La estructura partidista, ajena a los nuevos tiempos, señalan los propios priístas
El PRI, más cerca del colaboracionismo que de la oposición al régimen panista
Ampliar la imagen Los coordinadores parlamentarios Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa (aquí en imagen de archivo) han desplazado a la directiva priísta en la toma de decisiones Foto: Francisco Olvera
Desdibujado ideológicamente y con una dirigencia desplazada de la toma de decisiones por el presidente de la mesa directiva del Senado, Manlio Fabio Beltrones, y el coordinador de los diputados federales priístas, Emilio Gamboa Patrón, así como por sus gobernadores, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) llega a este 2 de julio más cerca del colaboracionismo con el gobierno panista que como auténtica oposición al régimen.
Junto al éxito que le representa haber ganado los comicios en Yucatán -aun cuando la hoy gobernadora electa, Ivonne Ortega, no tuvo el completo aval de la dirigencia nacional- el tricolor arrastra, en la amenaza de juicio político contra los mandatarios de Puebla, Mario Marín, y de Oaxaca, Ulises Ruiz, y de la eventual extradición del ex jefe del Ejecutivo de Quintana Roo Mario Villanueva los resabios de una historia que hace un año lo ubicó en el tercer lugar de la geografía política nacional.
A la indefinición ideológica y la atomización del poder de su dirigencia nacional los priístas deben agregar la pobreza en la que sumieron al partido la campaña presidencial y las multas por el Pemexgate, que llevó a funcionarios del aún incompleto Comité Ejecutivo Nacional (CEN) a solicitar a los bancos préstamos personales para estar en condiciones de pagar la nómina.
Hoy los comités ejecutivos de estados con gobiernos priístas son más fuertes económica y políticamente que el PRI nacional, mientras los comités con mandatarios de oposición están más preocupados por sostenerse en sus cargos que por configurar estrategias que les permitan volver al poder.
Y es que, aseguran los propios priístas, la estructura tradicional del partido está muy rebasada, no es funcional, no responde a los nuevos retos y con el tiempo "te atora, te atrapa".
Aun cuando sin sus votos en el Congreso los acuerdos para reformas constitucionales son imposibles, lo que da a los coordinadores parlamentarios y a los gobernadores esa fuerza de negociación de la que carece la propia dirigencia nacional, el PRI ha demostrado que, al no tener la cohesión que le dio en su momento el contar con la Presidencia de la República, cada cual, desde sus gobiernos estatales o espacios legislativos, obtiene lo que puede.
Así lo advierte el ex candidato presidencial Roberto Madrazo, quien en su cuestionado libro La traición, encuentra en la deslealtad de la mayoría de los gobernadores del PRI durante su campaña uno de los factores que derivaron en el peor resultado del tricolor en una elección federal.
La segunda derrota consecutiva en los comicios presidenciales obligó a los priístas a convocar a una asamblea nacional extraordinaria, que sirvió más como catarsis que como espacio para replantear la ruta política.
Uno de los propósitos era definirse, según ofreció en campaña su actual presidenta, Beatriz Paredes, como partido de izquierda, pero ni siquiera en este punto lograron ponerse de acuerdo y pospusieron para la asamblea ordinaria tal decisión.
A lo largo de este año, la dirigencia nacional no quiso comprometerse en temas como la despenalización del aborto aprobada en el Distrito Federal. En términos generales, se ha mantenido al margen cuando debió pronunciarse en temas de la agenda nacional.
Para los investigadores, en este proceso político de transferencia del poder a los coordinadores parlamentarios y gobernadores, el PRI se ha convertido en un partido tan pragmático que "ha perdido la esencia de sus valores".
Según los especialistas, al PRI le queda la reforma del Estado como el gran tema que podría reposicionarlo, aunque, de nuevo, los acuerdos pasan más por el Congreso que por la dirigencia nacional.
En este intento por recuperar lo perdido en términos electorales y de espacio entre los sectores sociales, el partido enfrenta también la tentación de burocratizarse al pretender incorporar a personajes que a lo largo de seis años fueron desplazados por las dirigencias anteriores, y aunque se quiere vender la idea de un PRI fuerte y organizado, paradójicamente, a casi seis meses de la elección de Paredes Rangel, ésta no ha conseguido siquiera completar los nombramientos del CEN.