El movimiento social lleva 25 muertos; el lunes, los toletes no serán de cartón
Sigue la Guerraguetza: la APPO prepara estrategias y Ulises Ruiz a sus policías
Ampliar la imagen Unos 500 uniformados estatales custodian el auditorio del Fortín, escenario de la Guelaguetza prevista para el lunes Foto: Hugo A. Velasco/Micphoto
Ampliar la imagen Una señora participante en la marcha de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca sostiene en sus brazos al Señor de las barricadas, antes de que se desatara la lluvia Foto: Daniel Ezequiel Gómez Leyva
Oaxaca, Oax., 20 de julio. El mensaje lo envía un enfermo desde la cárcel y su muy joven sobrina lo transmite a su manera: "Quieren su fiesta comercial pero esto más bien ya es la Guerraguetza". La jovencita habla en el quiosco del zócalo oaxaqueño, ruda, enojada y triste porque a su tío, Joaquín Vicente Cruz, lo golpearon y apresaron, a sus 64 años y con una enfermedad que le impide correr.
Los golpes, al menos en este caso, no surten un efecto disuasivo. "Una guerra, una lucha popular -sigue la muchachita- no se gana nada más con marchas y plantones... hay personas que tienen que dar su libertad o incluso su vida".
Los miembros de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) ya llevan 25 vidas en la cuenta de esta Guerraguetza que, según el gobernador Ulises Ruiz, se iba a terminar tan pronto lograra meter no a 100 ni a 50, sino tan sólo "a 15 líderes a la cárcel".
Muchos dirigentes fueron a parar con sus huesos a los penales de alta seguridad y la Guerraguetza sigue. En este, su capítulo más reciente, porque el gobernador decidió darle cuello, en lugar de cooperar haciéndose a un lado, a la Guelaguetza popular que habían organizado los appistas y el magisterio. Y porque pese a que los turistas brillan por su ausencia Ulises Ruiz dice que habrá, a como dé lugar, la fiesta del lunes del cerro.
En los comercios y los hoteles hay carteles que piden a los maestros permitir la celebración. Y el siempre optimista gobierno de Ruiz presume una ocupación hotelera de 60 por ciento, aunque la asociación de empresarios del ramo admite que las habitaciones ocupadas apenas llegan a una cuarta parte de las existentes.
Algunos turistas desbalagados se asoman a mirar el mitin de la APPO, realizado al finalizar una marcha silenciosa que reúne a varios miles de personas y que es observada también en silencio por los paseantes y los habitantes del centro histórico de la ciudad. Salvo un automovilista que mienta madres, los oaxaqueños miran con respeto, se diría con solemnidad, el paso de los marchistas. Varios de ellos van dejando en las paredes, pegados con cinta adhesiva, listones negros de luto.
En las apuestas callejeras gana la guerra sobre la Guelaguetza. La necesidad del gobierno estatal de transmitir la imagen de "normalidad" hace que, a falta de turistas que los compren, los boletos para la celebración del próximo lunes sean obsequiados a los burócratas. Se cuenta también que ya se prepara el acarreo desde comunidades cercanas para completar el aforo de 8 mil personas en la fiesta de las regiones de Oaxaca.
El día de hoy hubo ensayo general. Los danzantes y músicos que se presentarán el lunes practicaron sus números rodeados de 500 policías. Ironizan por ello los marchistas silenciosos con sus carteles: "Bievenidos a Oaxaca, donde no pasa nada".
¿Ruedazo en puerta?
No todos los problemas de los appistas suceden en el flanco enemigo. Por la tarde, corre la versión de que la dirección de la sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación -eje y motor del movimiento- ha decidido cancelar la asamblea estatal, acto para el cual se concentran aquí miles de maestros desde hace dos días.
La decisión se toma en una reunión en corto, con el argumento de que quieren evitar que los appistas más radicales vayan a la asamblea a tratar de forzar un acuerdo para boicotear la Guelaguetza.
Entre los delegados y las bases del magisterio reaparece el fantasma de Enrique Rueda, el ex secretario general que reventó con el movimiento del año pasado y a quien acusan de traidor.
Su sustituto, Ezequiel Rosales, es visto con recelo por una parte del magisterio. Algunos de plano lo acusan de haber "pactado" con el gobierno de Ulises Ruiz.
Rosales, por supuesto, niega la versión, y remite al acuerdo ya tomado de que la sección 22 participará en el bloqueo a la Guelaguetza que se realiza en el auditorio del Cerro del Fortín.
Sí a la Guelaguetza
Al frente de la marcha avanzan varias personas atadas entre sí por cadenas de cartón. La cosa es que, a partir de mañana y sobre todo el lunes, los toletes y las armas no serán de cartón, como ya se probó el lunes anterior, cuando la policía estatal cargó con todo contra los marchistas y contra todo aquel que se le atravesara en el camino.
Emeterio Merino, por ejemplo, fue fotografiado ya detenido, sano y caminando, y después apareció en coma en el hospital.
Se va a investigar, dice el gobierno del estado, mientras arrecia su campaña de propaganda que, de no ser por los heridos de verdad, movería a risa. La marcha del silencio, por ejemplo, avanza rumbo al zócalo y se topa con camionetas que llevan un colorido pegote con una carita feliz. La leyenda dice: "Así sonríe Oaxaca". Y remata: "Por el respeto a la cultura y a la historia... ¡Sí a la Guelaguetza!"
El tío manda decir que él no saldrá de la cárcel hasta que no sea liberado el último preso. Otros oradores van añadiendo informes sobre el estado de otros encarcelados. Una muchacha universitaria informa, por ejemplo, que Silvia Hernández Salinas sufrió agresiones sexuales de los policías, que Guadalupe Sobaja fue golpeada y que ambas fueron detenidas lejos del lugar del enfrentamiento sólo por su aspecto de estudiantes universitarias.
La APPO vela sus armas y se abandera con sus muertos, sus heridos y sus presos. El gobierno de Ruiz prepara sus policías, el Ejército Mexicano aprieta sus retenes, muchas de las obras gubernamentales están paradas porque el gobierno federal no suelta los recursos y... el 5 de agosto hay elecciones.
Al lado de la muchachita que habla en nombre de su tío, un letrero recuerda el centro de este conflicto sin final: "Si Ulises no se va, la paz no llegará".