Este año el encuentro fue dedicado a la participación de las mujeres en el huapango
La rima y el falsete llenaron cada esquina del Festival de la Huasteca
Ofreció un vasto programa de cantantes, bailadores, talleres y presentaciones de libros y discos
Ampliar la imagen Trío Juventud Vallense, uno de los grupos participantes de la fiesta celebrada en Huauchinango, Puebla
Huauchinango, Puebla. Los versadores invadieron como pocas veces las calles empedradas. La rima y el falsete saltaron en cada esquina, en cada bolita de gente reunida aquí y allá, ya fueran integradas por avezados o espontáneos. La permisividad, dentro del festival, por parte de las autoridades locales, para ingerir alcohol en la vía pública, ayudó a expandir los sentidos durante tres noches, en que infantes y gente mayor saturaron entusiastas las tarimas de baile.
Con la mayor asistencia posible en los 12 años que lleva de efectuarse (unas 15 mil personas en total), el Festival de la Huasteca, ocurrido en Huauchinango, Puebla, del jueves 26 al domingo 29 de julio pasados, dejó de ser un festejo impuesto "desde arriba", para ser una fiesta popular forjada sobre todo por quienes cantan, tocan y promueven localmente el son huasteco, misma que, afirmaron sus organizadores, incluyó más bailadores, mujeres y niños ejecutantes que nunca.
Entre exposiciones, presentaciones de libros y discos, así como talleres de instrumentos y versificación, cada noche ofreció vastos programas en un entarimado principal, con un promedio de 15 tríos huastecos por velada, con miembros de varias generaciones: desde los Hermanos Olivares, de técnicas tradicionales, hasta tríos de chicas de 15 años (Son del Corazón) o el de la niña Staku (de 9 años de edad) y sus Huapangueros.
Trovador vs trovador
Parte fundamental son las "controversias" que se arman fuera del escenario (versos improvisados de trovador a trovador), ya sea en patios o en la plaza central, en que muchos músicos y versadores se reúnen fuera de programa. Así, por ahí andaban los veteranos violinistas Mario Chávez, Don Laco (Heraclio Alvarado), los hermanos Ricardo y Casiano Olivares antes citados, o Isidro Ramírez. Asimismo, también los versadores Salvador Barrientos y Ramón Chávez; o el mejor violinista joven actual, Camilo Ramírez. Acción especial fue el homenaje que se hizo a don Heliodoro Copado, legendario fundador de los Camperos de Valles, uno de los tríos más influyentes del género, fallecido el pasado 7 de julio.
Visiblemente vivo y nutrido de genuinas experiencias campesinas, el son huasteco se sigue heredando, y prueba de ello es la cantidad creciente de niñas y niños que engrosan los talleres que son promovidos en toda la Huasteca, cuyos frutos fueron manifestados en la ceremonia de clausura, con unos 50 niños interpretando varias piezas en el entarimado central.
Eduardo Bustos Valenzuela, estudioso y promotor del huapango, autor de varios libros que facilitan su enseñanza, afirmó que esta expresión sigue viva entre las comunidades indígenas, quienes son también maestros y "monitores" del crecimiento de este género entre la población, sobre todo entre los niños: "Muchos jóvenes lo están reinterpretando. Antes de los años 70, estaba casi desaparecido, sólo se tocaba en cantinas y fiestas familiares, y no había estándares al respecto. Pero a partir de los 80, el estilo se estereotipó con base en ciertos tríos, como los Camperos de Valles o Armonía Huasteca; sus interpretaciones y estructuras se volvieron patrones. La presente década vive un esplendor del huapango; el que haya muchos niños tocándolo, augura que seguirá. Lo importante de estos talleres es fortalecer su origen y tradición, para que no pierda su esencia. La música grupera compite mucho con la tradicional; por eso es importante inculcarles que respeten sus formas y fundamentos. Sería natural que la urbanización llevara a cambiar los temas de los versos, pero esto no ha ocurrido; sigue gustando cantar a la naturaleza, al amor. Los pocos cambios de las nuevas generaciones es que lo interpretan más aceleradamente. Y en el caso de las mujeres, se han acentuado los temas feministas... En resumen, siento que es uno de los géneros tradicionales mexicanos que aún gozan de gran impacto".
Staku Allende, de nueve años, cantante y jaranera, junto con su hermano Arturo, de 15, aplicado violinista, llamaron bastante la atención. Ambos encuentran apasionante el huapango. "No me gustaría cantar otra cosa, porque lo que más me gusta es falsetear, y eso no se puede hacer en otra música", dijo Staku. Su hermano narra que aunque desde niño oía huapangos, fue hasta hace tres años, al escuchar con atención el disco La Pasión, de los Camperos de Valles, que por fin se enganchó a esta música. Ahora canta, toca la guitarra quinta y el violín.
El ala aguerrida
Por su parte, y representando al ala aguerrida de las mujeres huapangueras, Esperanza Zumaya, con 25 años de carrera, afirmó ser de las primeras del género: "En Pánuco, Veracruz, de donde soy, nacieron las primeras huapangueras: mi tía Tomasita del Angel, jaranera, y mi prima Emma Maza, cantante. Yo seguí su ejemplo, pero me fue difícil, porque era mal visto que la mujer cantara; asociaban esto con las borracheras... De origen, el huapango es para hombres... Yo me daba cuenta de que en sus versos le tiraban a la mujer, y yo decía: de grande voy a cantar y defender a las mujeres". Y sí: con un carácter picaresco, sus versos implican temáticas anti-machistas. Algunos la comparan con Paquita la del Barrio. "Ahora habemos más mujeres huapangueras. Siempre nos van a voltear a ver más que a los hombres, aunque sea para criticarnos... A mí nadie me enseñó, yo aprendí sola, pero ahora me interesa dejar un amplio semillero, para que cada vez más mujeres canten", remató.
Enorme sensibilidad
Al respecto, y a propósito de que el tema de la edición 2007 fue la participación de las mujeres dentro del huapango, Amparo Sevilla, Directora de Vinculación Regional del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, organizador titular del festival, expresó: "El rasgo principal de este encuentro de mujeres, es que cada participante, ya sea promotora, maestra o ejecutante, posee enorme sensibilidad y capacidad creativa. La mayoría ha tenido grandes dificultades para desempeñarse, pues no tienen el mismo desarrollo educativo y social que los hombres. Las que han sacado adelante proyectos, lo han hecho aún en contra sus familias; son mujeres con mucha fuerza y voluntad. Les ha costado el doble salir adelante con proyectos de vida que trascienden su ámbito doméstico. De por sí es mal visto dedicarse a una actividad artística, lo es más si eres mujer, y aún más si eres indígena. El encuentro les sirvió para valorarse y distinguir que no están aisladas en lo que hacen por sus comunidades".