¡Es la reforma, estúpidos!
Despejado el camino político, gracias al lopezobradorismo, y bajo la tesis que Felipe Calderón sustentó en 1989 en un artículo publicado en la segunda edición del número 67 de la revista Generación, que dirige Carlos Martínez Rentería, intitulado: "Legitimación legítima y legitimación vergonzante", éste se ha revelado como un político "no tradicional" a lo que aspira el mismo Andrés Manuel López Obrador.
El reto de Felipe Calderón -debatir en el Congreso con los diputados y senadores en el contexto del primer Informe de gobierno- confirma la equivocación de la oposición política que piensa que es lo mismo que con Vicente Fox, porque para ella es más importante su caracterización que la posibilidad de lograr reformas.
Si desde antes de la fundación del PRD, la izquierda reclamó y demandó de muchas maneras acabar con el rito anual de los informes presidenciales como parte de una crítica al sistema presidencialista y una demanda de formas parlamentarias que unieran y mantuvieran la igualdad entre poderes, hoy la respuesta negativa, confusa y hasta mezquina de no entender que ahí no sólo está el debate para regocijo de los medios, sino una reforma estructural por la vía de los hechos, pues el cambio de formato después del primero de septiembre significaría una innovación esencial entre el Poder Legislativo y el Ejecutivo que no se da desde la Revolución Mexicana.
¿Cuál es el argumento para rechazar el reto de Felipe Calderón? ¿Qué significaría reconocer "al espurio"? ¿Acaso Andrés Manuel no retó a Calderón a debatir por la W en el programa radial de Carmen Aristegui? ¿No hubiera significado el mismo "reconocimiento"? ¿No podrían decir diputados y senadores a Felipe Calderón lo que quería decirle López Obrador? ¿O es que la defensa del viejo presidencialismo lo hace el "legítimo", mientras el "espurio" transforma y entrega el presidencialismo al parlamentarismo?
Una figura trágica en todo este tema es sin lugar a dudas Porfirio Muñoz Ledo, quien tras una larga travesía en pos del sistema parlamentario, que lo hizo colaborar con el gobierno de Fox, hoy tiene que someterse a la visión mediocre e incapaz de anotar aún sin portero y con el balón a centímetros de la portería.
Ante la propuesta de Felipe Calderón toda la oposición expresa el tamaño de su visión y sus intereses. El PRI ha dicho por conducto de su coordinador, Emilio Gamboa, que aceptan debatir, "pero hasta febrero". ¿Por qué hasta entonces, nos preguntaríamos? Por otra razón mezquina: en febrero el debate sería por acuerdo del Legislativo, obligando al Presidente a comparecer, con lo cual el Ejecutivo estaría sometido al Legislativo, no en condiciones de igualdad, como sería en el marco del Informe presidencial, que sería un cambio estructural. ¿Los motivos del priísmo?: la reforma contra el presidencialismo no puede venir del Presidente, sino de ellos, de los que dominan el Congreso de la Unión desde la tercera fuerza electoral, gracias a la automarginación del lopezobradorismo.
Dada la subrepresentación de la segunda fuerza y la sobrerrepresentación de la tercera, Calderón aplica la tesis que guió al PAN en 1988 y que impusieron Abel Vicencio Tovar y Luis H. Alvarez ante el fraude salinista: "el poder se legitima con hechos".
En 1988 se luchaba en la plaza, pero también en el congreso y la 54 Legislatura fue histórica, por ello hasta el Palacio de San Lázaro fue incendiado para disminuir y reducir su representación. Los diputados no regresaron a San Lázaro hasta que el PRI y el salinismo no recuperaron la mayoría absoluta y los que trabajaron para ello ahora están dirigiendo el perredismo.
En este contexto, Felipe Calderón con su reto a debatir influye hasta en lo que serán los alcances del décimo congreso nacional del PRD, pues si el amasijo de corrientes y grupos no llegan al acuerdo de debatir y poner en juego crítica e ideas, se confirmarán como una fuerza con vocación marginal. No debatir es renunciar a la representación de los ciudadanos que votaron por el sol azteca y dejarle al PRI el liderazgo, pues en febrero estos mismos priístas llamarán a comparecer a Calderón, pero presentándolo como una victoria de ellos. De esta decisión, más que nada, depende la naturaleza misma del próximo congreso del PRD: si en verdad es un partido y puede tomar acuerdos por encima de la estrategia liquidadora que ahora asume y que lo llevará a 2009.
"¡Es la economía, estúpido!", alguien sopló a George Bush padre en el debate contra Bill Clinton. Los méritos militaristas de Bush en Kuwait eran menores a la demanda de empleo y crecimieno económico y por ello Bill Clinton ganó las elecciones. De la misma manera hoy podríamos decir que la paradoja es que respondiendo al reto de Felipe Calderón la tarea es ir como protagonistas centrales y no de comparsas del PRI a un proceso de reformas. ¡Es la reforma, estúpidos! (dicho con todo respeto), pues perder la razón contra un legítimo o un ilegítimo es lo mismo.