¿Sirve la crítica de arte?
Hay quienes piensan, no sin razón, que no sirve. Yo pienso que la crítica de arte es una disciplina intersubjetiva, pero positiva, si es que logra acercar al espectador y al posible lector a los fenómenos artísticos y a lo que denominamos "obras de arte". Escribo ahora sobre esto, debido a que al regresar -hace pocos días- de un viaje al extranjero, puse atención en los libros sobre arte que adquirí y en otros que sólo pude hojear.
Entre estos últimos, costosos siempre, la mayoría cumple la función de coffe table books; se hojean con gusto, porque generalmente las reproducciones son casi impecables, pero rara vez se leen, pese las firmas que suponen autorías de importancia. Puse especial atención en What happened to Art Criticism?, de James Elkins, profesor de teoría y crítica de arte en la escuela del Art Institute de Chicago y en la Universidad de Cork, Irlanda. Lo leí con grandes esperanzas, porque conozco otro libro suyo, también acerca de escritos sobre arte, titulado Our Beautiful, Dry, and Distant Texts, publicado por Rutledge de Nueva York. Lo curioso de este libro de 300 páginas es que la mayoría de sus entradas responden bien al título, son distantes y secas, algunas pueden ser hermosas, pero carecen de la fluidez narrativa que se agradece al leer (no al consultar) un texto sobre arte.
Sucede lo opuesto con el librito sobre crítica de arte recién editado por Procky Paradigm Press, sello que a veces publica panfletos polémicos, no sólo acerca de cuestiones antropológicas.
Como el material abordado por el autor en esta ocasión resulta conocido hasta por quienes no necesariamente se interesan por este tema, el texto se lee casi de una sentada y toca cuestiones paradigmáticas, no obstante, lo que se lee complace, porque el lector se regocija con los asuntos y las discusiones, no debido a que (según mi criterio) exista una división tajante entre la crítica de arte "seria, compleja y rigurosa" y la que simplemente defiende equis valores, debido a que así lo requiere el escrito de presentación para el catálogo o el ensayo más largo que responde a encargo de algún museo.
Es cierto que Elkins pesquisa autores no sólo estadunidenses o británicos, aunque también lo es que ignora otros rubros, no se ha asomado ni de reojo a lo que ocurre fuera de las grandes capitales de la industria editorial, y entre otras cuestiones ha tenido como meta responder (imaginariamente) a un libro paradigmático que él ha intentado controvertir, la Story of Art, de Ernst H. Gombrich, traducida a casi todos los idiomas y con múltiples ediciones, aunque no sea un volumen dedicado a enjuiciar, que es lo que Elkins pretende como elemento indispensable en la crítica de arte.
Lo interesante es que Elkin plantea un paradigma: hay decenas de millares de textos sobre crítica de arte, solicitados por galerías, museos, instituciones universitarias y privadas, o artistas en lo particular, arguyendo que tales escritos no encuentran lectores y que no está claro si inducen a visitar exposiciones o a adquirir los libros que las documentan.
Me temo que tiene razón, y también la tiene en que aquello que denominamos "enjuiciamiento crítico" se ha debilitado, mas no da la principal razón acerca de las posibles causas -que quizá encuentren alguna- en el hecho de que tampoco hay ya grandes artistas, pues ni siquiera el enorme cuadro tamaño mural de Gerhard Richter, que recibe al espectador en uno de los museos más importantes de San Francisco, reabierto hace dos años, después de un considerable trabajo arquitectónico y museográfico, ha recibido consideraciones que analicen su pertinencia.
Además, si absolutamente todo es arte, si los reciclajes están a la orden del día, lo mismo que las apropiaciones, sobreviene la noción que priva desde hace ya décadas. No hay nada nuevo bajo el Sol, excepto si de tecnología se trata, porque también los "conceptos" vienen ya reciclados, sin que nos vayamos hasta Marcel Duchamp para comprobarlo.
Elkins presta atención a la crítica de arte que aparece en los periódicos, debido a que ésta "busca opiniones expresadas abiertamente" y se complace calibrando "la irritación o la pasión detectable mediante lo que se dice".
Pero aplica este criterio a las corrientes consabidas: quiere saber lo que se piensa del cubismo, del surrealismo, del modernismo o del posmodernismo, no tanto de lo que está sucediendo en tal o cual momento ahora, tanto que los ejemplos que propone, vervigracia, lo que Schejeldahl escribió sobre Surrealism Revisited en 2002, tiene que ver más con un pasado, así sea reciente, que con el presente. En esa sección de su ensayo, comentando tales nociones, hace mención de Giorgio de Chirico, explicando por qué los surrealistas se le aproximaron. Actualmente hay una exposición de la gráfica de ese artista en el Museo de San Carlos, buen tema para una aproximación de las que Elkins pretende.