Limitará las visas oficiales a GB y suspenderá la cooperación contra el terrorismo
El gobierno ruso expulsa a cuatro funcionarios de la embajada británica
Con el sentido común se podrá superar esta "minicrisis", confía el presidente Putin
Moscú, 19 de julio. Rusia optó por dar a Gran Bretaña una respuesta simétrica al expulsar este jueves a cuatro funcionarios de la embajada británica aquí y limitar el otorgamiento de visas oficiales, y también decidió suspender la cooperación en materia de lucha antiterrorista, una medida adicional que más que represalia afecta por igual a ambos países.
El embajador británico Anthony Brenton fue convocado hoy a la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, donde se le notificaron "los pasos de respuesta de la parte rusa a las acciones provocadoras y hostiles de Londres con motivo del llamado caso Litvinenko", informó el vocero de la Cancillería, Mijail Kamynin.
El asesinato en Londres del ex espía ruso, Alexandr Litvinenko, envenenado en noviembre pasado con el radiactivo polonio 210 y la negativa rusa a extraditar al principal sospechoso, Andrei Lugovoi, desencadenó esta crisis bilateral, que es la más delicada desde septiembre de 1971, cuando Londres expulsó a 105 soviéticos y Moscú contestó declarando persona non grata a 18 británicos.
Kamynin subrayó que las medidas tomadas tienen un carácter "selectivo, sopesado y mínimamente indispensable", en alusión a que -igual que resolvió el Foreign Office en relación con los rusos- no lastimarán los intereses de los ciudadanos comunes que podrán seguir viniendo a Rusia como turistas, empresarios, periodistas, estudiantes o científicos.
Hasta que reciban una explicación convincente sobre las restricciones británicas a las visas oficiales -agregó el vocero-, los funcionarios rusos no van a pedir este tipo de visado y Moscú tampoco estudiará ninguna solicitud de visa oficial por parte de Londres.
"Para nuestro gran pesar, las medidas anunciadas por Londres hacen imposible la cooperación entre Rusia y Gran Bretaña en materia de lucha contra el terrorismo", dijo Kamynin.
Sin embargo, el intercambio de información sensible entre los servicios secretos de ambos países era más bien simbólico y, a partir de la investigación del asesinato de Litvinenko, dejó de tener sentido al ponerse en entredicho la confianza recíproca que debe primar en ese ámbito.
El presidente Vladimir Putin, quien se encuentra en la república de Mordovia en el norte de Rusia, donde hoy se inauguró el primer festival internacional de los pueblos ugrofineses, trató de minimizar la tensión ruso-británica al expresar esta noche la convicción de que se logrará superar lo que definió como "minicrisis".
Para ello, afirmó, "sólo hace falta que cualquier acción se corresponda con el sentido común, así como respetar los intereses de la contraparte".
Putin hizo este breve comentario un día después de que el magnate Boris Berezovsky, desde su exilio en Londres, acusó al titular del Kremlin de haber ordenado su asesinato, en una conspiración que frustró Scotland Yard, la policía metropolitana de Londres, al detener al presunto sicario y deportarlo a Rusia.
Los canales de televisión y las emisoras de radio, casi todos bajo control de las autoridades, hicieron caso omiso de esta noticia y sólo algunos periódicos de hoy se refirieron con ironía a la denuncia de Berezovsky.
Ahora enfrentados a muerte, metáfora que empieza a adquirir un nuevo significado a la luz de los hechos recientes, Berezovsky y Putin formaron parte de un mismo equipo en la segunda mitad de los noventa, cuando sumaron todo lo que saben hacer mejor para prolongar a cualquier precio la estancia del entonces presidente Boris Yeltsin al frente de Rusia.
Berezovsky, por esa época considerado eminencia gris del Kremlin, jugó luego un papel determinante -a través del escandaloso manejo de ORT, el principal canal de la TV local que era de su propiedad, y del generoso financiamiento de la campaña del sucesor designado por Yeltsin- para que Vladimir Putin pudiera llegar a la presidencia en 2001.
Tras dos años de forcejeo, se produjo la ruptura definitiva, comenzó la persecución judicial de Berezovsky y éste, convertido ya en enemigo jurado de Putin, se exilió en Londres.
Para el Kremlin extraditar a Berezovsky devino obsesión, pero va a estar difícil -y con más razón después del supuesto intento de asesinato- que una corte londinense la conceda porque en la primera solicitud, saturada de incongruencias y poco sólida en pruebas, se le imputaron al magnate presuntos delitos cometidos muchos años antes de ocupar en el Kremlin el puesto clave de secretario adjunto del Consejo de Seguridad de Rusia.
Además la acusación se basó en esquemas de evasión fiscal descritos por un socio suyo, Yuli Dubov, en la primera novela que publicó al dejar el mundo de los negocios y dedicarse a la literatura. Ese antecedente de torpeza por parte de la procuraduría rusa cuestiona la veracidad de cualquier otra solicitud de extradición en su contra, sobre todo cuando no se aportan evidencias irrebatibles como en la más reciente en que se incrimina a Berezovsky "intentar derrocar el régimen constitucional de Rusia", a partir de una entrevista que el exiliado dio a un diario británico.