Usted está aquí: sábado 21 de julio de 2007 Mundo Meses "fatídicos"

Marta Tawil

Meses "fatídicos"

Los días 14 y 15 de julio el gobierno francés de Nicolás Sarkozy invitó a grupos libaneses a retomar el "diálogo nacional", reiniciado en marzo de 2006 y paralizado desde la guerra del verano pasado entre Hezbollah e Israel. La brecha entre la coalición gubernamental y la oposición ha seguido creciendo desde la dimisión de los ministros chiítas del gobierno de Fouad Siniora, en noviembre.

El próximo reto para los libaneses es la elección de Presidente de la República. Todo el apoyo estadunidense está con Saad Hariri y la llamada Coalición del 14 de marzo (en el gobierno). El pacto que, en febrero de 2006, la Corriente Patriótica Libre (CPL), de Michel Aoun -cristiana-, y el Hezbollah de Hassan Nasrallah -chiíta- acordaron fue una desagradable sorpresa para la administración Bush. La idea de que Damasco es la clave para resolver todos los problemas libaneses sigue motivando la política francoestadunidense. Así, uno de los objetivos no alcanzados de presionar al mandatario sirio Bashar al Asad desde 2004 era que éste sacrificara a su aliado libanés, el presidente de la República Emile Lahoud, para terminar así con el último reducto institucional de la presencia siria en Líbano. Desde 2005, la principal arma de la administración neoconservadora contra Siria es la Comisión de Investigación Internacional de Naciones Unidas, creada para investigar el asesinato de Rafiq Hariri (ex primer ministro libanés). Estados Unidos y Francia temen que la Alianza del 8 de marzo (Hezbollah, Amal y CPL) aproveche la oportunidad para asegurar que la Presidencia siga siendo cercana a Siria. Otro temor surge de un reporte reciente de Naciones Unidas, que detalla la evolución de la resolución 1701 (aprobada por el Consejo de Seguridad al terminar la guerra de 2006 para establecer tropas internacionales en Líbano) y habla de la persistencia de contrabando armamentista en la frontera con Siria.

Luego del asesinato de su gran amigo y socio Rafiq Hariri, el entonces presidente francés Jacques Chirac congeló sus relaciones con el régimen de Damasco y criticó duramente a la oposición libanesa, a grado tal que la política francesa hacia Líbano y Siria parecía asunto personal. Se espera que con el gobierno del presidente Nicolás Sarkozy, en el poder desde mayo 2007, se restablezca el equilibrio. Su canciller, Bernard Kouchner, envió a Damasco una delegación diplomática en aras del "apaciguamiento" franco-sirio. Al mismo tiempo, sin embargo, París sigue apoyando política y militarmente a la coalición de Fouad Siniora, y poco antes del diálogo intralibanés, Sarkozy calificó las acciones de Hezbollah de "terroristas". Aún queda por ver, pues, si franceses (y sauditas) están realmente listos a abandonar la política estadunidense de "desestabilización democrática".

Después de dos atentados en menos de un mes contra las tropas de la ONU estacionadas en Líbano y el lanzamiento de cohetes Katiuska contra el norte de Israel, por un grupo desconocido aparentemente palestino, Washington ha vuelto a dirigir la atención mundial hacia "el gran peligro" que representan Irán y Hezbollah para la región. Mientras tanto, la prensa árabe se pregunta qué quiso decir el presidente sirio Asad con la declaración que hizo en su discurso ante el Parlamento el 17 de julio, según la cual los siguientes meses serán "fatídicos". Unos especulan que su intención era preparar a su población para la jurisdicción internacional relacionada con el asesinato de Hariri, otros que a los resultados de la elección presidencial libanesa y unos más que a un posible ataque estadunidense contra Irán. Y otros, quizá los más, a una guerra contra Israel.

 
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