Osos y toros
El viernes 3 de agosto, la bolsa de valores de Nueva York cerró a la baja en una jornada que volvió a manifestar la creciente incertidumbre que priva en torno al mercado de los créditos hipotecarios. Esa fue la peor semana para las acciones desde 2002: se estima que el mercado perdió 2.1 billones de dólares (trillones en la contabilidad estadunidense).
Ya durante varios meses hay evidencias claras de un creciente incumplimiento del pago de esos créditos, luego de una fuerte expansión registrada en el sector de los bienes raíces en ese país. La historia no es nueva, se trata de la manía especulativa que se provoca con el auge de la demanda, como sucede recurrentemente desde el siglo XVI, cuando se dio la especulación con bulbos de tulipanes en Holanda. En este caso se trata de la demanda de viviendas que se acompañó de una fuerte expansión de los préstamos.
A medida que crecen las operaciones va cayendo progresivamente la calidad de los créditos, pues se hacen con clientes que representan riesgos más grandes. El sobrendeudamiento de las familias hace que la capacidad de pago se debilite ante los cambios en el mercado de trabajo, es decir, el empleo que tienen y los salarios que reciben.
Cuando los deudores dejan de pagar, las instituciones financieras se quedan con activos -los préstamos- de mala calidad de los cuales no pueden desprenderse y eso acarrea pérdidas. La situación se transmite a lo largo del sistema por la compleja red de transacciones que se hacen entre las empresas hipotecarias y los bancos. De la misma manera se extiende a otros mercados en el mundo.
La Reserva Federal ha tratado de desinflar paulatinamente la burbuja especulativa para evitar un colapso y llevar a un "ajuste blando", pero, en cambio, un "ajuste duro" parece cada vez más posible. Los indicadores económicos no favorecieron el estado prevaleciente de las expectativas entre los inversionistas; por ejemplo, el viernes, el Departamento del Trabajo informó que en junio se crearon menos empleos, 92 mil, frente a 126 mil del mes anterior.
No es fácil prever cómo será finalmente el ajuste, o sea, la magnitud de las pérdidas y el impacto en el comportamiento de los que invierten y en la situación de los prestamistas hipotecarios y de los bancos. Están comprometidos jugadores muy grandes de ese sector como son las empresas Bear Sterns, cuyas acciones cayeron más de 6 por ciento, y Lehman Brothers con una caída de casi 8 por ciento el pasado viernes.
Los efectos adversos pueden ser, entonces, muy significativos sobre el comportamiento del consumo y de las inversiones en los meses que siguen, lo que provocaría una desaceleración en el ritmo de crecimiento de la producción y del empleo en Estados Unidos. Por supuesto que esto afectaría la precaria situación de la economía mexicana, ya que más de 80 por ciento de sus exportaciones totales se dirigen a ese país, y porque la dinámica de la producción manufacturera está estrechamente asociada con la de allá. Como no existe un estímulo interno a la actividad productiva, la dependencia es prácticamente completa con el desempeño de aquel mercado.
Sí, ésta es otra versión de la crisis de 2001, cuando se derrumbó el mercado Nasdaq de acciones de las llamadas nuevas tecnologías, y es, también, otra versión de las crisis mexicanas de 1987, 1994 y del mismo 2001.
El mercado bursátil está ahora dominado por el comportamiento de los osos (bears) cuyas expectativas son que los precios seguirán bajando y que actúan de modo consistente y tienden a validar la caída. En cambio, los toros (bulls) que apuntan al alza de los precios ya tuvieron su momento y provocaron el auge especulativo; ahora están agazapados.
Pero la economía estadunidense es un animal extraño. Al mismo tiempo que esto ocurre en el mercado financiero, se suma al enorme déficit fiscal del gobierno y a la depreciación del dólar frente a monedas como el euro, la libra esterlina y el yen japonés. Así, se ha defendido en contra del aumento del déficit comercial al encarecer las importaciones y abaratar sus exportaciones, y logra atraer capitales externos.
Igualmente, el funcionamiento de esa economía está estrechamente articulado con la política exterior y las campañas de guerra que, de modo directo e indirecto, se ejecutan en varias partes del mundo, principalmente en el Medio Oriente.
El capitalismo no puede eludir su vertiente bélica y su efecto favorable en el gasto agregado. Alrededor de las tres empresas más grandes de armamento: Boeing, Lockheed Martin y Raytheon giran un amplio conjunto de productores con los que contrata el Pentágono. El monto de esos contratos en 2005 fue del orden de 12 mil 800 millones de dólares. Además, exportan a los países de Medio Oriente la mitad de su demanda de armamento, casi 18 mil millones de dólares entre 2002 y 2005. Es un pastel en el que otros gobiernos quieren su tajada, como se advierte en los casos de Gran Bretaña, Francia, Rusia y, claro, también China.
Las semanas que siguen serán muy relevantes para el desenlace de esta crisis y para apreciar las reacciones de la política monetaria en Estados Unidos. El Banco de México deberá estar preparado para el impacto que esto tendrá en el mercado de dólares, pues el tipo de cambio es la variable crucial sobre la que descansa la frágil estabilidad financiera de esta economía.