LATINOAMERICA
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AL, relegada en el debate estadunidense
Ampliar la imagen Una iniciativa impulsada por los senadores estadunidenses Hillary Clinton y Barack Obama hace temer que un gobierno demócrata podría politizar los tratados comerciales más allá de asuntos laborales o ambientales Foto: Ap
En los debates de la campaña por la presidencia de Estados Unidos se ha prestado muy porca atención a América Latina, pues Irak, la ampliación de la guerra contra el terrorismo y los problemas de George W. Bush en su propio país monopolizan los encabezados.
Sin embargo, la región no ha sido completamente olvidada, y hay varios focos rojos que tendrán que ser atendidos independientemente de quién llegue a la Casa Blanca en noviembre de 2008.
Los republicanos han tomado la delantera en presentar las relaciones hemisféricas como un tema a debate. En marzo, el aspirante republicano Mitt Romney presentó una propuesta de campaña de siete puntos que esboza un plan de acción para América Latina, y dio a conocer los nombres de un grupo de asesores para coordinar las relaciones con la región.
En junio, el senador John McCain dedicó a América Latina el discurso que pronunció ante la Asociación de Radiodifusores de Florida. Entre los demócratas, sólo el senador Barack Obama ha hablado en términos generales sobre las relaciones hemisféricas, días antes de la gira de George W. Bush por América Latina.
Cortejando a los latinos
La disposición de los republicanos a poner sobre la mesa el tema de América Latina podría deberse al deseo de la Casa Blanca de alejar la atención de las impopulares guerras emprendidas contra Afganistán e Irak. Quizás también busquen reconciliarse con los votantes de origen latino, muchos de los cuales vieron en el rechazo de los republicanos conservadores a las reformas migratorias una postura ofensiva.
Los latinos son un grupo de electores que ya no puede ser ignorado. Se prevé que, una vez más, en 2008 su voto será decisivo en estados como Florida, que ha cobrado mayor importancia debido a que cambió sus elecciones primarias para febrero. Más aún, en Florida se encuentra una acaudalada comunidad empresarial que está en favor de profundizar las relaciones comerciales con América Latina, y a los republicanos les gustaría recurrir a ellos en busca de financiamiento para sus campañas.
La reticencia de los demócratas a hablar sobre América Latina es difícil de explicar, sobre todo si se considera que los dos aspirantes que están empatados en segundo lugar en las preferencias están muy familiarizados con la región y uno de ellos, el gobernador Bill Richardson, es de ascendencia latina. Quizás los demócratas están eludiendo el tema porque no quieren ayudar a los republicanos a desviar la atención del tema de Irak.
Diagnóstico y debate
Los candidatos demócratas y republicanos generalmente coinciden en el diagnóstico de los retos que enfrenta Washington en América Latina y difieren sólo en las alternativas para enfrentarlos. Lamentan el deterioro de la posición de Estados Unidos en la región, donde la concentración del ingreso y el resurgimiento del crimen se han agravado. También coinciden en señalar que Hugo Chávez es un retroceso para la democracia en Venezuela y en que sería prudente que Estados Unidos dependiera menos de los energéticos de ese país.
Es en los asuntos legislativos pendientes donde las divergencias entre ambos partidos han sido más evidentes. Mientras el gobierno de Bush y la mayoría de los republicanos están en favor de ratificar los tratados de libre comercio firmados con varios países latinoamericanos, los demócratas han señalado que no aprobarán por ahora un acuerdo con Colombia, debido a preocupaciones sobre los derechos humanos en ese país. Aun los tratados comerciales con Panamá y Perú, que son más favorables para los trabajadores, se enfrentan al rechazo de los legisladores.
El fracaso para aprobar una reforma migratoria también puso al descubierto grandes diferencias en el Congreso, lo que resultó una decepción para México y Centroamérica, cuyos migrantes habrían sido los principales beneficiarios de los cambios.
Los pendientes
Hay asuntos de la relación Estados Unidos-América Latina que seguirán reclamando atención sin importar quién gane en 2008. Aunque es probable que después de la era Bush, Washington mantenga una posición reactiva en su trato con la región, es probable que los distintos candidatos respondan de distinta manera a los retos que planteará Latinoamérica, entre los cuales destacan los siguientes:
Migración y seguridad fronteriza. Aunque la aprobación de una reforma migratoria integral fracasó, ello no elimina la urgente necesidad de replantear los procedimientos migratorios de Estados Unidos. La mayoría de los estadunidenses reconoce que el sistema actual es obsoleto. Los sectores agrícola y empresarial seguirán cabildeando para lograr cambios como la revisión y ampliación del programa de trabajadores temporales, y los republicanos podrían apoyar esta propuesta; sin embargo, este enfoque gradual excluiría un elemento central de las propuestas de Bush y los demócratas: la legalización de los 12 millones de trabajadores indocumentados que se encuentran en Estados Unidos.
Política comercial. Se prevé que un eventual gobierno republicano mantendría el enfoque de la administración Bush sobre acuerdos comerciales. De hecho, los principales aspirantes de ese partido apoyan los tratados negociados con Perú, Panamá y Colombia, y los consideran asuntos de seguridad nacional. Pero una administración demócrata sería más cautelosa e impondría cláusulas adicionales a futuros acuerdos. Los asesores legales de los demócratas ya han definido esta línea en las actuales negociaciones sobre tratados comerciales: demandan que cada acuerdo incluya normas de protección ambiental y laboral y, en esencia, rechazan el pacto con Colombia. Incluso los acuerdos con Perú y Panamá, que cumplen los requisitos impuestos por los líderes demócratas, quedarían pospuestos.
La iniciativa impulsada por los senadores Hillary Clinton y Barack Obama para pedir a China que revalúe su moneda, so pena de incrementarle los aranceles, hace temer que un gobierno demócrata podría politizar los tratados comerciales más allá de asuntos laborales o ambientales. En el caso de Colombia, esto podría implicar condiciones relacionadas con "presos políticos" o posibles negociaciones con grupos insurgentes de izquierda.
Los tratados comerciales con Ecuador y Bolivia no aparecen en el panorama y al parecer no lo estarán por mucho tiempo. Para los republicanos, estos acuerdos son una forma de premiar a gobiernos amistosos en la región y, en las condiciones actuales, una administración demócrata o republicana difícilmente consideraría amistosos a los gobiernos de La Paz y Quito.
Plan Colombia. El programa de ayuda diseñado por el gobierno de Clinton y ampliado por Bush no será abandonado por completo, en buena medida por su énfasis en el combate al narcotráfico. Sin embargo, los demócratas buscarán canalizar los recursos a programas sociales, a costa del presupuesto para seguridad. Como México ha desplazado a Colombia como primer frente de la guerra contra las drogas, tanto demócratas como republicanos enfrentarán presiones para canalizar más recursos a la frontera sur.
Cuba después de Fidel. El presidente interino de Cuba, Raúl Castro, ha propuesto a Washington negociar los términos de las nuevas relaciones bilaterales entre ambos países. Sin embargo, Washington podría posponer su respuesta hasta después de la muerte de Fidel Castro. El senador John McCain ha impuesto las condiciones más severas para discutir un eventual levantamiento del embargo a la isla: liberación de todos los "presos políticos", legalización de los partidos políticos y sindicatos de trabajadores, libertad a los medios de comunicación y programar elecciones vigiladas por la comunidad internacional.
Un presidente demócrata tendría mayor disposición a dialogar con La Habana, pero las diferencias entre los candidatos ya comenzaron a emerger. Obama dijo que se reuniría con el líder cubano sin imponer condiciones previas; en cambio, Hillary Clinton señaló que no se comprometería a hacer lo mismo y dejó entrever que sería más exigente, como cabría esperar de alguien más experimentado en relaciones internacionales.
Relación con Venezuela. Tanto en un gobierno demócrata como en uno republicano es probable que se mantenga la actual política de no interferir directamente en Venezuela. Ambos se basan en el supuesto de que el régimen de Chávez caerá eventualmente por su propio peso, una vez que los precios altos del petróleo dejen de ser un apoyo para el gobierno. Un gobierno demócrata podría ser más cuidadoso al censurar públicamente los actos antidemocráticos de Chávez y, cuando lo hiciera, recibiría de las democracias latinoamericanas más respaldo que el logrado por Bush.
Vecinos distantes. En general, los astros de la política no están alineados para fortalecer las relaciones hemisféricas en este momento. Además de una falta de visión, existe escasez de recursos para respaldar cualquier política ambiciosa al respecto. Conseguir dólares para financiar programas de ayuda será muy difícil mientras la guerra en Irak siga imponiendo su pesada carga a los contribuyentes de Estados Unidos.
El poder suave de Washington (su capacidad para persuadir y dirigir) también se ha debilitado debido a un creciente sentimiento antiestadunidense en América Latina. Inclusive los amigos más cercanos de Estados Unidos, México y Centroamérica, así como Colombia, se sienten desairados. Washington parece estar apostando en automático a más de lo mismo en los años venideros, es decir, a una postura reactiva, omisa y desalentadora para sus vecinos del sur.
FUENTE: EIU
Traducción de texto: David J. Zúñiga