Nuevos límites al Congreso de EU
"Un Bush firme advierte al Congreso que no dicte la política de guerra. El jueves 12 de julio el presidente Bush lanzó de nueva cuenta una advertencia al Congreso en tono agresivo al señalar a los legisladores que no tienen ningún asunto a tratar en cuanto al manejo de la guerra en Irak, al tiempo que describió el conflicto como un problema con Al Qaeda y que moverse hacia la salida sería muy riesgoso, tanto que las muertes se darían en una escala terrorífica" (New York Times, Stolberg y Zeleny, 13/7/07).
Más tarde, la Cámara de Representantes, controlada por los demócratas, respodió casi totalmente en la línea del partido, que Estados Unidos debe sacar a la mayoría de sus tropas de combate de Irak a más tardar el primero de abril.
La Cámara votó 223 a 201; cuatro republicanos rompieron con su partido, mientras la Casa Blanca realizaba intensos esfuerzos por bloquear una ola creciente de defecciones de representaciones dado el choque que se ha producido a causa de las posturas encontradas en torno a la guerra. Los funcionarios de Washington, empezando con el presidente en persona, estuvieron contactando a los miembros del partido toda la semana anterior, tratando de persuadirlos de esperar hasta septiembre antes de hacer un juicio sobre la actual estrategia de Bush, quien considera mandar más tropas para contrarrestar la lucha sectaria y perseguir a los insurgentes.
El presidente estadunidense reconoció que la opinión pública está en su contra -"algunas veces las decisiones se tienen que hacer y las consecuencias no permiten que sean de su agrado", dijo-, pero sugirió que el Congreso se estaba sobrepasando de su papel constitucional, tratando de forzar un cambio de política que le corresponde hacer a él. Expuso textualmente: "No creo que el Congreso deba estar conduciendo la guerra. Creo que debiera estar financiando a las tropas".
Desde la guerra de Vietnam es la primera vez que el Legislativo y el Ejecutivo han peleado tan apasionadamente acerca de la autoridad del presidente como comandante en jefe. Mientras el jueves por la mañana se llevaba a cabo la conferencia de prensa en la Casa Blanca, los legisladores circulaban en los alrededores del Capitolio el reporte presidencial sobre Irak.
Los congresistas de ambos partidos reaccionaron con aspereza ante la sugerencia presidencial de que el Congreso se estaba sobrepasando en su papel en el debate sobre la guerra; entre ellos estaba el senador George V. Voinovich, republicano, quien dijo en una entrevista: "El (presidente) debiera dar la bienvenida a nuestro punto de vista, porque éste ciertamente refleja el del pueblo que nos eligió a nosotros".
El presidente Bush busca la posibilidad de esperar hasta septiembre, cuando el comandante militar de rango más alto en Irak, general David H. Petraeus, y el más alto funcionario civil, embajador Ryan C. Crocker, llevarán a Washington una evaluación más completa del aumento de tropas, pero los analistas estiman que aun entre los republicanos la paciencia se está desgastando y que la Casa Blanca no ha dicho por qué piensa que el problema de Irak se puede ver sustancialmente en menos de dos meses.
George W. Bush considera que el supuesto sobre Irak está basado en un desacuerdo entre quienes quieren sacar las tropas de Irak y traerlas a casa, y quienes intentan mantenerlas dentro de aquel país, y afirma que esto es un falso debate; también asegura que no hay nadie que no quisiera ver el día en que sus tropas estuvieran de regreso a casa, y que el debate real sobre Irak es entre quienes piensan que la lucha está perdida o no vale la pena el costo, y entre aquellos que piensan que la guerra puede ser ganada y, por lo tanto, el costo de la derrota puede ser más alto de lo que parece ser. "Creo que podríamos triunfar en Irak y sé que debemos intentarlo."
El presidente estadunidense tiene en realidad dos frentes de lucha igualmente desesperados y con pocas posibilidades de triunfo: uno en Irak y otro en Estados Unidos, puesto que no se trata solamente, como él supone, de ser grato a la opinión pública de su propio país, valiéndose como medio de evaluación de las encuestas nacionales.
El problema es de mucho más fondo, y no se refiere solamente a estos dos frentes de batalla, sino que por lo menos podría tomar en cuenta a la opinión internacional, que se ha reflejado en el caso del Reino Unido de la Gran Bretaña, en la forzada salida de su aliado principal en el momento de la invasión en que se desencadenaron las hostilidades aun en contra del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en aras de una aparente urgencia y un gran peligro, que supuestamente representaba la existencia de armas de destrucción masiva, que no solamente nunca fueron encontradas hasta la fecha, sino que en la actualidad ya no están dentro de las prioridades que el propio mandatario anuncia como esenciales en la estrategia para Irak.
Un ejemplo de esto es que actualmente se dice que la máxima prioridad en la guerra contra Irak es proteger a su población, lo cual no sólo suena absurdo, sino que lo es realmente, por lo que no le ha sido posible al presidente convencer con este argumento a nadie en su propio país, aunque en un esfuerzo por darle sustento a esta estrategia explica que han lanzado una ofensiva tanto dentro como alrededor de Bagdad en la cacería de quienes Bush califica como extremistas: "Para conseguir más tiempo para las fuerzas iraquíes y desarrollar una vida normal, y para que la sociedad civil se arraigue en comunidades y caseríos a lo largo de todo el país".
Lo cierto es que el apoyo de su propio partido, el Republicano, ha mostrado un considerable desgaste en lo que se refiere a la política sobre Irak. Bastaría el ejemplo de uno solo de los senadores más importantes de este partido, Pete V. Domenici, de Nuevo México, quien rompió con la Casa Blanca justo a tiempo, cuando los congresistas demócratas preparaban la renovación de su reto en contra de la guerra.
"No podemos continuar pidiendo a nuestras tropas sacrificarse indefinidamente mientras el gobierno de Irak no está haciendo progresos tangibles", dijo el senador Domenici, quien fue en otro tiempo un apoyo importante para el presidente, y que actualmente se unió a un número creciente de voces republicanas en oposición a la guerra, mientras los demócratas del Senado preparan planes para poner el foco de nuevo en Irak próximamente (New York Times, Carl Hulse 5/7/07)