Reprueban la política errática del gobierno federal respecto de esos bienes
Al patrimonio cultural no le hace falta marketing, sino respeto y atención: expertos
El jurista Bolfy Cottom deplora la ausencia de respuesta de la sociedad para reclamar el trato que le dan a sus bienes, como en el caso de la campaña comercial por Chichén Itzá
Ampliar la imagen El pasado febrero, el magnate suizo Bernard Weber (de cachucha) visitó la zona arqueológica de Chichén Itzá para “hacer oficial” la participación de la pirámide de Kukulcán en su concurso Siete Nuevas Maravillas del Mundo. El gobernador de Yucatán, Patricio Patrón Laviada (platicando con Weber), al igual que funcionarios del Instituto Nacional de Antropología e Historia, lo recibieron entusiasmados. Para tomarse la foto “promocional” y legitimar su iniciativa, el promotor de la campaña solicitó en cada país que visitó la presencia de los “lugareños”, como se puede apreciar en esta imagen, tomada de la página de Internet de la Fundación Seven Wonders. Sin embargo, la comunidad cultural y académica se ha manifestado en contra de esa campaña privada comercial y mediática
La campaña privada y comercial de las Siete Nuevas Maravillas del Mundo avalada por la Presidencia de la República, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), carece de contenidos, pues más allá de los aspectos de mercadeo, las zonas arqueológicas en su desarrollo han carecido de la comprensión de diversos sectores del Estado.
Los especialistas deploraron que sea el poder económico el que decida el estatus y la importancia de bienes que tienen una enorme historia e importancia cultural para el país. Expresaron que los beneficios son única y exclusivamente para los grandes empresarios y las cadenas hoteleras que promueven sus servicios.
Estas son las opiniones de los personajes consultados por La Jornada, respecto de la campaña privada y mediática para que la zona arqueológica de Chichén Itzá, Yucatán, sea designada “nueva maravilla”:
Linda Rosa Manzanilla Naim, antropóloga y arqueóloga: Es muy difícil contestar esta pregunta, pues en la lista hay cosas que para mí no son comparables: no se pueden equiparar obras modernas como la torre Eiffel y la Estatua de la Libertad, con sitios antiguos como Machu Picchu o Chichén Itzá.
Hay también monumentos aislados como el Taj Mahal, que son verdaderas maravillas estéticas. ¿Qué estamos evaluando cuando hablamos de maravillas? ¿Acaso no es maravilloso Tikal como capital maya, Copán como un relicario de belleza decorativa maya, Yaxchilán en el Usumacinta? Inclusive Teotihuacán: ¿no es grandiosa su traza y su armonía con el espacio natural? Me es muy difícil opinar. Por otro lado, uno supondría que con esa distinción vendrá presupuesto para el mantenimiento. Pero Chichén Itzá está estrangulado por los hoteles circundantes, y tiene muchos problemas de ambulantaje.
Sergio Raúl Arroyo, etnólogo y ex director general del INAH: Me parece que todo este proceso debería ser parte de una promoción que debiera haber surgido del propio gobierno mexicano y no por una cuestión externa, y que además contemplara todas las prevenciones en términos de control y alcance en favor de la protección y salvaguarda del patrimonio arqueológico.
Hay un aspecto que es un tanto artificioso y que también hay que cuidar con el objetivo de no convertir esto en un asunto de marketing. Esto me parece que es algo mucho más importante y serio.
El despliegue mediático carece de contenidos precisos, y sobre ello me parece hay que darle un interés fundamentalmente académico. También se debe considerar los problemas que implica su resguardo, el conocimiento de la misma zona y no hacer de esto simplemente una especie de símbolo vacío, donde lo único que se ve es el escaparate y no los contenidos.
Lo único que se puede desear para este caso es que el desenlace fuera favorable para la zona arqueológica, pero la preocupación radica en que el resultado implique un problema todavía mayor al que aqueja a esa área prehispánica.
Más allá de los aspectos de mercadeo, las zonas arqueológicas en su desarrollo a veces han carecido de la comprensión de diversos sectores del Estado. Se debe llamar la atención para que se contemple una protección integral de la zona luego de una encuesta que promueven las propias empresas comerciales que la ponen en marcha.
Maniobra de mercadotecnia
Ida Rodríguez Prampolini, historiadora de arte y Premio Nacional de Historia, Ciencias Sociales y Filosofía 2001: Me parece una barbaridad atraer indiscriminadamente el turismo. En otros países es muy controlado y esto es sólo comercial. Es absurdo que el turismo acabe con todo lo que es la cultura, en lugar de planificar. Me da tristeza lo que está sucediendo en el país, por ejemplo, apenas se está recuperando el arrecife de la isla Sacrificios y por el turismo la quieren abrir.
Arturo Montero, arqueólogo y jefe de arqueología subacuática del INAH: Simplemente creo que es una maniobra de mercadotecnia y el problema es que no tendremos la capacidad para atender tantos visitantes en caso de que sea considerada “maravilla del mundo”. No existen siete maravillas en el mundo ni siete mujeres hermosas ni siete continentes, esto sólo fue una labor de mercadeo y venta con intereses privados.
Si tuvieran la capacidad de invertir las ganancias en la investigación estaría bien. Si este excedente económico, que surgiría a partir de estas Nuevas Siete Maravillas, pudiera servir para introducir mayor capital a la investigación, sería bueno, pero dudo mucho que así sea. Esto tiene dos vertientes: una buena, es que aumente el turismo y el interés de la sociedad por el patrimonio arqueológico; y la otra es la preocupación de la capacidad que se tendrá para recibir tantos visitantes. Con el excedente económico que se genere debería haber alguna reinversión para el patrimonio nacional.
Carlos Flores Marini, arquitecto e integrante del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS): Como se ha dicho es una campaña de tipo comercial que no está avalada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), porque se deslindó de esta propuesta de maravillas del mundo contemporáneo.
Esto beneficia al turismo cultural que se da en la zona maya, pero independientemente del valor de la pirámide, el problema que se presenta es la puesta en marcha de medidas de protección necesarias en Chichén Itzá, ya que tiene un número fuerte de visitantes.
En Chichén Itzá deben aumentarse las medidas de protección y el INAH va a afrontar problemas graves de mantenimiento. El chiste es aprovechar esta propaganda desmedida en reconocimiento de la cultura maya, no sólo de la pirámide, lo cual sí sería un aspecto positivo.
Maravilla, ¿pero para quién?
Bolfy Cottom, investigador y jurista: Es verdaderamente lamentable que el poder económico sea quien esté decidiendo ahora la clasificación, el estatus y la “importancia” de bienes que forman parte de nuestro patrimonio cultural. Lo que importa ahora es someter a una carrera de competencia –con criterios económicos, políticos, mediáticos– a bienes que tienen una enorme historia e importancia cultural para nuestro país. En este caso ya no importa ni la historia ni los valores culturales ni los lazos de cohesión social, que estos bienes conllevan, sino lo que importa es quién obtiene la mayor cantidad de votos.
Otro punto importante es qué significa el concepto de “maravilla”. Es maravilla, pero desde qué punto de vista. ¿Maravilla? ¿Para quién? Esto resulta hasta cierto punto una burla. Esas maravillas evidentemente benefician a un sujeto poderosísimo, quien ahora decide la importancia de estos bienes. Otro aspecto es lo lamentable que resulta cómo cabezas de instituciones culturales se prestan a este tipo de juegos.
El INAH y la Secretaría de Educación Pública no se han manifestado de manera clara y precisa sobre el asunto. Ya no importa el patrimonio arqueológico, el estatus de bien de la nación. Por último, como reflexionaba Giovanni Sartori, estamos en un contexto de videopolítica, en el que los medios de comunicación desafían, no sólo a las instituciones del Estado, sino a la sociedad misma, porque tampoco se ha visto una reacción de la sociedad reclamando el trato que le están dando a sus bienes, situación que es muy preocupante, porque entonces son los medios de comunicación quienes están gobernando, inclusive influyen hasta en las formas de concebir los bienes culturales, los cuales tienen totalmente otra función, más que esa competencia económica y política.
‘Otro aspecto muy discutible es el que se refiere a los supuestos beneficios que traerá a las comunidades locales. Ciertas investigaciones han demostrado que esa es la bandera con la que se empieza, pero a final de cuentas los beneficios son única y exclusivamente para los grandes empresarios o las grandes cadenas hoteleras que empiezan a promover servicios respecto de dichos bienes arqueológicos.
“Ojalá hubiera beneficios para las comunidades, pero me temo que francamente es sólo una manipulación de esos bienes.