Ye Gon: el chino expiatorio
Desde hace algunos años México se ha convertido en un Estado de tipo delincuencial y mafioso; en un narco-Estado. La corrupción en México tiene carácter estructural. Ha sido un mecanismo crucial en el singular estilo de gobernar; el modus operandi de los regímenes presidencialistas del PRI y del continuismo foxista y calderonista. La costumbre ha dado como resultado una inefable cultura de la ilegalidad. La extorsión, el chantaje, el pacto por afuera de la regla se han vuelto las normas de la convivencia. México es un país de infractores. De gente fuera de la ley. "El que no transa no avanza." Lo que supone la ausencia de un Estado de derecho. El intercambio de lealtades y complicidades es un círculo vicioso que nunca termina. Con otro componente básico consustancial a las reglas no escritas del sistema: la impunidad sin fin.
La narcotización de la política y de la vida pública nacional no empezó con Zhenli Ye Gon, el "peligro amarillo". La imagen que muestra a un aparato estatal mexicano asediado por criminales "en busca de protección para sus viles actos", o que le "han declarado la guerra al Estado", carece de veracidad. Las pedestres explicaciones sobre el caso Ye Gon del procurador Eduardo Medina Mora y el subprocurador José Luis Santiago Vasconcelos, enviados a negociar a Washington, son puros cuentos... mexicanos. Existen dinámicas más complejas y mezclas mucho más íntimas entre las estructuras criminales y estatales, donde una amplia red de actores está completamente integrada en los niveles operativos de la economía criminal.
Dice Hans M. Enzensberger que "tan pronto como la criminalidad se organiza, se convierte, tendenciosamente, en un Estado dentro del Estado". Pero los perversos enredos mediáticos del poder, con sus "guerras" al crimen organizado y sus circunstanciales chinos expiatorios, junto a la flaca memoria de los mexicanos, ayudan a diluir el problema. El caso del "rey de la seudoefedrina" abarca una amplia red de influencia, corrupción y protección. Remite a la colusión de secretarios de Estado, autoridades políticas, policiales, judiciales, migratorias, de salud y hacendarias de las dos administraciones del Partido Acción Nacional y a la ex familia presidencial Fox-Sahagún-Bribiesca, sin descartar políticos y gobernadores del PRI, así como la presunta existencia de dinero sucio del narco en la campaña de Felipe Calderón, que ha sido lavado ahora en un acto de simulación por el gobierno surgido de un fraude de Estado.
"¿Dónde se origina la mafia?", se preguntaba Pável Voshchanov. "Es simple: comienza con los intereses comunes de políticos, hombres de negocios y gánsteres. Todos los demás son rehenes de esa sagrada alianza". Según Giulio Sapelli, la escasez de legalidad produce la contrainstitucionalización del gobierno criminal. "Este crea, con un mercado propio, una clase política propia, que regula, administra y reproduce el sistema." Es en ese ámbito que se mueven las famiglias. Un elemento fundamental de la corrupción son las empresas, pues son las constructoras sociales de los mercados, del monopolio y del oligopolio. Se trata de empresas ilegales que adquieren ventajas competitivas mediante la violencia, la evasión fiscal y tributaria, la circulación de enormes masas de capital que derivan de actividades ilícitas, entre las que destaca el narcotráfico.
De acuerdo con las investigaciones de la justicia suiza y los informes de la ex procuradora Carla del Ponte, un caso paradigmático de esas redes delincuenciales es el de la famiglia Salinas. El caso, en los años 90, involucró, entre otros, al jefe del clan, Raúl Salinas Lozano, y a sus hijos Carlos y Raúl Salinas de Gortari; a Emilio Gamboa Patrón, ex secretario particular de Miguel de la Madrid, ex secretario de Comunicaciones y Transporte, ex senador y actual coordinador de la bancada del PRI en la Cámara de Diputados; al senador Manlio Fabio Beltrones, ex gobernador de Sonora; al prófugo de la justicia, Justo Ceja, ex secretario particular del presidente Salinas; al ex secretario de Marina, Luis Carlos Ruano; al ex procurador de extracción panista Antonio Lozano Gracia; a los generales Quiroz Hermosillo y Arturo Acosta Chaparro (ligados a la guerra sucia); policías como Florentino Ventura y Guillermo González Calderoni; al capo Juan García Abrego, ex jefe del cártel del Golfo, preso en Estados Unidos; a los hermanos Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela; y a empresarios como Lorenzo Zambrano, Carlos Peralta, Ricardo Salinas Pliego, José Madariaga, Carlos Hank Rohn y Adrián Sada. Muchos de ellos siguen funcionando dentro del sistema, se han reciclado. Algunos murieron víctimas de la violencia propia de este tipo de empresas criminales.
En México, el crimen organizado ha sido controlado y administrado por autoridades políticas y una elite de poder que son los verdaderos amos del negocio. Luis Astorga ha refutado la tesis de un "poder paralelo" enfrentado al del Estado, en un país de centralismo político y presidencialismo exacerbado. Habla de una estructura de poder "en el interior mismo del Estado". Ante el resquebrajamiento del antiguo régimen, las facciones, mafias y organizaciones criminales que coexistían en el interior del viejo partido de Estado en un juego de equilibrios, acuerdos y complicidades cobraron autonomía y multiplicaron su poder. El desgaste del viejo modelo se hizo evidente durante el salinismo y se profundizó durante los mandatos de Ernesto Zedillo y Vicente Fox, cuando se generalizó la violencia e irrumpió una suerte de "colombianización" que llega hasta nuestros días. La gestión del débil Calderón exhibe que no ha podido disciplinar o conciliar con los jefes de los distintos clanes o familias que controlan el negocio. Es decir, que no se ha podido consolidar el antiguo pacto mafioso.