El juez Roberto Andrade ordenó el homenaje del arrastre lento para Luz de Luna
Gustaron los toros de Campo Hermoso y el temple de Manolo Juárez El Poeta
Joaquín Alvarez recibió una paliza y Miguel Angel Roldán mostró buenas hechuras
Ampliar la imagen El Poeta confirmó que tiene el sagrado don del temple Foto: Jesús Villaseca
La ganadería guanajuatense de Campo Hermoso triunfó ayer en la Plaza México, donde uno de sus ejemplares recibió el homenaje del arrastre lento, tres más fueron muy buenos y los restantes, aunque mansos, gustaron por su bella lámina. Un encierro fuerte, difícil, serio, que puso al descubierto las cualidades y defectos de los novilleros que salieron a hacerles fiestas y se retiraron con las caras largas y los hombros encogidos.
No obstante, el bajacaliforniano Manuel Suárez El Poeta confirmó que tiene el sagrado don del temple, además de un valor extraordinario y una afición desbordante. En cambio, el capitalino Joaquín Alvarez Joaquinillo, que traía en la espuerta la oreja que hace tres semanas le cortó al bicho de su presentación, regresó completamente desdibujado, sin recursos para enfrentarse con los animales de su lote. Por su parte, el hidalguense Miguel Angel Roldán, que pisaba por primera vez la arena de Insurgentes, exhibió clase y buenas hechuras así como una notoria y explicable falta de sitio por lo poco que ha toreado a pesar de sus 28 años de edad. Y se fue inédito.
Poco menos de 4 mil personas acudieron a presenciar el séptimo capítulo de la temporada veraniega 2007, que registró ayer la mejor entrada del serial, pese a la falta de publicidad, a la ausencia del empresario Víctor Curro Leal, que sigue hospitalizado en Madrid, y a la decadencia general de la fiesta, a la que nadie cuida, y que ahora, gracias a los representantes del PRD en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, va a convertir a la México en una sucursal más de las plazas de España, en caso de que sean aprobadas las modificaciones al reglamento vigente para que puedan actuar aquí dos diestros extranjeros y sólo uno local, y al rato ya ni eso…
Pasadas las cuatro de la tarde y debajo de un cielo mitad blanco y mitad azul –tétrica señal de estos tiempos–, saltó a la arena Fandango, un negro zaino, cómodo de cabeza, con 417 kilos y muchas patas, que metía la cabeza muy bien por el lado derecho pero sobrado de temperamento y ante el cual Joaquinillo nada pudo hacer con el capote ni con la muleta, salvo algunos derechazos que reiteraron cuán por encima de él estaba el bovino.
Los problemas del joven veinteañero, oriundo de la capital, se agravaron con Venadito, negro bragado y paliabierto, de 424, que no se dejó picar y lo empitonó azotándolo contra el suelo y lastimándole la nariz, cuando trataba de darle la réplica a El Poeta, que se lo había quitado en los medios con tres alegres y ceñidas chicuelinas. Noqueado por el golpe, Joaquinillo sólo acertó a pegar trapazos en la zona de tablas, donde el burel, francamente manso, se refugió tirando cornadas como rehilete.
Del segundo cajón de toriles salió Luz de Luna, precioso cárdeno bragado, de 386 kilos aunque miserable de encornadura, que de inmediato captó el mensaje de El Poeta. Este lo llamaba desde lejos, moviendo el capote con la mano derecha, arrodillado en el centro del redondel, y la bestia lo embistió a galope tendido, para cambiar de trayectoria al momento de la reunión en una larga afarolada que ahí queda. Sin pelear con el caballo, durmiéndose bajo el peto, el animal llegó con brío al segundo tercio y fue banderilleado sin lucimiento por su empeñoso matador.
Igual que el domingo pasado, El Poeta cogió la franela y se despatarró sin más para torear por derechazos, logrando una tanda muy buena, una segunda mejor y después detalles sueltos, mientras la faena perdía ligazón y se disolvía entre desarmes, un pinchazo y una estocada caída, que la gente de todos modos aplaudió, al tiempo que el juez, Roberto Andrade, ordenaba el arrastre lento con afán más bien didáctico.
Ante su segundo enemigo, llamado Cincuentayseis, negro zaino muy hecho, de 458 kilos, hondo de agujas, muy serio, El Poeta repitió lo que sabe hacer, es decir, despatarrarse para torear por derechazos con gran temple pero sin mando, y con esa rutina, repetida por cuarta vez en dos domingos, mostró que carece de estrategia para adoptarse a las características de cada res, y que necesita un maestro que lo pula y un país que lo aproveche. Quizá debería irse a España, como Joselito Adame, que después de triunfar sin pausa en el reino de Juan Carlos tomará la alternativa en tres semanas.
Un consejo que no debería desoír Roldán, cuya inexperta elegancia no pudo con la casta de Protagonista, de 341, ni con la mansa gordura de Poblano, de 496, que pese a la prosapia de su nombre resultó el peor del sexteto. Ni modo…