Comida, agua y láminas, las demandas; urgen $300 millones para asistirlos: gobernador
Pobladores de la zona afectada de QR claman por ayuda de las autoridades
Chetumal, Felipe Carrillo Puerto y Othón P. Blanco, sin electricidad desde la madrugada
Ampliar la imagen El huracán Dean arrasó decenas de casas de palma a su paso por el poblado de Buenavista, municipio de Othón P. Blanco, Quintana Roo Foto: Carlos Ramos Mamahua
Othon P. Blanco, QR., 21 de agosto. El huracán Dean afectó 85 por ciento de las viviendas de la zona rural de este municipio y los de Felipe Carrillo Puerto y Chetumal; la mayoría eran viviendas en mal estado. Tanto en la unidad habitacional de Infonavit-Majahual como el pueblo y el puerto del mismo nombre, donde ingresó el meteoro, parece que hubo un bombardeo.
En el ejido Cafetal Limones, comunidad de este municipio, centenares de viviendas fueron afectadas. Muchas fueron devastadas, algunas quedaron sin techo, otras sin la madera que las recubría y algunas fueron aplastadas por los árboles que les cayeron. Decenas yacen en el piso, donde se aprecian refrigeradores, camas, ropa y comida mojada.
En esta comunidad, decenas de pobladores denuncian: "Nadie nos hace caso. Todos vienen a ver el domo deportivo que fue devastado; hace ocho meses lo inauguraron y costó un millón y medio de pesos, tenía canchas de futbol, basquetbol, volibol, y hoy se encuentra en el piso, como un acordeón".
Rosa Robles Pacheco, María Antonia Bacub, Ana María Chan, María de Jesús Ku Iex, Elena Díaz, Albina Tun, Celia Ayala Chan, Guadalupe Ixch Ka, Mariano Dzul, entre otros, denuncian: "Miren, vengan, acompáñennos -dicen al reportero y al fotógrafo de La Jornada-; los medios no nos hacen caso, las autoridades municipales se olvidan de nosotros; vean, nuestras casas se quedaron sin techo, ya no tenemos casa, miren, ahí está la ropa mojada, los refrigeradores".
Las mujeres y hombres de esta zona ejidal se encuentran molestos e indignados pues, aseguran, "no tenemos nada qué comer, no hay despensas, las tiendas están cerradas y no tienen víveres, el agua y la luz nos hacen mucha falta, necesitamos ayuda, aunque sea que nos den láminas", piden algunas campesinas.
"¡Vayan a todas las casas, tomen fotos!"
De inmediato se juntan aproximadamente 30 mujeres y hombres; a la cabeza va un anciano que se apoya en su silla de ruedas, él quiere que la prensa dé cuenta del estado en que quedó su morada: los restos de su choza yacen en el piso y sus pertenencias y ropa quedaron inservibles. Se llama Dionisio Balam, tiene 84 años, e hizo una larga caminata empujando su silla de ruedas, pues quería que la autoridad se entere de que necesita ayuda, "a ver si ahora sí me hacen caso, ojalá me ayuden porque no nos quedó nada". Así como ese anciano, decenas de mujeres manifiestan su indignación: "Vayan a todas las casas, tomen fotos de todas, queremos que nos ayuden, sólo vienen las autoridades cuando quieren el apoyo y después se olvidan de nosotros. Necesitamos comida".
Ahí, Araceli López, madre de Anayeli, quien la víspera del huracán tuvo una bebé, denuncia: "Necesito ayuda, mi hija está enferma, mi nieta tiene temperatura, no tenemos médico ni ambulancia. ¡Dios mío, qué voy a hacer!, necesitamos ayuda".
Esto fue lo que inició la catarsis; hombres y mujeres se arrebataban la palabra. "Así está todo el pueblo. Mi casa se quedó sin techo, se le cayó el guano (palma). Mi casa está en el piso. A la mía le cayó un árbol encima. Mi casa se quedó sin paredes. También la mía, y la mía..." El clamor por ayuda de la población de este ejido es grande.
Cuando caminaban por una calle para mostrar las ruinas en que quedaron sus hogares apareció un camión del Ejército Mexicano y de inmediato los militares alzaron sus armas como queriendo intimidar a quienes protestaban, lo cual provocó más su enojo: "Ya el huracán nos dejó sin casas, ahora éstos nos sacan las armas, nos quieren rematar".
Todas las mujeres que se quedaron sin casa, y también los hombres, pedían que se les acompañara para que se tomaran fotos de sus casas, "a ver si viéndolas nos ayudan. Aunque sea que nos den láminas, va a seguir lloviendo y no podemos quedarnos ahí. Hay muchos enfermos, tenemos hambre, no hay agua y las autoridades quién sabe dónde están, vamos a tener que cerrar la calles, los queremos aquí, que rindan cuentas".
En un día soleado después del paso del huracán, las mujeres recuerdan: "El viento chiflaba, pegaba fuerte, y de pronto parecía azotar las chozas, golpear los árboles, y con la lluvia vimos cómo se abrieron algunos techos, otros se cayeron, tronaban los árboles y caían sobre algunas chozas". Los niños recuerdan: "Nos dio mucho miedo, se oyó un tronido y el techo se voló, empezamos a mojarnos y a gritar. Mi mamá lloró y mi papá tuvo que usar el colchón para cubrirnos de la lluvia, aquí nos quedamos hasta las seis de la madrugada".
De nueva cuenta, como el huracán Wilma que golpeó a esta entidad hace casi dos años, Dean se volvió a ensañar con los que menos tienen. Con la población pobre, con los marginados, con los migrantes, les arrebató en segundos el patrimonio que tardaron años en construir, y ahora se preguntan: "¿Nos van a ayudar?, no tenemos dinero ni trabajo, somos campesinos, amas de casa, y algunos obreros".
Por otra parte, el gobernador Félix González Canto, durante un recorrido por las zonas dañadas, informó que en Bacalar hay viviendas afectadas, más de mil, pero algunos dirigentes hablan de 2 mil. Y más tarde, el funcionario dijo en la sesión del Consejo Estatal de Protección Civil que se requerirán por lo menos 300 millones de pesos para atender a la población de las zonas rurales en los municipios referidos, cuyas viviendas resultaron afectadas.
Durante un recorrido se observó que la unidad habitacional Infonavit Majahual parecía un pueblo fantasma. Algunas casas tienen daños en paredes o ventanas, los comercios se encuentran destruidos y las casas de material precario yacen en el piso; aquí los militares limpian las calles y cortan los árboles tirados.
El pueblo de Majahual también se encuentra devastado, y en el puerto del mismo nombre la infraestructura de la Marina fue demolida por Dean. Las lanchas de esa dependencia se encuentran en el mar, y los militares toman fotos.
Por otra parte, en la región maya, en la comunidad Umai, también se observan afectaciones a las chozas. Sobre algunas viviendas precarias cayeron árboles; otras que se quedaron sin techos y algunas más que fueron casi dobladas. Aquí los pobladores se organizan y con ayuda de militares y empleados municipales cortan los árboles que yacen en los accesos, en los patios, en la carretera.
Recuerdan, mejor me hubiera ido al albergue, pero cuando me decidí, ya no me pude salir; el viento y el agua me lo impedían, me jalaba con mis hijos; pero cuando se cayó el techo y nos mojamos, sufrí mucho por mis hijos, mi mujer lloraba en silencio, trataba de cubrir a los niños. Entonces tuve que usar la base de la cama para hacer un techo, ya nada sirve, se mojó la televisión, el estéreo, la ropa, la despensa, ¿ahora qué vamos a hacer si no hay trabajo?"
Testimonios como este se repiten. En esta comunidad se observan decenas de árboles derrumbados por el meteoro.
A los lados de la carretera que va del municipio de Carrillo Puerto hacia la Costa Maya, cientos de árboles fueron derrumbados por el huracán. Se encontraban por la mañana en todos lados; algunos árboles obstruían el paso de la circulación, pero desde la mañana el personal del Ejército, de la PFP, de las policías estatal y municipal, se dio a la tarea de cortarlos con motosierras. Hacia las cinco de la tarde la vialidad de más de 60 kilómetros de largo había sido liberada de obstáculos.
En tanto, en el municipio de Carrillo Puerto, el alcalde Eliseo Baena realizó un recorrido por la región maya, en la zona urbana de la cabecera municipal, donde sólo hubo árboles derribados, láminas, algunos postes y cables. Desde la madrugada de este día no hay luz en el municipio, pero tampoco en la capital de estado, ni en Othón P. Blanco. El gobernador anunció por la tarde que en los próximos días serán reinstaladas las redes eléctricas. En Carrillo Puerto tampoco funcionaban los teléfonos celulares y como había previsto el Servicio Nacional meteorológico, Dean golpeó esta localidad en la madrugada con fuertes ráfagas de viento. Hacia las 7:30 de la mañana sólo era viento; hubo poca lluvia, pero fuertes ráfagas.
Dean golpeó a las zonas de pobreza, marginadas. La población demanda ayuda urgente, sobre todo despensas y agua. Piden que el gobernador y los alcaldes acudan a ofrecerles ayuda... la gente espera, una vez más, la asistencia, "esa que hemos escuchado a través de la radio que dicen que se nos va a repartir, e insisten: "aunque sea que nos den láminas".