Construcciones deficientes, mala ubicación y escasa publicidad, causa del fracaso
Plazas comerciales, de ambicioso plan delDDF en 1993 a “su más grande fraude”
Merced 2000, con más de mil locales, es ahora una extensión del mercado
Pensador Mexicano contaría hasta con salón de baile; en su lugar, sólo jaulas de 1.20 por 1.20 metros
Ampliar la imagen Locatarios de la plaza Las Vizcaínas, en la calle de Izazaga, acondicionan sus puestos para reabrir el lugar, ante las disposiciones del gobierno capitalino sobre comercio informal Foto: Carlos Cisneros
Construcciones deficientes, mala ubicación, giros comerciales mal definidos y escasa publicidad, así como la imposibilidad de cubrir con los planes de pago, son algunos de los factores que líderes del comercio informal atribuyen al fracaso del proyecto de las 29 plazas comerciales que en 1993 se planteó como una alternativa para poner fin al ambulantaje en el Centro Histórico.
El más ambicioso de los proyectos, la ahora llamada plaza Merced 2000, adecuado en una edificación de tres niveles, con más de mil locales, ha intentado en más de una ocasión posicionarse sin lograrlo, aun cuando recientemente se ha convertido prácticamente en una extensión del mercado de La Merced, que se ubica al frente.
Lúgubres pasillos con instalaciones eléctricas maltrechas, el drenaje colapsado, paredes llenas de graffitis y deterioradas por la humedad, y 50 por ciento de los locales convertidos en bodegas, son parte de las características de este inmueble, que se mantiene ajeno al bullicio y la actividad comercial que lo rodea.
“Al ciento por ciento sólo funcionó 30 días”, recuerda don Juan Mateo Espinoza, uno de los responsables de la plaza, quien considera que una de las causas que originaron su fracaso fue el giro comercial para la cual fue destinada. “Se pensó en locales para secos, es decir, ropa y bisutería, cuando la clientela que viene al barrio busca de todo un poco”, apunta.
Un panorama similar se vive en la plaza Pensador Mexicano. Sobre el Eje Central Lázaro Cárdenas, a unos pasos del teatro Blanquita, la deteriorada edificación se mantiene como testimonio fiel de lo que sus locatarios llaman el más “grande fraude” del que fueron objeto por el entonces Departamento del Distrito Federal (DDF).
A diferencia de otras plazas que han sido remodeladas, ésta aún conserva las “jaulas” originales de 1.20 por 1.20 de superficie, que fueron construidas con rejillas.
“Nos presentaron una maqueta en la que incluían un estacionamiento y un salón de baile, con locales adecuados para nuestra mercancía y un costo de siete mil pesos cada uno”, recuerdan, y aseguran, que en su lugar, recibieron un “cascarón” habilitado con “jaulas” y sin derecho a “piso”.
De sus 325 locales, sólo 100 están abiertos al público. La mayoría de ellos, reconocen los locatarios, se encuentra en cartera vencida, ante la imposibilidad de cumplir con el plan de pagos, que inició al mes de inaugurada la plaza.
“Estuve un mes sin persinarme, pero ya tenía que hacer el primer pago, muchos estuvieron en esa situación y decidieron mejor salirse de nuevo a las calles. Qué sacrificios iban a ser si serían dueños de unas jaulas”, dice una de las locatarias.
El regreso de Las Vizcaínas
De todas las plazas, la de mayor fracaso fue la de Las Vizcaínas. Situada en la avenida Izazaga, cerca del Metro Salto del Agua, a la fecha sólo 10 de sus 200 locales están operando.
Malena Acuña, quien lidera la organización de comerciantes que fue confinada a esta plaza, relata que hace 14 años el lugar estaba desolado. “No contamos con promoción y nuestra mercancía era de subsistencia o de paso. Le hicimos la lucha, porque es más bonito cerrar una cortina, que cargar con los diablitos, pero nada funcionó”, apunta.
Su agrupación, reconoce Acuña, fue la primera que rompió el pacto con la administración capitalina y salió a la calle, pero ahora también es de las primeras que le tiende la mano.
Desde hace una semana, la plaza en su conjunto ha comenzado a ser remodelada por los propios vendedores, para abrir de nueva cuenta sus puertas en los próximos días. “Nos vamos a regresar”, asegura en medio del ruido que genera el taladro, el martillo y el cincel en los pasillos del inmueble.
Con la esperanza de que ahora sí tendrán éxito, explica que durante estos años han logrado abrir el mercado de todo tipo de recuerdos para fiestas, con los cuales buscarán posicionar la plaza que será renombrada como Plaza Tabacaleros, en honor al callejón que lleva el mismo nombre en el Centro Histórico, donde aún se encuentran sus agremiados.