El salvadoreño Oscar Chacón sostiene que los republicanos tienen la sartén por el mango
Erróneo pensar que el cabildeo logrará una buena reforma migratoria, dice líder latino
Subraya que el fenómeno debe ser analizado a la luz de un esquema trasnacional
Ampliar la imagen Un migrante originario de Durango hace señas a un agente de la Patrulla Fronteriza en Tijuana.Organizaciones como la NALACC se han pronunciado en contra de la aprobación de una reforma migratoria limitada, aunque incluya un programa de trabajadores huéspedes Foto: Ap
Oscar Chacón nació en El Salvador, aunque muchos lo creen mexicano. Quizá se confunden porque a este residente en Chicago se le ve mucho en México, o porque es una de las mentes más brillantes de la Alianza Nacional de Comunidades Latinoamericanas y Caribeñas (NALACC, por sus siglas en inglés), en la que participan muchos mexicanos.
En las semanas recientes, la voz de Oscar Chacón ha sido una de las más escuchadas en el debate sobre la reforma migratoria que podría beneficiar, o perjudicar, a millones de inmigrantes que viven sin papeles en Estados Unidos. El ha sido uno de los dirigentes que rema contra la idea, aceptada por un sector de los proinmigrantes, de que "es mejor algo que nada", aunque la reforma termine por convertirse sólo en un programa de "trabajadores huéspedes" y en una extensión de la política de "seguridad nacional" estadunidense, con multas enormes y trabas eternas para la reunificación familiar, como sostienen quienes se oponen a los parches a gusto de los enemigos de los inmigrantes.
Chacón habla desde Chicago o desde Washington. O desde territorio nacional, como ocurrió a mediados de mayo pasado, cuando ocupó un sitio en el estrado, al lado de políticos mexicanos en la Cumbre de Migrantes celebrada en Morelia, Michoacán, cuyo principal motor fue la NALACC.
Algunos experimentados dirigentes presentes en Morelia no ocultaban su celo "nacionalero". Chacón lo sabe. "Sí, ha habido momentos de llano desprecio, simplemente porque no soy mexicano, pero se va disipando cuando trabajamos juntos, y hay muchos que piensan que soy mexicano".
La experiencia y la premisa equivocada
Cuando escuchan a Oscar Chacón, los oyentes suelen agradecer la claridad conceptual y su capacidad de conducir una sesión, sin muchos aspavientos, hacia el consenso. Es simplemente experiencia.
Chacón es hoy director ejecutivo de la NALACC, red de 75 organizaciones dirigidas por inmigrantes de origen latinoamericano y caribeño, que ponen en el centro de sus acciones el mejoramiento de la vida de sus comunidades, no sólo en Estados Unidos sino también en sus países de origen.
Antes fue director de Enlaces América, un proyecto de Heartland Alliance for Human Needs & Human Rights, y durante los años 90 encabezó el Centro Presente, en Cambridge, Massachusetts.
Su historia de organizador se remonta, sin embargo, a su primera juventud, cuando en medio de la guerra debió salir de su país, El Salvador, perseguido por su participación en organizaciones estudiantiles y comunidades eclesiales de base.
Al comenzar su exilio estuvo en Nueva York (cinco años, "aunque a los tres meses ya me había conectado con otros exiliados"). Luego vivió 14 años en Massachusetts, uno y medio en San Francisco, hasta llegar a los seis que lleva en Chicago.
Se mueve, pues, en español e inglés, aunque en su idioma materno no ha perdido el acento adecuado para hablar, digamos, de las pupusas (platillo típico de El Salvador). Chacón, sin embargo, va mucho más allá del bilingüismo, porque entiende y practica la política como un asunto trasnacional, lo mismo que una creciente porción de dirigentes migrantes nacidos fuera de Estados Unidos.
Para decirlo rápido, Chacón personifica a los migrantes de primera generación que ya no están dispuestos a que hablen por ellos los liderazgos históricos de los latinos.
De ahí proviene su percepción sobre organizaciones como el Consejo Nacional de La Raza, Lulac (Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos) y Maldef (Fondo Mexicano Americano para la Defensa Legal y la Educación). Según Chacón, estas organizaciones, las más representativas del establishment latino, han tenido en los años recientes la premisa equivocada de que un buen cabildeo en Washington lograría una buena reforma.
"Este año, esa premisa ha demostrado ser insuficiente. Claro, las organizaciones latinas históricas han sido beneficiadas con fondos del orden de los 10 millones de dólares en cinco años, pero su estrategia marcha en dirección opuesta a la realidad política."
Se explica Chacón: "En ese mismo lapso se han aprobado unas 200 propuestas antinmigrantes en municipios y estados, ¡porque la derecha antinmigrante comenzó a invertir ahí desde hace 15 o 20 años!"
Así pues, la "premisa equivocada" ha privilegiado el cabildeo en la capital estadunidense, dejando de lado el trabajo local. "¿Cuánto dinero reciben las organizaciones con un pie en el terreno? Muy poco, sólo para algunas labores humanitarias".
Convencidos de que las "organizaciones latinas tradicionales" no conceden importancia a la acción trasnacional -consideran el vínculo con el país de origen como "un asunto de nostalgia"- los grupos emergentes, como la NALACC, buscan influir en sus países de origen.
Suelen tener sus reuniones en Chicago o Los Angeles, pero decidieron traer su cumbre a territorio mexicano.
De cumbres y marchas
En los años recientes ha ocurrido un verdadero auge de reuniones con el tema de la migración. El gobierno federal y los estatales, instituciones académicas y un sinnúmero de organizaciones de todo tipo y de ambos lados de la frontera realizan seminarios, foros, congresos o simples reuniones a granel. En ese océano, la Cumbre de Migrantes realizada en mayo pasado se distinguió no sólo por la cantidad de participantes, sino porque la mayoría eran sujetos, es decir, migrantes hablando de migrantes.
Algunos, al ver la cantidad de asistentes, pensaron que de ahí debía salir un gran organismo multinacional. "La cumbre ni se pensó ni se hizo como un acto política u orgánicamente unificador. Los migrantes somos una enorme masa muy heterogénea y sería artificial pensar en la unidad orgánica", explica Chacón.
Del mismo modo, la cumbre no emitió una declaración final de consenso, sino sólo un documento que expresa el punto de vista del comité organizador. "De haber incorporado todas las propuestas hubiéramos terminado con un mamotreto".
El acto, en realidad una suma de reuniones paralelas con los más diversos actores, dejó un buen sabor de boca en sus organizadores.
Pero apenas habían desempacado sus maletas cuando se abrió el debate en el Senado estadunidense, y los dirigentes migrantes tuvieron que meterse a la batalla en busca de una reforma que no signifique un triunfo para los antinmigrantes.
Y se toparon de nuevo con los problemas que Chacón resume así: a pesar de las marchas masivas, las comunidades migrantes no han logrado salir del "plano defensivo" ni lanzar, en consecuencia, una iniciativa política propia con posibilidades de éxito. "Podemos marchar, realizar cincuenta y tantas movilizaciones en 31 estados, algo nada despreciable, pero si consiguiéramos que la mitad de los que marchan enviaran una carta o llamaran a su congresista..."
Tipología del antinmigrante
Los sucesos de las semanas recientes dan la razón al dirigente cuando, en Morelia, hablaba de las dificultades de una eventual reforma. "Ninguno de los dos partidos quiere bregar con el tema de la migración en la campaña presidencial. No le conviene al Partido Republicano porque su sector xenófobo tiene una gran capacidad de organización. Los demócratas simple y sencillamente no quieren hablar, porque si los forzan a hacerlo suenan igualito que los republicanos. Su problema es que no tienen agenda propia. Sí, el problema es que los republicanos tienen la sartén por el mango y por ello podemos esperar que la propuesta empeore".
Chacón distingue, entre los legisladores opuestos a la reforma, tres grupos. Uno, defensor de los empresarios que quieren mano de obra barata pero sin ningún compromiso. Otro, donde ubica tanto a demócratas como republicanos, que sólo buscan el mayor número posible de deportados. Y uno tercero que sabe de la necesidad que tiene Estados Unidos de los inmigrantes, pero los quiere allá sin derechos plenos.
Todo, en un escenario que Chacón define como de desprecio, miedo, desconfianza y sospecha hacia el inmigrante, sobre todo si es latino.
Las redadas de los sin papeles forman parte de ese clima y, aunque pequeñas, reciben gran publicidad, pues de ese modo cumplen su objetivo: que los inmigrantes se muestren dispuestos a aceptar cualquier reforma. Chacón es de los que dicen que no.