Oaxaca: no a Ruiz, no al sistema
La abstención récord en Oaxaca, por decisión individual de los electores o por decisión colectiva de comunidades indígenas que no permitieron la instalación de las urnas, es un golpe terrible no sólo contra Ulises Ruiz, el dictadorzuelo local, sino también contra el gobierno y todo el sistema. En efecto, la votación no sólo refleja el aislamiento y la ilegitimidad del "gobernador", sino también el rechazo al gobierno federal ilegítimo y espurio, contra el cual Oaxaca ya había votado masivamente en 2006 y, sobre todo, el repudio a todos los que, de una u otra forma, querían encarrilar la protesta popular hacia las instituciones para arrojar por la borda el lastre del dictador estatal y ocupar el lugar que éste dejaría libre, gobernando siempre dentro del sistema ilegal, corrupto y represivo que los oaxaqueños -y buena parte de los mexicanos- repudian.
Si el movimiento de la APPO y de los pueblos indígenas hubiera extraído de su seno, en asambleas, democráticamente a los candidatos de oposición, no sólo se habría organizado, sino que habría logrado una votación importante. El intento de una parte de la dirección central de la APPO y del movimiento magisterial -con el llamado al voto de castigo al PRI-PAN- intentó, en cambio, negociar políticamente la fuerza del movimiento con el PRD, el PT y Convergencia, una vez que estos partidos, pensando sólo en sus intereses de aparato, se negaron a ser lo que deberían haber sido: un instrumento electoral ocasional de quienes luchaban contra el régimen. El resultado para los "calculadores" y los oportunistas hambrientos de votos ajenos que no habían sabido conquistar fue tan desastroso como el que tuvieron los partidos masacradores, PRI y PAN. Parece que, desde la Coalición Obrero Campesino Estudiantil del Istmo de Tehuantepec, nadie ha aprendido que los votos no son dados de una vez para siempre y que es necesaria una esperanza para conseguirlos. Parece que en todos los años transcurridos en el miserable mundo político que trata de sobrevivir en la tormenta nadie ha aprendido a apreciar la capacidad política y la voluntad de acción de los ciudadanos oaxaqueños.
Es cierto que la abstención no es una alternativa y que es posible abstenerse por diferentes motivos, que van de la emigración de quien figura en el padrón hasta la enfermedad, el desinterés e incluso la apatía. Pero esta abstención viene después de una enorme y constante movilización, y coincide con el heroísmo de un pueblo que enfrenta violaciones, desapariciones, asesinatos y torturas con sus constantes manifestaciones. No hay pues desinterés por la política en general, sino por esta política y por estos políticos. Y el PRD, que espera que la manzana madura le caiga en la boca mientras está sentado a la vera de las luchas, debería comenzar a hacer un balance de sus ilusiones y de sus perspectivas, pues nadie lo ve como factor del cambio que todos reclaman. También se equivocarían los grupos ultras reales si ante las abstenciones creyesen maduro el momento para tomar las armas, en movimientos que serían funcionales para la represión de Ruiz y del gobierno central, porque una cosa es la ruptura con las ilusiones en el sistema y en las instituciones, y otra, muy diferente, la decisión de acabar con unos y otros y de remplazarlos por gobiernos populares en autogestión. Que la otra campaña -que no estuvo sino muy tangencialmente en los largos meses de importantísima lucha de la APPO- no se llame tampoco a engaño ni pretenda que el resultado electoral es un espaldarazo para ella (como hace en todos los casos de abstención masiva), porque el repudio a unos no significa, automáticamente, el apoyo a otros, que además están empeñados en giras lejanas o en encuentros galácticos sin relación con lo que pasa con la gente que lucha y sufre en su enfrentamiento con los caciques oaxaqueños y el poder central.
Para que la decisión masiva de abstenerse no sea como el estallido de un enorme e inocuo fuego de artificio es necesario luchar masivamente, en todo el territorio nacional, por arrancar al ilegítimo gobierno oaxaqueño y al espurio gobierno nacional la libertad de los presos y el fin de la represión. Sólo así recuperarán su prestigio los dirigentes de la APPO, que se desgastaron en una ma-niobra electorera y podrán conquistar algo de él los que en la lucha de muchos meses tuvieron, cuando mucho, un papel subordinado o de figurantes y, en lo esencial, miraron para otros lados.
O sea, hay que afirmar frente a los gobiernos y el sistema ilegítimos, en un trabajo tenaz y a mediano plazo, la legitimidad de las asambleas populares, de las redes de comunidades, de la unión de las luchas por los problemas locales con el combate por la justicia, la libertad, la legalidad y contra la represión. Es decir, extender la autonomía, la autorganización, la democracia de base, la autogestión en la lucha por una asamblea constituyente oaxaqueña, con delegados elegidos directamente por los pueblos para restaurar la legalidad en Oaxaca. En ese camino adquiriría gran importancia la realización de asambleas de análisis y balances de la situación poselectoral para discutir y eliminar las debilidades del pasado y unir fuerzas para el futuro. Oaxaca, con la APPO, ha sido el punto más alto en muchos años de luchas del pueblo mexicano, no solamente por la magnitud de los combates y las movilizaciones, sino por los avance políticos realizados en la construcción de gérmenes de poder popular. Sigue siéndolo, porque las experiencias y lazos construidos en la lucha allí están, frescos, sino también porque un gobierno que representa a menos de una décima parte de la población no puede gobernar y, otro, el nacional, que finge que todo es legal y que apoya a Ruiz, sólo rubrica su propia ilegitimidad y prepara grandes explosiones sociales.