Usted está aquí: jueves 12 de julio de 2007 Opinión Las copias

Olga Harmony

Las copias

Cornamusa es una nueva productora que, junto a Conaculta y Rodrigo Murray, presenta Las copias de la autora británica Caryl Churchill en traducción de Antonio Castro. Se trata de un texto difícil y muy duro al que los críticos ingleses lo mismo tratan de thriller psicológico que de la tragedia del siglo XXI y al que se le pueden encontrar varias vertientes, la más obvia una crítica, no a la paternidad lo que abarcaría una injusta gama de posibilidades, sino a cierto tipo de padres. Esto se puede constatar con la observación de las vidas y actitudes de Bernardo 1, Bernardo 2 y Miguel, el único que no ha conocido a su padre genético y cuya aparición final y los últimos parlamentos de la obra añaden una crudelísima verdad que hace pensar y no poco. La autora regresa al eterno mito fáustico en que el padre, David, ha querido rehacer su vida, o por lo menos la parte de ella en que falló como padre y firma un convenio, ya no con el diablo sino con un científico -al que en el texto se califica de loco- que abusó y en lugar de un clon de Bernardo 1 hizo varios de ellos.

Las posibilidades de la clonación humana son el punto de partida para hablar de la identidad, que es el tema último del texto y que está presente en las actitudes de reclamos de los dos Bernardos. El número 2, el más cercano al padre, cuando éste le explica por fin secretos del pasado y muestra su gran culpa, insiste en que David no podría haber actuado de otra manera porque entonces hubiera sido otro y no él, con lo que no sólo intenta confirmar la identidad del otro, sino la suya propia. Los personajes, aun los clonados, tienen rasgos muy personales que los diferencian, lo que lleva al problema de la herencia genética y el medio ambiente como formadores de la personalidad. El acosado David, aun enmedio de la culpa y el arrepentimiento que lo ha convertido en un padre cariñoso con ese segundo hijo, no deja de tener reminiscencias del que fue, al pensar en obtener dinero de la compleja situación de la que acaba de enterarse. Mucho más se puede decir del excelente texto de la autora británica que llega a conmover a muchos espectadores, pero insistir en ello sería ''vender" la trama para el posible lector que no la haya visto.

Mario Espinosa dirige con su acostumbrada fluidez y acierto esta obra que se basa, más que nada, en los diálogos de los personajes, casi sin posibilidades de acción escénica y logra mantener en el público la atención y la expectativa, clarificando un texto que, en confesión de muchos y en lectura, resulta un tanto oscuro. En una escenografía de Gloria Carrasco -diseñadora también del vestuario- consistente en tres arcos tras los que se ubican tres elegantes asientos y en el escenario el sillón y la mesita lateral de la casa de David, Espinosa mueve -siempre por la misma entrada, con lo que los tres arcos se vuelven simbólicos- a sus actores. Los tres hijos meten sus respectivos asientos, que los identifican, dos de los cuales son alineadas a un lado, también simbólicamente, por el padre antes de la entrada de Miguel y usan la misma ropa, un sutil indicio del director de que será la actitud la que los diferencie sin apoyo de ningún recurso externo y que por otra parte no obliga a molestos puentes entre una y otra entrada, a pesar del transcurso del tiempo, que probablemente sería de unas cuantas horas o días.

Rodrigo Murray es nervioso y angustiado por la revelación que acaba de tener, como el primer Bernardo que se presenta en escena; arrogante y desdeñoso como el Bernardo original que tiene tantas cuentas pendientes con el padre, después de 36 años, y que se precipitan por la aparición de los clones; alegre y tranquilo como Mario, el único de los tres con familia y biografía definida. Luis Rábago es David, el padre, cuyas únicas transformaciones se dan con la sutileza de las reacciones que tiene el personaje siempre en escena e incorporado por uno de nuestros mejores actores. La escenificación se complementa con la iluminación diseñada por Angel Ancona y la música original y la guitarra de Eduardo Piastro.

Obra y montaje son más que recomendables y el público ya puede acceder sin problemas al Teatro Hélenico, ya que la repulsa pública de muchos miembros del gremio teatral contra las trabas que ponía el Instituto Helénico y los acuerdos de las comisiones de cultura de ambas cámaras legislativas, han hecho que dichas trabas desaparezcan. Si usted desea sumarse con su firma y/o conocer el acuerdo legislativo, puede buscar en el blog:http://salvemosalhelenico.blogspot.com o en el correo electrónico [email protected]

 
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