Entrevista a JESUS SILVA HERZOG, EX SECRETARIO DE HACIENDA Y CREDITO PUBLICO
México, presa del dogma económico, país sin rumbo
Advierte problemas para México por la desaceleración en EU, baja en la producción de petróleo, la bomba de tiempo que representan las pensiones y por el excesivo nivel al que ha llegado la deuda vía Pidiregas
Ampliar la imagen El ex funcionario al ser entrevistado en su casa Foto: Jesús Villaseca
Jesús Silva Herzog, ex secretario de Hacienda y Crédito Público, apunta: México es hoy una nación que va sin rumbo, sin liderazgo, presa del dogma económico y paralizada por el encono político. También ex embajador en España y Estados Unidos, considera: en los últimos años se ha llevado al país a una pérdida de relevancia y respeto en el ámbito internacional. "Brasil, por hablar de América Latina, nos ha desplazado", comenta. "Estamos sumidos en un clima de encono, de confrontación permanente, donde no hay una idea clara de adónde ir".
Acaba de publicar un libro, A la distancia, recuerdos y testimonios (editorial Océano). Ha sido personaje destacado en acontecimientos de la historia reciente de México, como la crisis de la deuda de los años 80 y la nacionalización de la banca en las postrimerías del gobierno del ex presidente José López Portillo. Llegó a la embajada de México en Washington apenas dos meses después que estalló la crisis de 1994. Silva Herzog observa: "tengo la impresión de que el país se ha complicado y que los años que siguen no serán fáciles".
Un apretado repaso a los pendientes: La economía -dice- está bien. Sin embargo, hay nubarrones en el horizonte. Estados Unidos se desacelera, la capacidad de México para producir petróleo disminuye, el problema de las pensiones es "una bomba de tiempo" y los "famosos Pidiregas" (deuda contraída por el gobierno para construir infraestructura energética) están alcanzando niveles excesivos.
En una entrevista con La Jornada se refiere al momento que, desde su punto de vista, vive el país, complejo tanto en lo político como en lo económico y caracterizado por una falta de liderazgo, dice, en todos los ámbitos de la vida pública.
"Creo que el panorama que podemos contemplar, lo que veo para el futuro, no es favorable", abre la plática, realizada en la biblioteca de su casa, en el sur de la ciudad de México. Una ciudad a la que, en lo que ha sido la última faceta de su vida pública, buscó gobernar. Candidato con los colores del PRI, perdió frente a Andrés Manuel López Obrador.
"Como comento en el libro, durante muchos años los mexicanos veíamos siempre la posibilidad de que el mañana fuera mejor". "Ahora, desafortunadamente, de lo que hablamos es de que estábamos mejor antes, de que la ciudad de México estaba mejor, de que los que salíamos de la escuela teníamos amplias oportunidades de trabajo, que podíamos escoger".
Y resume: "Yo creo que estamos sumidos en una etapa en la que no hemos sabido entender el paso democrático que el país dio en 1997, cuando el PRI perdió la mayoría en el Congreso. Y después en 2000, cuando perdió la Presidencia. Y en 2006, cuando Acción Nacional asume otra vez la Presidencia. No hemos sabido aprovechar esa coyuntura nueva y diferente. Estamos sumidos en un clima de confrontación permanente; no hay idea clara de hacia dónde ir.
Jesús Silva Herzog inició su actividad en el sector público en 1956, en el Banco de México. En ese entonces recolectaba, fuera de la oficina, estadísticas sobre inversión extranjera para elaborar la balanza de pagos. Fue director del Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit) a los 37 años y secretario de Hacienda en los gobiernos de López Portillo y en la primera mitad del de Miguel de la Madrid. De esa posición fue relegado de malos modos al perder una disputa con el grupo de Carlos Salinas de Gortari, entonces secretario de Programación. Después fungió como embajador en España y en Estados Unidos y posteriormente fue secretario de Turismo.
"Hemos perdido el impulso que el país tuvo para poder crecer más y mejor. Cumplimos en forma aceptable el déficit fiscal, bajamos y controlamos la inflación, el Estado dejó de participar en la actividad productiva, las reservas del Banco de México son hoy históricamente altas. Es decir, somos un buen alumno de los preceptos del Consenso de Washington y sin embargo el país no crece. Llevamos 25 años con un crecimiento mediocre", comenta.
-¿A qué atribuye esta situación?
-Hemos privilegiado el control de la inflación y la estabilidad macroeconómica. Y se nos olvidó el crecimiento y la generación de empleo, que son por definición el objetivo fundamental y cuando un país como México no crece aumenta la informalidad, la migración y la inseguridad.
-¿Cómo llegamos a este punto?
-No lo sé. Creo que la explicación tendría que ser muy compleja. Repito: nos hemos equivocado en las prioridades. Antes, la prioridad era crecer con estabilidad, hoy la prioridad es estabilidad y se nos olvidó el crecimiento.
-¿Por qué se ha perdido el consenso en torno al crecimiento?
-Es un poco la combinación de dos factores: uno, la falta de aprendizaje real del nuevo entorno político. Hoy estamos a la rebantiga y, claro, pues esto hace que cualquier programa de gobierno tenga la crítica y la censura de varios sectores de la población. Y, por el otro lado, la prioridad exagerada que se le ha dado al mantenimiento de la estabilidad y control de la inflación, en buena medida a consecuencia de los enormes desequilibrios que tuvimos, concretamente en 1982. No hay que olvidar que el déficit público en 1982 fue de 17 por ciento del PIB y hoy estamos hablando de medio punto y hay una gran discusión si es 0.23 o 0.38, es otro mundo.
-¿Esta situación de encono generalizado, como usted la llama, hacia dónde lleva al país?
-Tenemos el riesgo de continuar por una ruta en la que hemos estado en los últimos años, de descenso en la comunidad de naciones. En todos los indicadores vamos a la baja. En las décadas de los 50 y 60 crecíamos en la escala internacional y hoy vamos para atrás. El riesgo es que, de continuar por esa ruta, poco a poco vamos a ir perdiendo importancia a nivel mundial, desde el punto de vista económico, político y de respeto internacional.
-¿Algo se ha perdido ya?
-Sí, claro. Algo de respeto hemos perdido. Hace seis o siete años México era un tema fundamental en la agenda estadunidense, hoy ya no lo es. Ese sitio lo han ocupado otros países, concretamente en América Latina, Brasil.
-Menciona en el libro que el país sigue viviendo las secuelas de la crisis de los 80. ¿Puede abordar sobre ese tema?
-Somos un país que se mueve en el péndulo. No hemos sido capaces de movernos o ubicarnos en un justo medio. En 1982 la crisis económica fue dramática. Eso deja una secuela terrible para los que siguen. Y se dice: yo no vuelvo a caer en un exceso como aquel. No hay que olvidar el dicho yucateco: todo exceso es mucho. Y, bueno, pues liberalizamos de un modo brutal y abrimos la economía, a mi juicio, en exceso. Se elevó la concentración en la relación económica con Estados Unidos.
-¿Es posible enmendar, hay la voluntad?
-Yo no veo la voluntad política, no veo el liderazgo de ningún lado, de ningún lado. No lo veo en el gobierno, no lo veo en los partidos políticos, no lo veo en la oposición, no lo veo en la clase empresarial y no lo veo en los sindicatos.
-¿Si hubiera posibilidad de enmendar algo, por dónde empezaría?
-Necesitamos primero enmendar el encono político. ¿Cómo? No lo sé, pero me parece condición o prerrequisito para poder caminar en los otros terrenos. ¿Cómo hacer esto? Bueno, pues con una gran concertación nacional, una gran concertación política. Algo a la mexicana, en la que ya digamos: "señores, nos está llevando el diablo, vamos a apuntarnos y vamos a pensar en el país". Veo indispensable un acuerdo político, pero no lo veo posible en este momento y menos con el resultado del último congreso del PRD, donde ya claramente se manifiesta por impedir la llegada del presidente al informe.
-Usted fue crítico de la nacionalización de la banca y también de su entrega al capital extranjero.
-Lo digo en el libro y lo he dicho en conferencias. Uno de los más graves errores económicos que hemos cometido es haber permitido que los extranjeros se apoderaran de nuestro sistema bancario. Yo sí creo que deberíamos no perder de vista y no apartarnos de que la mira debe ser la recuperación gradual de la banca extranjera por parte de mexicanos.
-¿Lo cree posible?
-No se ve posible en el contexto actual. Pero también el mundo es dinámico y lo que no es posible hoy, a lo mejor lo es a partir de unos cuantos años. Y que no me digan que no hay capital, como fue el argumento que se utilizó para extranjerizar la banca, cuando tenemos en México al hombre más rico del mundo, y en la lista de los 100 más ricos hay 10 o 15 mexicanos.
-Las cosas que usted menciona, con las que seguramente muchos estarían de acuerdo, como recuperar presencia del Estado, fomentar el crecimiento, van en contra de lo que hoy se asume como verdades inobjetables.
-Hemos caído en el dogma y el dogma está muy bien para la religión, pero es un pésimo consejero en política económica.
-Hace alusión en el libro a grupos que tienen capturado al Estado. Menciona monopolios, oligopolios, sindicatos, medios de comunicación.
-Es cierto que eso ocurre. Cuando el Estado se hizo enclenque, pues fue víctima de los poderes que no estaban enclenques y que crecieron. Ahí está el caso de los medios de comunicación, por ejemplo la televisión. Hoy vine a comer a mi casa (la entrevista fue el lunes por la tarde) y tenía interés por ver la cobertura que iban a dar al congreso del PRD. Fue medio minuto en el noticiero del mediodía a un asunto que, independientemente que estemos o no de acuerdo, es trascendente para la vida del país. Y esto ocurre porque hay consigna en algunos medios de no dar cobertura a López Obrador. Pues una cosa es lo que a mí me gusta y otra es el interés nacional.
Añade: "Está también el poder de los grandes empresarios. Oímos rumores de que incluso nombramientos de secretarios de Estado fueron consultados con empresarios, lo que me parece verdaderamente lamentable". Luego, los sindicatos, como el de Pemex o el Seguro Social, que tienen tremendas, exageradas prestaciones que se les dieron a lo largo de los años en aras del mantenimiento de la paz social.