Slim: capitalista, no empresario
Slim, probablemente el hombre más rico del mundo (si no lo es pronto puede serlo), es un capitalista, no un empresario. No es trivial. Un capitalista está instalado en la reproducción del sistema como tal y en la maximización de ganancias; un empresario está en la innovación y el desarrollo, dos prototipos distintos de la abstracción homo economicus.
Una característica del subdesarrollo es la presencia de capitalistas salvajes que buscan alcanzar desde el sector privado, y desde el público, hacerse de la mayor fortuna posible, en el más breve lapso, por cualquier medio.
El asunto ha sido tratado por figuras mayores del pensamiento económico. El manifiesto del Partido Comunista contiene un largo pasaje que es un canto a la "burguesía revolucionaria". Visto desde Schumpeter o Keynes, Marx se refería, no a los especuladores, desde luego, sino a los empresarios capaces de revolucionar la ampliación y modernización de las fuerzas productivas, su dominio sobre la naturaleza, y el papel civilizador que ello tendría en el largo plazo.
Una figura de gran relieve que se ocupó directamente del empresario como fuerza productiva fue el economista austriaco Joseph Alois Schumpeter. Nacido en Triesch en 1883, (Moravia) estudió en la Universidad de Viena y fue alumno de Friedirech von Wiser, quien aportó el concepto de "costo de oportunidad", criticando a Marshall y en general a los economistas británicos por esta laguna teórica.
Schumpeter enseñó Economía en las universidades de Viena, Chernovtsi (Ucrania), Graz y Bonn a partir de 1909; posteriormente fue profesor en Harvard desde 1932 hasta su muerte. Sus aportes a la teoría del ciclo económico fueron fundamentales y en razón de ello sus alumnos reclamaron siempre que no se le haya otorgado el Nobel de Economía. Escribió decenas de ensayos y libros, pero tuvo una influencia muy importante su Business Cycles: A theoretical, historical and statistical analysis of the Capitalist process, 1939. En su Teoría del desarrollo económico habló de la importancia del empresario y volvería sobre el tema en The Explanation of the Business Cycle, de 1927, y en The Analysis of Economic Change, de 1935. Acaso su obra más celebrada sea su monumental History of Economic Analysis (1954).
Schumpeter fue el economista que más ha aportado a la comprensión de la innovación industrial y su importancia decisiva en la dinámica del crecimiento económico. A su decir, la actividad innovadora es la fuerza más importante del crecimiento capitalista y proviene del "espíritu promotor", cualidad capaz de imaginar y vislumbrar posibilidades para la innovación, y movilizar los recursos necesarios. Las innovaciones tomarían cinco formas principales: a) la introducción de un nuevo producto o de una nueva calidad de un producto ya existente; b) la introducción de un nuevo proceso de producción; c) la apertura de un nuevo mercado; d) el desarrollo de una nueva fuente de insumos, y e) los cambios en la organización industrial.
Para la realización de una innovación, según Schumpeter, el empresario ha de vencer tres dificultades: 1) la incertidumbre; 2) la repugnancia de la gente por realizar algo nuevo, y 3) la resistencia del medio social frente a sus innovaciones. Sin cambio no hay, absolutamente, desarrollo. De esto hablaba Keynes cuando se refería a los animal spirits del empresario.
El siglo XX estuvo caracterizado por un sector profesional creciente dedicado a la investigación y el desarrollo dentro de la industria, cuya función ha sido buscar y articular innovaciones mediante la investigación científica organizada. En el XXI el conocimiento se vuelve la palanca fundamental del desarrollo, de modo que, sin ella, el atraso y el subdesarrollo se tornan perennes. Gran parte de la producción industrial moderna es el resultado de la búsqueda, verificación y procesamiento de la información científica y de su subsecuente articulación con las ingenierías y tecnologías.
Slim se ha dedicado a comprar empresas rotas que otros han hecho; las repara y las explota en su país, o en cualquier otro, donde estén las ganancias. Si incorpora innovaciones, como en Telmex, son las que otros produjeron. También hace mucho comercio: comprar en dos y vender en cuatro. No es un empresario, aunque podría serlo.
Silicon Valley (California) fue por un tiempo el único centro de innovación masiva y continua en el mundo. Hoy Bangalore (India) rivaliza sin problemas con el centro gringo. En muchos otros puntos del planeta se abrieron espacios a la innovación continua, que siempre termina diseminándose por todos los rincones del sector industrial. Así despega el desarrollo.
Destine usted, ingeniero Slim, unos 500 millones de dólares iniciales a crear una ciudad de la investigación y el desarrollo. Es un pelo de gato. Reúna a las universidades que cuentan con las plataformas tecnológicas más desarrolladas y a las que cuentan con centros desarrollados de investigación científica y tecnológica y hagamos ingeniería del siglo XXI, nanotecnología, robótica, biotecnología humana, animal y vegetal, montemos una red de primer nivel de tecnologías de la comunicación multidimensional que cubra al país. Las páginas de La Jornada se pueden llenar con la lista de proyectos factibles para el desarrollo de México y para la exportación. Realice un programa inteligente. Pague bien -muy bien- al talento innovador de los creadores mexicanos: sobran. Innove. Eso es el desarrollo. Revolucione la producción. Pregunte a Finlandia o a Irlanda, o a India, o Corea, o a China, o a Schumpeter, o a Keynes. O pregunte cuál es el PIB que producen los mexicanos que viven en Estados Unidos que trabajan con tecnologías modernas: se aproxima al de México. Eduquemos y capacitemos masivamente. Apoyemos, junto con el Ejecutivo, la formación de doctores graduados en la investigación y el desarrollo sostenible. Si lo hace, otro gallo va a cantar.