seguirá siendo el ancla en la lucha contra la inflación y permanecerá sobrevaluada, encareciendo exportaciones y fomentando importaciones. Además, el descenso en las exportaciones petroleras agravará este déficit en el futuro cercano.
Para frenar la inflación, la política económica mantendrá la contracción de la demanda interna, conteniendo el salario real y permitiendo sólo un mediocre crecimiento del consumo y de la inversión (alrededor de 4 por ciento anual en promedio entre 2007-2012). Y aunque el gobierno proyecta un crecimiento de 7 por ciento para las exportaciones, eso sólo revela su creencia de que el sector exportador es motor del crecimiento, como si las maquiladoras tuvieran efectos multiplicadores en el resto de la economía.
Desgraciadamente, la crítica de Keynes no fue lo suficientemente subversiva y eso permitió la recuperación de su análisis. Pero una enseñanza clave de Keynes subsiste (incluso en Estados Unidos): es posible y necesaria una política macroeconómica contra-cíclica para reducir el desempleo. Infortunadamente los responsables de la política macroeconómica en México están aferrados a la idea contraria y no cambiarán, por más que las contradicciones del modelo económico neoliberal sean tan evidentes. Su ignorancia arraiga a la población en el desempleo, la pobreza y la desesperanza. Decididamente, las autoridades económicas no están a la altura de las circunstancias. Piensan que así van a dejar el país mejor de cómo lo encontraron. Un pronóstico más objetivo es que lo van a dejar hecho trizas, otra vez.