Contra el maquiavelismo
Etica, política y AMLO
Mi conversación (un tanto) imaginaria con Arnaldo Córdova se interrumpió brutalmente por "razones de espacio". Hoy intentaré completarla de modo oblicuo. Mientras usted lee esta nota, miles se concentran en el Zócalo capitalino para celebrar la vitalidad excepcional de AMLO como político y también de un movimiento cuyo sentido más profundo es unir la ética con la política.
Uno podría pensar que toda esta multitud está equivocada. Muchos comentaristas aconsejaron a su líder y a sus seguidores olvidar el agravio, reconocer la derrota y negociar con astucia y obtener así múltiples ventajas: embajadas, gubernaturas, mayores cuotas parlamentarias y dinero. Aconsejan mandar de vacaciones los principios, como hizo el PAN con Salinas. Hoy alegres dan por muerto a Andrés Manuel.
Sin embargo, tengo malas noticias para los que piensan que "la moral o es un árbol de moras o sirve para pura..." Tomemos el caso de Salinas: hizo un fraude y luego se "legitimó" con golpes espectaculares. Si en lugar de intentar construir un emporio de trillones de dólares y pretender convertirse en el jefe máximo, se hubiera autocontenido y cumplido su promesa de reforma política que le recomendaban sus compañeros, hoy sería figura central en la vida pública y no estaría en los márgenes oscuros de la política.
Elba Esther Gordillo es, como dice Arnaldo, una violadora contumaz de la ética y "sigue vivita y coleando". Pero aún no se dice la última palabra. ¿Cómo va a terminar el monopolio sindical que encabeza? Recuerden a Jonguitud, a quien ella traicionó. ¿Y Calderón? Maquiavelo decía que un gobernante tiene que contar con el consenso de su pueblo. Un 40 por ciento cree que se robó la elección. No ha podido "legitimarse". Y su posición, a pesar del enorme aparato militar y mediático, sigue endeble.
Los políticos corruptos pueden mantener influencia, seguir impunes, pero no despiertan la confianza en nadie. Cuando, como en México, la violación sistemática de la ética se convierte en una estructura cultural y toda la clase política se pervierte y se desprestigia, los efectos no paran ahí, el país sufre un daño devastador. Los políticos se concentran en su propio interés y en el de sus grupos, y no les preocupa "el interés colectivo". ¿Y no sucede nada? Por supuesto que sí. Ninguna de las áreas del gobierno funciona. Toda la administración pública penetrada por la corrupción ha entrado en decadencia. Imaginen las consecuencias.
En contraste: ¿por qué la gente se entusiasma con AMLO? No sólo es un político hábil, un excelente organizador y comunicador dotado de una capacidad sobrehumana para el trabajo. No lo siguen por ser un iluminado. No es un orador deslumbrante. Lo que sucede es que la gente cree en él: le tienen una firme confianza porque ha demostrado en su accidentada carrera que es un hombre que ajusta sus actos a la ética: no miente, no engaña y no roba. En contraste con el cinismo y la descomposición de nuestra vida pública, despierta una fuerte esperanza de que las cosas puedan cambiar.