Drogas, supervivencia y violencia
El tema de las drogas nunca es viejo. Su actualidad se vincula con la realidad y su vigencia con la imposibilidad, casi siempre pactada, de disminuir el mercado y la producción de éstas. Los sin, los depauperados entre los depauperados, la producen, en muchas ocasiones, por una muy buena razón: para no morir. Los intermediarios y los que usufructúan las ganancias, sean los empresarios de las drogas, o los políticos que las distribuyen, fomentan su elaboración por otra muy buena razón: tener más dinero y más poder.
En medio quedan los consumidores, muchas veces desinformados y "empujados", y los estragos que produce el uso de la mayoría de las drogas (la mariguana daña menos que el alcohol). Quedan también la violencia propia del dinero mal ganado, la hipocresía de la mayoría de los políticos de los países consumidores y el relajamiento de los valores ancestrales de la sociedad, que han sido sustituidos por una vida ligera, donde todo lo que implique esfuerzo y pensamiento es sinónimo de anacronismo.
Ser campesino en el tercer mundo implica ser pobre. Ser pobre en el siglo XXI es, en muchos casos, sinónimo de supervivencia y de desesperanza. Cerrados los caminos del progreso, y ante la necesidad de satisfacer las necesidades mínimas para no fallecer, estoy convencido de que (casi) todo es lícito. Los campesinos latinoamericanos, asiáticos o africanos olvidados por sus gobiernos, empobrecidos ad nauseam, sin esperanzas y expoliados por los unos y por los otros, ¿tienen o no derecho a cultivar drogas con tal de no morir?, ¿tienen derecho a sobrevivir? El informe de la ONU acerca de la creciente producción de heroína en Afganistán es buen testimonio del significado de la supervivencia de incontables campesinos en un país donde rusos y estadunidenses han pernoctado (y lo siguen haciendo) muchos años.
De acuerdo con un estudio, publicado por Naciones Unidas, a pesar de que en Afganistán está desplegada una fuerza de la OTAN y otra de Estados Unidos (30 mil soldados en total) en el país centroasiático se cultiva 82 por ciento del opio mundial y 92 por ciento de la heroína. Esos datos se acompañan de algunas ideas muy cuestionables: según Naciones Unidas, en Afganistán será bastante improbable lograr que haya seguridad si no se combate el problema del opio, a lo que agregan que los campesinos aducen que lo cultivan porque los talibanes los obligan a hacerlo bajo amenaza de muerte. Me parece que los argumentos de la ONU son amañados y dogmáticos. ¿Por qué no enfrentar el problema de otra forma?
Cuatro preguntas: ¿Por qué no decir que la presencia de rusos y estadunidenses no sólo ha empobrecido la democracia en el país, sino que ha promovido la producción de opiáceos como fuente de negocio? ¿Por qué no preguntar cuál es la utilidad de 30 mil soldados si a pesar de (o por) su presencia la superficie cultivada de opio en ese territorio pasó de 104 mil hectáreas en 2005 a 165 mil a finales del año pasado? ¿Por qué no preguntar qué sucedería con los neoyorquinos que consumen cocaína, si los gobiernos de Perú y Bolivia no hubiesen permitido que la producción de coca se incrementase con tal de que "su gente" no continúe muriendo? Y, finalmente, ¿por qué la ONU no pone nombre, apellido y lugar a los políticos que bajo su égida funcionan a la vez como gobernantes y narcotraficantes? Me imagino que así como se conocen con precisión las cantidades de drogas que se producen en diferentes partes del mundo y las rutas por las cuales se distribuyen, deberían publicitarse también las "otras razones" de las drogas y los "otros nombres" de los capos.
Con frecuencia escribo que la sociedad avanza más rápido que las leyes y, sin duda, con más inteligencia que los políticos -lo cual no es difícil. Muchos librepensadores, a pesar de conocer los peligros implícitos en la legalización de las drogas, consideran que deben buscarse los caminos para aprobarla. Es muy probable que los expertos en estos temas cuenten, al igual que lo que sucede con el aborto y la eutanasia, con elementos inteligentes y razonables para explicar los motivos por los cuales la legalización de algunas drogas sería adecuada. Lo que es indudable es que mientras los campesinos sobreviven por sembrar drogas, los narcotraficantes y los narcotraficantes vestidos de políticos son los que más se benefician.