Vulnerabilidades
Como en un ejercicio de salto triple de trapecio sin red, el país va de una burbuja de credibilidad a otra, sin transición alguna que le ofrezca un momento de alivio. De la vecindad con la redición del racismo inaugurado por los liberales y revolucionarios de 1900 contra los nacionales chinos nos columpiamos a la invención del terrorismo, que siempre nos fue ajeno, sin que prive en nuestras conclusiones el menor examen de antecedentes y consecuencias: si lo dijeron y lo pintaron, que así sea. De una guerra a otra, con tal de convocar a la nación al patriotismo.
Quizás llegó un momento de duras pero insoslayables definiciones, más allá de las encuestas y los reconocimientos foráneos sobre la habilidad del gobierno para "saltar" sobre sus propias trampas de legitimidad. Un atentado es siempre criminal e inadmisible. Por eso, tratar de inscribir el que supuestamente hirió a Pemex en la lucha social y política de los mexicanos por la democracia y la justicia sólo contribuye a desnaturalizar esta lucha y a beneficiar a los privilegios más concentrados y autoritarios. Jugar con las coyunturas y someter a tortura a las palabras no puede conducir sino al delirio, cuando la violencia entra en escena y empieza a trazar sus círculos hipnóticos: y esto para la izquierda y el Estado, pero también para todos los que todavía hace unas horas identificaban desde la derecha a todo movimiento social con la ruptura o la convocatoria a la estampida.
Independientemente de si en efecto se ha tratado de un acto terrorista, lo ocurrido nos pone frente a una vulnerabilidad nacional básica profunda y hostil: una gran empresa, valiosa a la vez que compleja y riesgosa, se despliega en el territorio sin la menor consideración por la seguridad de los asentamientos humanos, lo que agrava la fragilidad original de estos asentamientos y repercute sobre la debilidad estructural y la legitimidad misma de la industria nacional por excelencia. Cuando de ductos se trata, no suena más exagerado decir que la patria y sus centros están en claro e inminente peligro.
Si a lo anterior agregamos nuestra proverbial incultura en materia de conservación y mantenimiento de las infraestructuras físicas y humanas del país, tendremos el cuadro completo de la precariedad ingente de nuestra seguridad nacional, ahora agudizado por el temor y la incertidumbre provenientes en buena medida de la rápida aceptación gubernamental de la amenaza armada y su secuela mediática. Si de cazar pleitos se trata, parece decirse, cacémoslos todos de una vez, así tengamos que ir a Nueva York en busca de picapleitos.
"Gobernabilidad en peligro", advierte el Banco Mundial, y es probable que así sea. Pero admitamos que esta vulnerabilidad no puede corregirse importando técnicas o técnicos, sino a partir de un descarnado reconocimiento de nuestros descuidos seculares.