Usted está aquí: jueves 26 de julio de 2007 Opinión Venta de garage

Olga Harmony

Venta de garage

"La vaca voladora" es el extraño título que un grupo de teatristas han puesto a su colectivo y que ahora presenta su segunda escenificación, esta vez con dirección de Haydeé Boetto -quien ya se había iniciado en estas lides dirigiendo, también al alimón con Jorge Picó la excelente S-y de Ricardo Esquerra. Esta vez ponen en escena Venta de garage de la popular escritora inglesa Sue Townsend, muy conocida en el mundo anglosajón por su iconoclastia y la comicidad con que trata los temas más serios, tanto en sus novelas como en sus obras de teatro. La comedia que se estrenó en México sigue estos parámetros satirizando los llamados grupos de autoayuda que se forman sin un apoyo de especialistas, lo que contribuye en muchas ocasiones a crear ingenuas dependencias que no logran abatir la real enfermedad de que se trata, sino, por el contrario, hunden más en su trastorno a quienes lo padecen. No en balde en el programa de mano se ofrece una dirección electrónica para saber acerca de la ansiedad y que remite a un laboratorio farmacéutico -patrocinador entre otros de la escenificación- lo que, a más de su sentido comercial, es un indicio de que en estas delicadas cuestiones el amateurismo puede ser peligroso.

Con el pretexto de una venta de garage, la autora reúne a un grupo de agorafóbicas y a una estudiante de trabajo social que desea hacer una práctica, comandadas por una que ya padeció el mal y trata de auxiliar a sus amigas y, contra lo que suelen ser las obras de mujeres, las que aquí aparecen hablan poco de los hombres y no murmuran unas de las otras, lo que se agradece, a excepción del aburrimiento que sienten ante Gwenda, la ex agorafóbica y sus métodos poco serios para hacerlas enfrentar sus miedos a salir y su acendrada religiosidad que es objeto de incisivas burlas. La solución es más bien ingenua, con el cambio que sufre la vulgar Márgara al ser arreglada por sus amigas y recuperar algo de ese pasado en donde está el germen de su padecimiento, lo que orilla a las otras a bucear también en sus recuerdos. El final es muy predecible y, aunque en lo personal yo no guste de las comedias con moraleja, pienso que no esta de más en estos tiempos de auge de los libros de autoayuda y la charlatanería que campea por sus fueros.

El original, que desconozco, ha sido adaptado por el grupo y los dos directores, con el añadido -como ya había ocurrido con el anterior montaje de ''La vaca voladora", El tiempo de Planck- de números musicales esta vez debidos a Carlos Porcel de Peralta. La escenografía de Morgana Ludlow y Cuarto Arquitectura y Diseño del lugar alquilado para la famosa venta, consiste en un pequeño espacio con paredes ajedrezadas, de cuyos cuadros saldrán en ocasiones unos bancos y un escaso mobiliario, el necesario para la acción, con dos puertas de acceso, una a la calle y otra muy chica a una bodega o al baño. Los directores logran una gran agilidad en su ritmo y trazo, además de la comicidad que imparten a sus escenas, pero yo tendría una gran duda. Se da como entrenadora en creación de personajes a Gabriela Murray y, sin demérito hacia esta actriz, cabe preguntar si esta práctica, frecuente en televisión, se va a llevar también al teatro y entonces dónde quedarían el trabajo de mesa imprescindible a todo buen director y la creatividad de cada actriz, porque la labor de Gabriela Murray debería haber sido hecha por todos ellos. Está bien que se busque apoyo y asesorías, pero siempre y cuando éstos sean verdaderamente necesarios.

Los números musicales son atractivos aunque no todos muy necesarios, excepto quizás el de la canción de venta de garage que se utiliza en lugar de oscuro para dividir los dos actos. Mónica Huarte, deliciosa como Gwenda y como la policía y Pilar Ixquic Mata, muy bien en sus transiciones de la guarra Márgara a la dolida víctima que se define al final cantan muy bien, sobre todo la primera, pero las otras actrices son muy lindas y graciosas y tienen un buen desempeño actoral, aunque cantar entonadamente, lo que se dice entonadamente, no lo logran del todo, con lo que se resta brillantez a lo que podría haber sido un excelente número musical, con la iluminación de Noé Casillas que recuerda mucho a ese género. El reparto se completa con Viridiana Olvera como Felicidad, Sandra Burgos como Katrina y Flavio Atencio como Bell-Bell. El vestuario, que describe muy bien las características de cada personaje está diseñado por Estela Fagoaga.

 
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