Número 132 | Jueves 5 de julio de 2007
Director fundador: CARLOS PAYAN VELVER
Directora general: CARMEN LIRA SAADE
Director: Alejandro Brito Lemus

Entrevista

Restricciones al derecho a decidir, herencia de la tradición católica

Por Rocío Sánchez

Hablar de aborto inducido en América Latina es hablar del peso del catolicismo sobre nuestras sociedades secularizadas. El tema es símbolo y trinchera que no permite una segunda ojeada: la estridencia de las condenas eclesiásticas, el juego de la fe, nubla las referencias a su carácter de salud pública.

En medio de la discusión legal que se avecina en la Suprema Corte de Justicia de la Nación sobre el tema —a propósito de la aprobación de la reforma que permite la interrupción del embarazo antes de las 12 semanas de gestación en la ciudad de México—, vale la pena hacer un recorrido por la situación latinoamericana. Sobre el tema charlamos con la investigadora Susana Lerner, de El Colegio de México, quien ha publicado un análisis sobre la discusión en torno al aborto en la región entre 1990 y 2005, “El aborto en América Latina y el Caribe”. El estudio puede consultarse en línea en: http://ceped.cirad.fr/cdrom/avortement_ameriquelatine_2006/
A continuación, parte dse la charla.

¿Cuáles son las particularidades de la región de Latinoamérica y el Caribe en el tema del aborto?
Las legislaciones de la mayoría de los países latinoamericanos tienen su origen en los países que los colonizaron, altamente conservadores. Por otro lado, prácticamente todos los países de la región son católicos, donde la fuerza de la Iglesia es muy importante. En países como los centroamericanos la influencia de la Iglesia es mucho mayor.

En algunas naciones ya se ha iniciado con mayor fuerza un proceso de democratización, de ciudadanía. Ahí están los movimientos de mujeres que pugnan por el derecho de ellas sobre su reproducción. Son las que han estado influyendo en las instancias legislativas, como en el caso de México.

En América Latina hay ocho países que permiten el aborto sin ninguna restricción, entre ellos Cuba, Puerto Rico y Barbados, pero además están las islas que fueron territorios franceses. En contraste, hay países donde el aborto no se permite bajo ninguna circunstancia a pesar de que la práctica de ese procedimiento es muy amplia. Mi conclusión es que las leyes restrictivas no impiden sino que, al contrario, fomentan la práctica clandestina.

¿En qué difieren las consecuencias para una mujer que se somete a un aborto clandestino y una que lo hace legalmente?
Los registros y la información con la que contamos es muy parcial, no son cifras exactas. Hay un subregistro muy grande tanto en las encuestas como en los registros hospitalarios, pues no todas las mujeres acuden a los hospitales por abortos ni todas las mujeres los declaran, porque están en un contexto cultural, social, moral y familiar altamente conservador que estigmatiza y sanciona a las mujeres que llevan a cabo el aborto.

Sin embargo, al mirar las estadísticas de la morbilidad y la mortalidad materna, la tasa debida al aborto en el caso de Cuba, donde es legal, está en los niveles de países como Francia, frente a la tasa de otros países donde el aborto llega a ser la primera o segunda causa de muerte materna.

¿Cuáles son los principales obstáculos en la región para flexibilizar las legislaciones en materia de aborto?
Las fuerzas sociales que se oponen a ello, como la Iglesia Católica y los grupos de derecha, que todavía quieren controlar la vida de las mujeres.

Otro de los problemas es la interpretación de las leyes. Por ejemplo, en Uruguay el aborto se considera ilegal pero hay atenuantes como las condiciones económicas adversas. Entonces hay una gran diferencia entre la legislación del aborto y la práctica del aborto. Una de las cosas que hay que hacer es la regulación de las leyes para que no sean leyes en desuso. En el caso de chicas que han sido violadas y quedan embarazadas, a veces se les solicita la autorización de un médico, del padre, del compañero, y esos trámites burocráticos retrasan el procedimiento hasta llevarlo más allá de las 12 semanas en que se permite.

¿Cuál es la interacción de los hombres en esta problemática?
La participación de los varones está condicionada por contextos culturales, religiosos y morales, pero sobre todo por los roles asignados al varón. Ellos son los que dominan, los que deciden cuándo y cómo tienen relaciones sexuales. En el caso de la reproducción, generalmente los varones dicen que la regulación de la fecundidad es una decisión de la mujer, la mujer es la responsable de cuidarse.

Respecto al aborto, la postura de los hombres varía en función del tipo de su relación con la mujer. En caso de relaciones legales o de noviazgo donde hay lazos emotivos fuertes, sí hay una corresponsabilidad y el varón participa, aunque finalmente la decisión de abortar la consideran propia de la mujer.
En cambio, en el caso de relaciones no formales —extra conyugales o preconyugales— los hombres generalmente son indiferentes ante un embarazo no deseado. También tiene que ver con la trayectoria de los hombres, por ejemplo, en su primera relación se desentienden, pero en la segunda o tercera relación van adquiriendo conciencia del problema.

Foto: Manuel Álvarez Bravo, El ensueño (1931)