El día P
Londres, 18 de julio. A menos de 72 horas del día D –¿o debería ser P?–, la excitación por conocer el ansiado final de la saga de Harry Potter se ha vuelto incontenible. Pero si JK Rowling logró llenar de magia su propia vida y la de millones de lectores, sobre todo adolescentes, en el mundo entero, este éxito editorial sin precedente poco tendrá de mágico para la industria del libro, pues la voracidad de las grandes cadenas de supermercados y megalibrerías que organizaron una preventa masiva por Internet a mitad de precio canceló la bonanza que hubiera sido previsible para las librerías tradicionales, a la vez que reabre el debate sobre el precio único como forma de dar nuevo aliento al alicaído negocio editorial.
Los pedidos millonarios de los grandes detallistas vinieron acompañados de la acostumbrada exigencia de castigar el costo. El diario The Independent reporta este miércoles el escarceo entre la editorial británica de la serie, Bloomsbury, y la cadena de supermercados Asda, que montó un chantaje cuando la primera fijó un precio de venta de 17.99 libras por ejemplar. Asda la acusó de “tomar de rehenes a los niños” para obtener un “lucro desmedido” y Bloomsbury amenazó con suspender la entrega de los 500 mil ejemplares ordenados por la cadena. Finalmente ésta ofreció disculpas, poco sacrificio si se considera la ganancia que obtendrá, no tanto con la venta de la obra, sino de su uso como producto gancho para todas las mercaderías directa o remotamente conectadas con ella.
El caso queda como botón de muestra de un fenómeno que en su aspecto de negocios tiene muy poco de fantasía, excepto por las fabulosas ganancias que deja a quienes menos se esfuerzan por obrar el milagro. Los pequeños libreros tendrán que resignarse, aquí y el resto del mundo, a ver cómo vuelan los ejemplares de las mesas de ofertas de las grandes tiendas y esperar la resaca de los lectores remisos o escépticos para obtener un modesto beneficio, si acaso.
Mientras tanto, por todo Londres se anuncian noches de magia previas al esperado primer minuto del sábado 21 de julio, cuando Harry Potter and the Deathly Hallows venga a descorrer el velo de uno de los misterios más celosamente guardados de la historia reciente: el desenlace de la disputa entre el bien y el mal, encarnados en el joven estudiante de magia de Hogwarts y su enemigo mortal, el Oscuro Señor Voldemort. El ansia de los fanáticos se vio sólo levemente paliada con el lanzamiento de la quinta película de la serie, al remplazar temporalmente las especulaciones sobre lo que ocurrirá en el séptimo libro con la curiosidad por la forma en que el director David Yates abordaría la compleja trama de la que muchos consideran la más oscura de las novelas potterianas conocidas hasta hoy, Harry Potter y la Orden del Fénix.
Al margen de la crítica especializada, los rostros de los jóvenes que acudieron a las funciones de estreno, el jueves 12 de julio, reflejaban más desconcierto que satisfacción, en especial por la forma en que Yates despachó en unos segundos la escena culminante y más conmovedora no sólo de ese libro, sino de toda la saga hasta ese momento.
Otra forma de entretenerse en la espera ha sido para muchos jóvenes lectores agregar su firma a la petición que Waterstones, la cadena de librerías más grande del Reino Unido, piensa presentar a la autora para que encuentre la forma de prolongar una epopeya que tan buenos resultados ha dado en la caja registradora, al margen de sus méritos literarios, que siguen siendo tema de discusión entre los entendidos.
Entre tanto, JK Rowling se apresta a emprender una hazaña más, cuando lleve a cabo el maratón de firma de ejemplares que le ha organizado en el museo, y que la tendrá ocupada la noche entera junto 500 admiradores seleccionados mediante una rifa realizada por Internet, la cual, por cierto, fue exclusiva para lectores británicos y estadunidenses, quienes además recibirán un ejemplar gratuito y escucharán a la autora leer pasajes de la novela. Así que los pottermaniacos venidos de otras tierras tendrán que conformarse con mirarla de lejos, si acaso, o sumarse a algunos de los círculos de lectura, debate y especulación que junto con otras actividades han organizado docenas de asociaciones más o menos formales.
Un hecho es innegable: negocio, moda o locura colectiva, la concentración de miles de ávidos lectores en Londres y Edimburgo, y sus ecos en todo el planeta, para asistir al nacimiento de una nueva novela, es, junto con los homenajes mundiales por el 40 aniversario de Cien años de soledad, la marca de un verano imborrable para el noble y muy antiguo arte de narrar historias.