En la víspera del Informe presidencial
Luego de 25 años desastrosos, en los que hemos tenido que vivir (a partir del acceso al poder de la derecha conocida como neoliberal y, después, simplemente como derecha) observando el deterioro de nuestras ciudades, universidades, hospitales públicos, carreteras, campos agrícolas e industria local, así como el empobrecimiento generalizado y la acumulación de la riqueza en manos de unos cuantos, en los cuales los mexicanos hemos logrado también algunos momentos de esperanza, pensando en la proximidad de tiempos mejores, de cambios de rumbo, de que finalmente hemos tocado fondo y de que las cosas deben empezar a mejorar, estamos hoy, en vísperas del primer Informe presidencial, ante un escenario nada prometedor.
Este no es directamente imputable al actual gobierno, excepto por la escasa muestra de visión y de voluntad política para enfrentar los problemas heredados, los previsibles y menos aún para mejorar la situación de pobreza y desempleo que continúan flagelando al país, mediante un proyecto de desarrollo.
Resulta preocupante que, ante el posible agotamiento de nuestros recursos petroleros, no exista ningún programa de gobierno, ni esfuerzo serio alguno, para delinear una estrategia que nos permita hacer frente a este no tan pequeño problema.
Por otra parte, estamos a unos meses de que se libere completamente el comercio de maíz, frijol y productos lácteos sin que exista una idea clara de cómo se va a enfrentar la competencia de los productores altamente subvencionados y tecnificados; tampoco se ha tomado en cuenta que los mecanismos de distribución de alimentos en el país están hoy en manos de las grandes comercializadoras estadunidenses como Wal-Mart.
La migración de enormes masas de mexicanos a Estados Unidos, que ha servido para aminorar la presión interna por el empleo, se ha convertido en un modus operandi del gobierno mexicano, que se ha desvinculado así de sus responsabilidades relacionadas con la generación de nuevas plazas. La presión, entendible, de la sociedad del vecino país por detener este fenómeno constituye hoy un riesgo latente, que tendrá graves repercusiones económicas y sociales.
La energía eléctrica ha sido desde el inicio del siglo XX el gran motor de la economía; sin embargo, la corrupción y la ineficiencia auspiciada por los gobiernos recientes para justificar la necesidad de privatizar este sector ha tenido como efecto que la energía que utilizan las empresas locales sea sensiblemente más cara que la empleada por empresas estadunidenses y europeas, lo que disminuye su competitividad en los mercados.
La población de adultos mayores comienza a ser objeto de atención de algunos gobiernos estatales, pero no se tiene una visión clara de cómo se manifestará este fenómeno en el futuro, no obstante, hoy existen más de 5 millones de personas en este grupo poblacional, que habrá de multiplicarse por tres en 10 años. ¿Cómo proporcionar los recursos y servicios que ellos requieren? ¿Cómo aprovechar su experiencia y capacidad productiva en beneficio de la sociedad? ¿Cómo cuidar su salud cuando hoy existen dos geriatras por cada 100 mil ancianos?
La derecha intransigente y de triste memoria ha sido, sin lugar a dudas, la gran beneficiaria en todo este tiempo; su sed de dominio y poder no parece tener límites, y hoy amenaza al mismo gobierno y a su partido con la posible creación de un nuevo organismo que no promete otra cosa que conformar un escenario de odios y fanatismos que el país superó en el pasado, con altísimos costos.
Si a este panorama desolador añadimos los bajos niveles de atención y conocimiento entre los estudiantes y la participación de las instituciones de educación superior en la conformación de una sociedad clasista, el enfrentamiento en que se encuentra el sistema educativo, el crecimiento sin control del consumo de drogas entre adolescentes y el auge del crimen organizado, resulta difícil pensar en una solución pronta y factible.
Por otra parte, la situación en que ha caído el gobierno, como consecuencia de la estricta normatividad y de la astringencia económica a la que están sujetos los funcionarios públicos, constituye una invitación a la parálisis, en aras de una supuesta transparencia, que las fortunas amasadas por los funcionarios públicos niegan convalidar. La diversidad de problemas que hoy enfrenta el país parece infinita e insalvable.
En los tiempos modernos, cuando los países se han encontrado en situaciones como la descrita, la izquierda ha constituido un factor importante, presionando para que se cambie el rumbo, generando una cultura de búsqueda y discusión de alternativas, proponiendo soluciones e, incluso, de lucha por el poder.
En el caso presente, si quisiéramos identificar al PRD con la izquierda, resulta increíble que sus discusiones ignoren los problemas nacionales, prefiriendo discutir si el Presidente es espurio, ilegítimo o pelele, puesta la mira en que su líder les pueda retirar el saludo. ¿No podríamos pensar acaso en una izquierda distinta, sensible a los problemas nacionales y dispuesta a discutir alternativas para su solución?