El fin del petróleo
Hace pocos días, el encabezado de un diario basado en una noticia internacional me llamó la atención. De carácter catastrofista, el encabezado informaba que el mundo tiene petróleo para otros 40 años, de donde se infiere que varios años antes su déficit empezará a ser notorio en diversas regiones del planeta y las consecuencias seguramente serán muy graves.
Seguramente para muchos otros que vieron la noticia, ésta les pareció espléndida, porque 40 años son muchos; quizá para entonces México ya sea campeón del mundo en futbol, o por lo menos ya seamos la cuarta o quinta potencia económica mundial, como frecuentemente nos lo anuncian nuestros gobernantes, y para entonces a alguien ya se le habrá ocurrido resolver el problema de otro modo.
Desafortunadamente yo no soy tan optimista, y tengo varias razones para ello, siendo la principal la falta de visión de los sucesivos gobiernos que hemos tenido durante los últimos 40 años por lo menos. La segunda es la muy escasa educación real de la sociedad mexicana y sus nulos conocimientos sobre energía, no sólo de los escolares y de los hombres y mujeres comunes, sino de los más altos funcionarios de gobierno.
¿Qué consume más energía en la casa, el refrigerador o la televisión? ¿La lavadora o la plancha? ¿Podemos reducir el consumo de energía en nuestra casa en 50 por ciento, y cómo? ¿Cuántos kilómetros podemos caminar en nuestro auto con un litro de gasolina al transportarnos por el segundo piso del Periférico? Un amigo especialista en cuestiones de energía me comentaba hace unas cuantas semanas que si nuestros conocimientos en materia de medicina y salud fuesen como los de energía, los programas nacionales de salud consistirían en organizar viajes a los centros ceremoniales prehispánicos más cercanos, durante los equinoccios de primavera.
Así, como país hemos logrado deshacernos del sistema ferroviario de pasajeros, precisamente cuando las naciones más desarrolladas de Europa, al igual que Japón, invierten en el desarrollo de nuevas rutas de ferrocarril y de trenes más rápidos, por la reducción del consumo de energía, y específicamente de petróleo, que ello conlleva; mientras que urbes cinco veces más pequeñas que la ciudad de México cuentan con más trenes y kilómetros de vías construidas del Metro, como son los casos de Madrid, Londres, París, etcétera.
Claro que ellos tienen más dinero que nosotros, y por ello pueden construir esos sistemas de transporte. Pues sí, pero el nuestro basado en automóviles y autobuses chatarra es varias veces más costoso, no sólo en el monto de la inversión, sino en los costos de operación y consumo de combustibles, y sobre todo en el tiempo empleado en el transporte, haciendo de nuestra ciudad una de las menos competitivas del mundo. Ahora con la nueva noticia resulta relevante pensar que ante la falta de petróleo, esas ciudades podrán seguir operando, mientras que las nuestras no.
Un dato interesante es que de la energía eléctrica que consumimos en México, más de 70 por ciento proviene esencialmente del petróleo, mientras que en otros países tal porcentaje es menor a 50 por ciento y está descendiendo mediante el uso de fuentes renovables de energía, como la solar, la del viento y la hidráulica.
Hace un poco más de 30 años, el Instituto de Investigaciones Eléctricas trabajaba en el desarrollo de celdas solares y de rehiletes para obtener energía eléctrica del viento; los proyectos fueron suspendidos por la CFE, por "irrelevantes e inútiles". Canadá e Inglaterra, con bastante menos sol que nosotros, están logrando que dicha fuente proporcione una parte importante de la energía que consumen sus viviendas, mientras que los españoles, que comenzaron su proyecto de rehiletes igual o después que nosotros, son los principales productores y exportadores de este tipo de generadores eléctricos en Europa, Turquía y Africa.
La idea de construir aldeas, villas y ciudades completas de carácter autosustentable está dando lugar a proyectos de todo tipo alrededor del mundo, algunos de los cuales se ubican en el campo de los transportes con la construcción de vehículos híbridos, vehículos de energía solar y trenes electromagnéticos, todo ello con grandes inversiones de sus gobiernos y empresas. No es el caso de México, aquí estamos interesados en otras cosas y en otros cuentos, pero además quizá nos quedan otros 40 años para irla pasando como hasta ahora.